Eric Nepomuceno

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Como si fueran pocos los tremendos problemas enfrentados por Brasil bajo la absurda presidencia del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro –tragedia ambiental, caos social, activa campaña anti-vacuna en el mero ministerio de Salud, entre otras aberraciones– el país sufrió un fuerte sacudón a raíz de un acto de barbarie que refleja bien el racismo estructural de mi país y el grado de violencia y odio esparcido por la sociedad.

Nunca es demasiado recordar que en al menos un punto el ultraderechista Jair Bolsonaro viene cumpliendo de manera cabal sus promesas de campaña electoral en 2018: dijo que antes de pensar el tipo de país que pretendía construir era necesario destruir lo existente.

La primera quincena de este 2022 en que habrá elecciones en Brasil trajo clarísimos indicios de lo que se puede esperar de parte del tenebroso gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro, el peor presidente de la historia de la República: un fuerte aumento de la tensión ya existente.

Faltan pocos días para el estreno de 2022. Pero ya quedó claro que será un año especialmente largo para los brasileños.

Llevamos nueve días de 2022, pero la verdad es que, al menos en este Brasil destrozado, seguimos como en los peores momentos de 2021, el año maldito que parece no terminar nunca.

Hasta enero de 2019 muy poca gente sabía de la existencia de la señora Damares Alves. Se trataba de una oscura auxiliar en el Congreso brasileño, trabajando siempre al lado de figuras igualmente oscuras y evangélicas.

Ha sido una semana de victorias del ultraderechista Jair Bolsonaro. Logró aprobar en el Senado una ley que le permitirá liberar a diputados y senadores enmiendas al presupuesto nacional sin ningún control sobre el destino de generosos millones. Tampoco se sabrá el nombre de los contemplados. Faltan ajustes finales, pero todo indica que será aprobada: al fin y al cabo la reforma incluye el “Auxilio Brasil”, unos 75 dólares que se distribuirán cada mes a 17 millones de miserables.

Nuevas imágenes divulgadas en los últimos días refuerzan lo ya sabido: la impunidad total con que actúan mineros ilegales en la región amazónica, inclusive en áreas de reserva ambiental y territorios demarcados de comunidades indígenas, crece cada vez más.

Entre agosto de 2020 y el pasado julio fueron talados al menos 745 millones de árboles. En la Amazonia los pueblos originarios ven cómo sus tierras son invadidas por minerías ilegales.

La economía brasileña empezó a tambalear en el segundo mandato de la entonces presidenta Dilma Rousseff (2014-2016), pasó a hundirse lentamente con la ascensión del usurpador Michel Temer luego del golpe institucional que la destituyó (2016-2019) y se destrozó de una vez bajo el ultraderechista Jair Bolsonaro, actual mandatario.

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