La reunión del pasado 10 de agosto, entre los presidentes de Colombia y Venezuela, Juan Manuel Santos y Hugo Chávez, abre un abanico de consideraciones geopolíticas, de gran impacto para la región. En primer lugar, deja en evidencia el impacto que tiene para la recién inaugurada gestión de Santos el comercio binacional, sobre todo en […]
La reunión del pasado 10 de agosto, entre los presidentes de Colombia y Venezuela, Juan Manuel Santos y Hugo Chávez, abre un abanico de consideraciones geopolíticas, de gran impacto para la región. En primer lugar, deja en evidencia el impacto que tiene para la recién inaugurada gestión de Santos el comercio binacional, sobre todo en los departamentos fronterizos de Norte de Santander, Guajira. Como se recordara, la suspensión de las relaciones entre ambos países, hecha pública el 22 de julio por parte de Hugo Chávez, afectó la dinámica transfronteriza basada en el traslado de mercaderías, gasolina y otros comercios de extracción. Este punto tan vital para el presidente Santos, sobre todo por el papel estratégico que ocupa Venezuela como uno de los socios comerciales de Colombia, que entre los 1eros puntos de acuerdo – al reanudarse las relaciones- está contemplado la negociación de la cancelación de deudas con los comerciantes fronterizos colombianos.
En segundo lugar, el Acuerdo Santos-Chávez se hace sobre la base del respeto del Derecho Público Internacional. Esto es el apego a las normas y procedimientos que normatizan las relaciones entre países y la resolución pacífica de las diferencias. Cuando Santos y Chávez hacen público su apego a esas normas, le colocan un freno a los vientos de guerra, que el sistema mundial de ventas de armas intenta insuflar en la región. Asimismo, el compromiso de Santos le coloca un límite a quién siendo Ministro de Defensa, apoyo, planificó y gestó una incursión de tropas militares colombianas en territorio de un país vecino. Por supuesto, que debe considerarse la variante geopolítica del peso militar que ha adquirido Venezuela, producto de los acuerdos que tiene con Rusia y China, permitiéndole mejorar su capacidad defensiva y ofensiva, sobre todo en lo que respecto a poderío aéreo. Lo que afirmamos, es que nuestro país cuenta con la ventaja de la disuasión derivada de su aparato militar, que debe establecer planes ante una Colombia que con la política de Seguridad democrática piensa incrementar sus efectivos militares a más de 450.000.
En tercer lugar, todo parece indicar que para Santos es una prioridad rehacer las vías de entendimiento con Venezuela, interrumpidas por la diplomacia de micrófono del expresidente Uribe, y cuyo punto álgido estuvo representado por el retiro unilateral de la mediación del presidente Chávez ante las FARC-EP. Santos parece comprender, no sólo el valor comercial de Colombia, sino las posibilidades geoestratégicas de mantener – por lo menos- una relación fluida con Venezuela. Se trata del tema de proyectos conjuntos, destinados a atender a más de 6 millones de colombianos que se distribuyen a ambos lados del eje fronterizo y que electoralmente, le brindaron su apoyo a Santos en el proceso que lo llevo a la presidencia.
En cuarto lugar, tanto para Colombia como para Venezuela, se trata de un tema que tiene impacto en su agenda de seguridad interna. Son más de 2.218 km2 de frontera, que no tienen un comportamiento lineal y que presentan una práctica histórica de intercambio e interacción constante, que vuelve el tema de las relaciones bilaterales un asunto de interés nacional y que les puede asegurar o no, una línea fronteriza tranquila o agitada.
En quinto lugar, en el caso de Colombia, que históricamente ha mantenido una exigencia de acceso a áreas marinas y submarinas en el Golfo de Venezuela, el tema de la solución de esa disputa se encuentra atravesado por el tema energético. Como se sabe, las reservas estratégicas de Colombia no dan para más de 30 años, mientras que nuestro país tiene reservas probadas por el orden de los 270.000 millones de barriles (unos 120 años de explotación a los niveles actuales de 3.200.000 barriles diarios). Y en el área en disputa, se estima que hay 1,8 veces más petróleo que en tierra firme (aproximadamente unos 500.000 millones de barriles). En ese sentido, unas relaciones estables, le permitiría a Colombia contar con una puerta para afrontar sus necesidades energéticas futuras.
En sexto lugar, se encuentra el tema del accionar de los intereses de los EEUU en las relaciones bilaterales. El actual gobierno de Barak Obama, no ha cambiado en ningún aspecto su percepción de seguridad sobre Venezuela. Seguimos encajando como un estado agresivo a sus intereses y valores, tal como lo describe en su Doctrina de Seguridad anunciada en mayo de 2006. Eso significa que Colombia seguirá siendo un foco de atención para los sectores que en EEUU lo ven como un factor de contención al nacionalismo petrolero que encabeza Hugo Chávez. En ese sentido, las relaciones entre Venezuela y Colombia siempre tendrán el peso que políticamente pueda ejercer los distintos lobbys norteamericanos sobre la Cancillería colombiana. No obstante, Santos parece – por lo momentos- comprender que es mejor una relación fluida con nuestro país que someterse a la presión fronteriza derivada de una ruptura de relaciones.
Por último, la decisión que tomo el Tribunal Constitucional de Colombia en torno al convenio militar entre ese país y EEUU, de suspenderlo hasta su aprobación por el Congreso, no disminuye la presión sobre un tema álgido de la geopolítica. Le agrega una presión que coloca en posición incómoda a Santos ante el que hacer. Como sea, creemos que ambos países se encuentran en situación de paz inestable, que debe ser entendida como relación fluida pero con diferencias de fondo que en cualquier momento pueden manifestarse crítica. Ya veremos que sucede.
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