Artículos
Las protestas callejeras son datos cotidianos de América Latina que no sorprenden a ningún analista. Pero su irrupción en Cuba ha generado un inusual impacto por las consecuencias de esas marchas para el futuro de la región. Todos los actores políticos del hemisferio saben lo que se juega en la isla.
Varios integrantes o descendientes de la comunidad judía hemos suscripto un nuevo llamamiento de solidaridad con el pueblo palestino, Convocamos a multiplicar las protestas contra los asesinatos en Cisjordania, los bombardeos en Gaza y las agresiones a los árabes de Israel.[1]
La segunda ola del Covid ha generado una explosión de contagios con gran saturación de hospitales y récord de muertos. El país ha logrado evitar hasta ahora las dantescas escenas que conmovieron a otros países de la región, pero afronta una gravísima expansión de la infección.
América Latina necesita combinar la resistencia a la dominación estadounidense con la renegociación comercial con China.
La principal amenaza que afronta la restauración conservadora es la renovada oleada de movilizaciones populares.
Estados Unidos perdió el control de la política internacional que exhibía en el pasado, pero mantiene un gran poder de fuego.
Reapareció el terrorismo de mercado en un contexto inhabitual. Las maniobras especulativas, el quebranto fiscal y la imposibilidad de pagos futuros de la deuda incentivan la corrida. La derecha ha instalado una agenda de favoritismo a los privilegiados que el gobierno paulatinamente acepta. Ese giro conservador obstruye las soluciones al flagelo de una economía bimonetaria. Pero otro rumbo es posible con el sostén popular.
Existen sólidos fundamentos para caracterizar que en China no impera un régimen capitalista, ni tampoco socialista. Al cabo de varias décadas prevalece una formación intermedia con signo indefinido y desenlaces pendientes. La nueva clase capitalista no ha logrado el control del Estado, que permanece en manos de una capa política autónoma de la burguesía.
En China no rige el capitalismo, ni el socialismo, pero el Estado funciona con las normas e instituciones forjadas a partir de la revolución socialista de 1949.
Mientras la pandemia rebrota en Occidente, China exhibe un mayor control de la infección. Ya nadie recuerda el escenario inicial de la enfermedad en Oriente, que Europa y Estados Unidos observaban como un acontecimiento ajeno. La secuencia de contagios y fallecimientos ha sido más dramática en la migración del virus, que en su primera localización.