El mundo, sin despeinarse, lleva observando, desde hace por los menos una semana, cómo Israel -una de las principales potencias militares del mundo- vuelve a asesinar una vez más, alegre y meticulosamente, a miles de palestinos que previamente fueron encerrados en una estrecha ratonera de 51 kilómetros de largo y entre 12 y nueve de ancho, limitada por el propio enclave sionista al este y al norte, Egipto al sur y el mar Mediterráneo al oeste. Ese minúsculo espacio donde se hacinan -o hacinaban- 2,3 millones personas, es uno de los lugares más densamente poblados del mundo, con 4.110 personas por kilómetro cuadrado.