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La existencia de un nuevo mapa político en América Latina signado por la preeminencia de gobiernos progresistas es un dato incontrastable.

La Cumbre de Buenos Aires confirmó la nueva primacía del progresismo en América Latina. Esa vertiente apadrinó en el 2010 a un organismo, que por primera vez integran los 33 países de la región, con la presencia de Cuba y la exclusión de Estados Unidos.
El ascenso de las nuevas derechas ya no genera sorpresas en el mundo. Confirma una tendencia de las últimas décadas, que incluye su captura de varios gobiernos y su presencia como actor corriente del sistema político.
Tres importantes reveses afrontaron últimamente los derechistas de la región. El fracasado golpe en Brasil fue antecedido por una fallida asonada en Bolivia y por el naufragio de las conspiraciones en Venezuela.

América Latina persiste como un ámbito convulsionado por rebeliones populares y procesos políticos transformadores.

El imperialismo constituye a nuestro entender un dispositivo que garantiza el orden internacional de explotación. Asegura la captura de recursos de los países dependientes por parte de los capitalistas del centro, a través del uso de la fuerza o la coerción indirecta.

El intento de asesinato de Cristina es un hecho gravísimo que no se zanja simples comunicados de repudio.

La crisis que atraviesa el país está sustentada en la fortísima iniciativa del poder económico concentrado por acelerar la devaluación del peso, lo que a su vez impacta en una escalada de precios que no parece tener techo, que afecta a la mayoría de la sociedad que vive de ingresos fijos.
La nueva ministra repite las mismas recetas que su antecesor priorizando el sometimiento al FMI.