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No pasamos por una revolución, pero sí por un cambio radical. Somos como el migrante que pisa una ciudad nueva y se esfuerza por crear analogías para mirar, sin pretensión de entender. El COVID-19 nos dejó a solas con la desaceleración. La puerta de casa parece la nueva frontera pero no. Las operaciones más interesantes pasan por las ventanas: ahí está lo que se percibe pero no se alcanza, deseo es su otro nombre.