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El mandato presidencial de Jovenel Moïse en Haití concluyó el pasado 7 de febrero y el pueblo haitiano ha salido nuevamente a las calles con la esperanza de dar un giro diametral a su realidad, encausándose hacia un nuevo proceso que pueda permitirles aspirar a superar las condiciones apremiantes de vida que han padecido en los últimos años, como parte del proceso de neocolonización que enfrentan desde el mismo momento de su liberación a principios del siglo XIX.
Una de las primeras repercusiones originadas por la pandemia de Covid-19 en el mundo fue el incremento de la divulgación de información cierta y falsa sobre el tema, llegando rápidamente al grado de que la OMS advirtiera del surgimiento de una infodemia, que, en resumidas cuentas, se refiere a una sobre exposición de contenido sobre el SARS-CoV-2, ocasionando dificultades en la sociedad global para distinguir entre los datos-hechos verdaderos y los malintencionados, y, por consiguiente, generándose desorientación, confusión y equivocaciones en el cuidado y el combate contra el virus.
En el 2009, el Consejo Mundial “José Martí” de la UNESCO, proclamó que el 30 de enero de cada año se celebre el Día de la Identidad Latinoamericana y Caribeña.
En la sociedad capitalista el trabajo se especializa y requiere mayor conocimiento generando que la distinción entre intelectuales y no intelectuales se refiera a la profesionalización.
En Haití aumentan las protestas contra el desacreditado presidente Jovenel Moise, acusado de múltiples delitos, quien incrementa la represión y la pobreza como síntomas comunes en la nación caribeña. El actual ciclo de manifestaciones lleva ya más año, partiendo del reclamo contra las políticas económicas, hasta la exigencia del fin del colonialismo histórico que asola a la primera nación latinoamericana independizada.
La política entendida como la búsqueda del bien común ha quedado relegada, y si bien es cierto, que siempre ha sido un campo de confrontación entre partidarios de una u otra ideología y proyecto de sociedad, en estos tiempos preelectorales es apreciable la agudización de la desvalorización moral y ética de los partidos políticos y de sus representantes, algo que se sabe desde hace mucho y que ahora es innegable
La validación por el Congreso estadounidense del triunfo en la elección presidencial de Joe Biden sobre Donald Trump, aconteció en medio de una serie de expresiones violentas que demuestran la decadencia del imperio y el acercamiento del fin de un ciclo de dominación capitalista, la ruptura de las formas convencionales observada en la manifestación y toma del Capitolio por grupos neofascistas partidarios del mandatario saliente, es en sí, la desvalorización moral de la democracia liberal que por siglos se ha pregonado como la única y verdadera.
La ciudad de Mérida ha cumplido este 6 de enero 479 años de fundada, la conmemoración, aunque más austera por la pandemia de Covid-19, no logra ocultar las contradicciones que en ella se registran diariamente, siendo la capital del estado de Yucatán, su carácter elitista y discriminador se mantiene segregando a miles de seres humanos provenientes de las comunidades mayas, la clase obrera y los sectores populares, además de ocupar un vergonzoso lugar entre las diez ciudades más caras del país.
Entre la oscuridad de la desmemoria y la dignidad de la selva surgió a la luz el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hace veintisiete años, su forma y fuerza sumergidas en una constante dialéctica que transforma y reafirma objetivos y estrategias ha logrado que su voz nombre todo aquello que fue ocultado por los “poderosos” y sus lacayos