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Quien ha perdido los símbolos históricos y no puede contentarse con ‘sustitutos’, se encuentra hoy en una situación difícil: ante él se abre la nada, frente a la cual el hombre aparta su rostro con miedo. Peor todavía, el vacío se llena con absurdas ideas políticas y sociales, todas ellas espiritualmente desiertas. (Carl G. Jung: Sobre los arquetipos del inconsciente colectivo, 1934).
“Si bien se resisten al cambio y lo retrasan durante un tiempo, las élites van a terminar aumentando la profundidad del colapso” (Carlos De Castro, “Transición versus Colapso: ¡Realimentaciones!”, 15-15-15. Revista para una nueva civilización)
En el presente artículo, exploraremos cómo se ha producido el tránsito de la modernidad a la colapsalidad. En primer lugar, señalaremos que el advenimiento de la modernidad supone un antes y un después en el devenir histórico del mundo y que la modernidad posee una serie de rasgos distintivos que la distinguen de las sociedades llamadas tradicionales. Uno de esos rasgos es la aparición del capitalismo, que ha sido el principal responsable de la expansión globalizadora de la modernidad y de la progresiva implantación de lo que podríamos denominar como condición global de la humanidad.
“El miedo engendra miedo. Pero también ira. Y la ira, como si de un nuevo hijo se tratara, engendra de nuevo más miedo” (Pablo Font Oporto, La batalla por el colapso. Crisis ecosocial y élites contra el pueblo, 2022)
“A Dios pongo por testigo que no podrán derribarme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar, ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre! (Scarlett O’Hara, Lo que el viento se llevó, 1939)
Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revolución. (Emma Goldman)