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En un contexto de incremento de la competencia estratégica y de las tensiones globales como máximos exponentes de las consecuencias de la alteración de los equilibrios tradicionales y de la ansiedad hegemónica, China, a su gestación de nuevos acrónimos (OCS, BRICS, etc) ha sumado, poco a poco, un catálogo de propuestas para responder al momento de cambio que vive el orden global. Y suma adeptos y críticas por igual.
En China, la “sinización” invoca la necesidad de adaptación de los idearios foráneos, de forma que puedan implementarse teniendo en cuenta las singularidades civilizatorias, es decir, la historia, la cultura y las condiciones del país.
Beijing afronta la realidad de un distanciamiento de EEUU y Occidente, compensándolo con una relación más prominente con el Sur Global bajo la idea de un desarrollo conjunto
Las especulaciones en algunos medios internacionales en torno a la pérdida de poder de Xi Jinping podrían no pasar de una efímera nube de verano, quizá más relacionada con la necesidad de visibilizar que en todas partes cuecen habas a la vista de la profundización de las crisis políticas en Occidente que con una dinámica real que sugiera cambios significativos en el liderazgo chino.
Es poco habitual advertir en muchos análisis sobre China centrados en la coyuntura una observación contextualizadora que resalte la doble perspectiva en que debe siempre insertarse su proceso: la permanencia o no en el rumbo trazado ab initio y la dimensión evolutiva.


