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Los gobiernos reformistas de Sudamérica lograron contundentes victorias electorales, en conflicto con los poderosos y desmintiendo todos los pronósticos de desplome. Pueden avanzar hacia rupturas revolucionarias o consolidar el capitalismo de estado. Estas dos perspectivas antagónicas implican, profundizar o bloquear el protagonismo popular en Venezuela. Suponen adoptar decisiones socialistas o erigir el «capitalismo andino-amazónico» en Bolivia y concretar las concesiones a las transnacionales o llevar a la práctica las conquistas de la nueva Constitución en Ecuador. Estas mismas ambivalencias se han verificado también en Honduras, en actitudes de conciliación o confrontación frente al golpismo. Los desenlaces serán influidos por luchas sociales, que en la última década contribuyeron a contrapesar las derrotas en que se asienta el neoliberalismo. Durante el 2008-09 no se repitieron las revueltas generalizadas, pero hubo levantamientos contra el ajuste (Guadalupe y Martinica), resistencias contra la privatización (Perú), movilizaciones en defensa del salario y el empleo (México, Argentina). Lo más significativo fue la sorprendente resistencia casi insurreccional contra el golpe en Honduras. Este contexto reanima las discusiones en la izquierda, en torno al modelo neodesarrollista. Su defensa no conduce a forjar una sociedad igualitaria, sino que desemboca en la estabilización conservadora y la pérdida de credibilidad popular. Pero no basta con la simple declamación de ideales. Se requiere una política de acumulación de fuerzas. Es importante desenvolver una estrategia de radicalización para transformar la esperanza de cambios en una realidad de conquistas, que abra las compuertas para el socialismo del siglo XXI. Este proyecto involucra un novedoso alcance regional y exige combinar desarrollos productivos, protección ambiental y mejoras sustanciales del nivel de vida.
La relevancia geopolítica de Brasil aumenta, pero su liderazgo tiene un costo que suscita tensiones en las clases dominantes. Esta primacía exige el rearme, operativos subimperiales en Haití y exhibiciones de fuerza para asegurar el usufructo local de las riquezas del Amazonas. Las aspiraciones hegemónicas se asemejan a las ambiciones regionales de otras economías intermedias del planeta. Pero Brasil carece de arsenales atómicos y no tiene experiencia en funciones militares foráneas. Se encuentra, por ahora, al margen del selecto club de las potencias que definen rumbos a escala global. Igualmente, se ha despojado de cualquier resabio de su vieja condición semicolonial y negocia cuotas de poder con Estados Unidos, a partir de coincidencias económicas. Las opciones en juego son capitalistas y no favorecen a las clases oprimidas. Lula consolidó una estabilización burguesa basada en la desmovilización y la despolitización. Desenvuelve un esquema socioliberal dentro del espectro de la centroizquierda. La atención puesta en los planes sociales distingue este curso de las orientaciones derechistas. Pero esas coberturas enfrentan límites de financiación y demandas populares de trabajo genuino. A diferencia de Brasil, los múltiples conflictos que sacuden a la Argentina no se han atenuado. El país arrastra un intenso legado de rebeliones populares, ante dominadores y funcionarios que no logran cohesionar su acción. En Uruguay prevalece la misma desmovilización que en Brasil, pero el temor a un retorno de la derecha condujo a renovar el mandato de la centroizquierda. Es engañoso utilizar este calificativo para la concertación chilena, que se ha desgastado en la gestión de una herencia pinochetista de privatizaciones y librecomercio. De la decepción con el progresismo no emergen, en general, tendencias nítidas de sustitución.
Estados Unidos reactiva la IV Flota y erige nuevas bases en Colombia para desactivar el ALBA y amenazar a las administraciones poco confiables. Es evidente que el golpe de Honduras hubiera abortado rápidamente sin el auspicio de la embajada estadounidense. Obama utiliza una diplomacia de buenos modales para enmascarar la continuidad de la política imperialista. El pretexto del narcotráfico ha perdido credibilidad para justificar la militarización de la región. La complicidad de los bancos con este negocio es tan inocultable como su utilización para financiar mercenarios. Pero el caso de México ilustra el poder logrado por una narcoburguesía local que debilita al Estado y disgrega la vida social. También Uribe recurre al argumento de las drogas para promover una presencia de los marines, que ha sido avalada por muchos gobiernos de UNASUR. La escuálida clase dominante hondureña no toleró un tenue ensayo de reformas y ahora busca imponer una situación de hecho. Su acción confirma que el golpismo no es una reliquia del pasado. Los derechistas se han envalentonado, especialmente en los países tradicionalmente manejados por dictaduras vandálicas. Este clima incentiva las tentaciones destituyentes en Paraguay y el recrudecimiento de la represión contra las comunidades indígenas de Perú y el sindicalismo independiente de México. Los medios de comunicación se han convertido en el principal canal de las campañas reaccionarias. Exigen impunidad para manipular la información, perpetuar la difusión asimétrica de noticias e imponer la agenda política de los gobiernos. Aunque nadie los elige, fijan estas prioridades mientras despotrican contra las movilizaciones populares. Los ideólogos conservadores nunca aplican sus criterios republicanos para juzgar a los presidentes afines. Resucitan el elitismo, desprecian a las masas y endiosan la inversión externa. Actualmente buscan azuzar los reflejos conservadores de las clases medias, para generar confrontaciones con otros sectores empobrecidos. Pero la derecha perdió la iniciativa que tenía en los años 90 y sus operativos enfrentan serios límites.
