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Definitivamente la causa enarbolada por Keiko Fujimori y sus allegados es ya una causa perdida. Objetivamente ha perdido en todos los terrenos y ha visto –demudada- cómo ha fracasado cada una de las estrategias diseñadas por ínclitos abogados en lujosas oficinas de San Borja y Miraflores.
Pareciera que la derrotada en los comicios del 6 de junio, se hubiera propuesto atormentar la vida de los peruanos concertando una pataleta de nunca acabar. Hoy asoma –como lo señala Hildebrandt- subida en un tanque, y disparando fuego contra el mundo
Antes de los comicios recientes, todos vimos a Keiko Fujimori arrepentida de sus “errores del pasado”. Nos dijo, compungida y sollozante, que se había superado, que los meses de prisión le habían permitido reflexionar, que se había “encontrado con Dios” y que había asimilado los duros golpes de la vida.
En 8 días habrá de ocurrir la segunda ronda del proceso electoral iniciado el 11 de abril pasado. En tal circunstancia, la ciudadanía, habrá de optar por una de las dos opciones en pugna. En manos de ella está la decisión, y seguramente ella será bien tomada en función de los verdaderos intereses nacionales.
En distintas circunstancias, los trabajadores han sido aludidos en el marco de la confrontación electoral que se cerrará el próximo 6 de junio.
Uno de los más ingeniosos caricaturistas peruanos -Carlín- insertó recientemente una obra maestra en la materia. En ella, Keiko Fujimori justifica las alianzas suscritas por “Fuerza Popular” con miras a los comicios del 6 de junio.
Finalmente, y contra calificados pronósticos de la “prensa grade” el sábado 1, al mediodía, tuvo lugar en la Plaza de Armas de Chota, a más de 650 kilómetros al norte de Lima, el primer debate presidencial propuesto por el profesor Pedro Castillo.
Independientemente de los resultados electorales que arrojen las ánforas hoy, es claro que el mutante escenario internacional –y particularmente el latinoamericano- ha registrado significativas variantes en la última etapa.
Se dice que el “convidado de piedra” es aquel que en una reunión o en un evento, permanece mudo, no tiene participación alguna y es absolutamente ignorado por los demás concurrentes. En stricto sensu, la expresión puede aplicarse hoy a los trabajadores peruanos en el proceso electoral que se avecina.