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El Salvador

Buen vivir e inclusión

Fuentes: Contrapunto

El Vicepresidente de la República, y candidato a la Presidencia por el FMLN, Salvador Sánchez Cerén, acaba de publicar un nuevo libro: El buen vivir en El Salvador. En este libro-folleto, Sánchez Cerén plantea de manera sencilla y breve su concepción del buen vivir, así como sus principales implicaciones (y aplicaciones) en la realidad salvadoreña. […]

El Vicepresidente de la República, y candidato a la Presidencia por el FMLN, Salvador Sánchez Cerén, acaba de publicar un nuevo libro: El buen vivir en El Salvador. En este libro-folleto, Sánchez Cerén plantea de manera sencilla y breve su concepción del buen vivir, así como sus principales implicaciones (y aplicaciones) en la realidad salvadoreña. Nos aclara que el buen vivir es una concepción humanista de la vida individual y social, una concepción que se nutre de distintas tradiciones filosóficas y éticas que centran su atención en el bien común y la realización integral de la persona humana.

El buen vivir es una aspiración, una esperanza, un sueño: las situaciones de inhumanidad que afectan a nuestro país -y a otras sociedades- pueden ser superadas por un ordenamiento socio-económico y político distinto, que sea más humano, solidario y justo.

En el centro del buen vivir está la persona, no vista como un átomo, como algo separado y en competencia con los demás, sino en sus vínculos con los otros, en sus relaciones solidarias con quienes la rodean. Pero también en una relación de respeto y cuidado hacia la naturaleza. Y, asimismo, con un anclaje en las propias raíces históricas, culturales y comunitarias.

¿Es el buen vivir inclusivo? Por supuesto que sí. Hay que recordar que inclusión es algo opuesto a exclusión. Esta última se caracteriza por poner, a amplios sectores sociales, al margen del acceso de bienes y recursos esenciales para su vida.

En la actualidad, el mercado es el gran mecanismo de exclusión: excluye a quienes no pueden ser ni compradores ni vendedores de lo que está controlado por él. Y el mercado, en el marco del neoliberalismo, se fue apoderando de recursos y bienes esenciales para una vida digna.

Lo cual quiere decir que una vez en manos del mercado -y de las familias, empresas y corporaciones que lo controlan- esos recursos y bienes dejaron de estar disponibles para todos y todas. Quedaron a disposición de quienes, como consumidores, podían y pueden comprarlos. Los no compradores -grandes segmentos de la población- quedaron y quedan excluidos de la posibilidad de acceder a esos bienes y recursos.

Pese a la retórica de los defensores de la privatización de la salud, la educación, el agua, el medio ambiente…. Pese a su retórica, la exclusión es la consecuencia necesaria de la privatización. El corolario de ello es que mediante esa privatización se transfieren bienes y recursos públicos -que son de todos y todas- a manos de unos pocos, que terminan conformando una élite ajena a la realidad de la mayoría en su bienestar, riqueza y privilegios.

La única manera de revertir la exclusión es impulsando mecanismos de inclusión que, por definición, no pueden ser generados desde el ámbito empresarial privado (sea universitario, sanitario o de otro tipo), sino desde el ámbito estatal. O sea la inclusión obliga al fortalecimiento del Estado, lo cual no significa ahogar al sector privado: significa que este último, por su naturaleza, no puede tener en sus manos el bien común, que es el ámbito de la inclusión….. Y también de la democracia.

Fuente original: Contrapunto