Las distintas políticas económicas obedecen a situaciones nacionales muy diferentes de erosión por arriba y resistencia por abajo. En México, la crisis repite la profundización neoliberal, que sucedió a todas las eclosiones precedentes. Se refuerza la desarticulación industrial que imponen las maquilas y se acentúa el vaciamiento de reservas que genera la provisión de petróleo a Estados Unidos. La falta de inversiones potencia, además, las presiones para privatizar la empresa estatal. Brasil se distingue del resto de la región por sus multinacionales y la envergadura de su mercado. Pero su modelo actual no recrea el industrialismo de posguerra, ni elimina las asimetrías con las economías centrales. El agro-negocio ha recuperado primacía, bloqueando la reforma agraria y profundizando las tendencias hacia el librecomercio. El curso socioliberal condujo a la cooptación de la burocracia sindical e introdujo un nuevo equilibrio entre sectores del bloque dominante. El modelo neodesarrollista intentado en Argentina emergió del descontento burgués con los resultados de la cirugía neoliberal, en un marco de grandes protestas populares. Se ha buscado recomponer la gravitación de la burguesía industrial, en desmedro de los bancos y en conflicto con el agro-negocio. Hubo concesiones sociales, sin redistribución de ingresos y sin nacionalizaciones de sectores estratégicos. El crecimiento del último quinquenio no revirtió la desarticulación productiva y el empobrecimiento estructural. La política reformista de Venezuela, Bolivia y Ecuador incluye avances sociales, pero no resuelve los principales problemas de economías muy periféricas y dependientes. Las nacionalizaciones del proceso bolivariano son indispensables para superar el atraso y erradicar los derroches de la burguesía rentista. Pero la ausencia de control obrero y social y el injustificado pago de indemnizaciones reciclan los privilegios de la «boliburguesía» Mayores avances en la estatización de los hidrocarburos son necesarios en Bolivia, para financiar la impostergable mejora del nivel de vida popular. Es un error intentar contrapesos del poder económico de la derecha, mediante concesiones al capital extranjero. La importante auditoria de la deuda realizada en Ecuador choca con la continuidad de un modelo extractivo, que ha desatado fuertes conflictos con el movimiento indígena.
Otro conflicto de imprevisibles consecuencias ha estallado entre el gobierno y la oposición de derecha. La iniciativa gubernamental de constituir un fondo especial con una porción de las reservas para garantizar el pago de la deuda externa desató este conflicto. La derecha rechaza este fondo y exige hacer frente a los pagos con las partidas […]
El modelo exportador ha recuperado preeminencia, multiplicando la atadura de la economía zonal al vaivén de precios de las materias primas. Los grandes proyectos de infraestructura buscan garantizar salidas externas para los insumos codiciados por las transacionales. La minería a cielo abierto, la deforestación y el uso irracional del suelo agravan las adversidades tradicionales del modelo extractivo y afianzan el peligroso deterioro del medio ambiente. Este esquema es avalado por CEPAL, que reemplazó el viejo industrialismo por una insostenible reivindicación de la primarización. Estados Unidos busca recuperar las posiciones perdidas en la región para reforzar su aprovisionamiento de insumos básicos. Europa no disputa preeminencia política, pero sí negocios y podría quedar afectada por el deterioro económico de España. La llegada de China entraña un desafío mayor en la disputa por el botín de minerales, alimentos y combustibles. La industria latinoamericana se amoldó a la creciente penetración de las corporaciones multinacionales. Su gravitación ha disminuido, pero no desapareció como sector de peso. Las viejas burguesías nacionales promotoras del mercado interno han sido reemplazadas por burguesías locales que jerarquizan la exportación. El nuevo esquema no implica extranjerización total. Los capitalistas latinoamericanos continúan manejando sus Estados, con mayor inclinación por la asociación trasnacional. La incorporación de México, Brasil y Argentina al G20 y el apoyo al FMI como reorganizador de las finanzas mundiales ilustran esta imbricación. El Fondo no ha cambiado y continúa administrando el ajuste al servicio de los banqueros. Es erróneo atribuir un perfil «posliberal» a gobiernos que privatizan recursos básicos, mantienen estructuras fiscales regresivas y apuntalan el agronegocio.
El impacto de la eclosión global en América Latina ha sido inferior a los países desarrollados y más agudo que en las economías ascendentes de Asia. Afectó en mayor grado a Centroamérica que al hemisferio sur. El origen externo del temblor desmiente el mito de la responsabilidad autóctona de estas conmociones, pero no exculpa a […]