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Corea del Norte: «Cordura» al borde del precipicio

Fuentes: Znet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Las naciones que se trazan un camino definido por ellas mismas, que tratan de su utilizar su tierra, su mano de obra, sus recursos naturales y sus mercados como les parece mejor, libres del abrazo asfixiante del orden corporativo global de EE.UU., son frecuentemente objetivo de difamación. A menudo funcionarios y medios estadounidenses cuestionan la cordura moral de sus dirigentes, como ha sido el caso en uno u otro momento con Castro, Noriega, Ortega, Qaddafi, Aristide, Milosevic, Sadam Hussein, Hugo Chávez, y otros.

De modo que no es ninguna sorpresa que los gobernantes de la República Democrático Popular de Corea (RDPC o Corea del Norte) hayan sido rutinariamente descritos como desequilibrados mentales por los responsables políticos y eruditos de EE.UU. Altos funcionarios del Departamento de Defensa se refieren a la RDPC como un país «que no es de este planeta,» dirigido por autócratas «disfuncionales.» Un responsable gubernamental, citado en el New York Times, se preguntó en alta voz «si de verdad están totalmente locos.» La revista New Yorker los llamó «tontos», y el presentador de televisión David Letterman también participó etiquetando a Kim Jong-il de «loco maníaco.»

Sin duda, hay cosas en la RDPC que pueden llevarlo a uno a hacerse preguntas, incluido su sistema de dirección dinástica, su régimen monopartidista altamente dictatorial, y el caos que parece estar implantado en el corazón de su economía «planificada».

Pero en su muy publicitado esfuerzo por convertirse en una potencia nuclear, Corea del Norte realmente muestra más cordura de lo que se ve a primera vista. La dirigencia en Pyongyang parece saber algo sobre la política global de EE.UU., que los propios responsables políticos y eruditos estadounidenses han descuidado. En una palabra, que EE.UU. nunca ha atacado o invadido a alguna nación que tenga un arsenal nuclear.

Los países directamente maltratados por acciones militares de EE.UU. en recientes décadas (Granada, Panamá, Iraq, Libia, Somalia, Yugoslavia, Afganistán, y una vez más Iraq), junto con numerosos otros Estados que han sido amenazados en un momento u otro por ser ‘antiestadounidenses’ o ‘antioccidentales’

(Irán, Cuba, Sud Yemen, Venezuela, Siria, Corea del Norte, y otros) tienen una cosa en común: ninguno de ellos ha blandido hasta ahora un disuasivo nuclear.

Suministremos algunos antecedentes. Dejemos de lado toda la Guerra de Corea (1950-53) en la cual el poder aéreo de EE.UU. destruyó la mayor parte de la infraestructura de la RDPC y mató a decenas de miles de sus civiles. Consideremos eventos más recientes. En la ola patriotera que siguió a los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono de1 11 de septiembre de 2001, George W. Bush reivindicó su derecho a iniciar cualquier acción militar contra cualquier nación, organización o individuo «terrorista» que deseara. Una arrogación semejante del derecho a un poder arbitrario en violación del derecho internacional, de la carta de la ONU, y de la Constitución de EE.UU. – transformó al presidente en algo parecido a un monarca absoluto que pueda ejercer un poder de vida o muerte sobre cualquier parte de la Tierra. Sobra decir que numerosas naciones – entre ellas la RDPC – se sintieron considerablemente molestas por la elevación del presidente de EE.UU. a Rey del Planeta.

Recién en 2008 el presidente Bush terminó por eliminar a Corea del Norte de la lista de Estados que supuestamente auspician el terrorismo. Pero queda otra lista infernalmente inquietante que recuerda

Pyongyang. En diciembre de 2001, dos meses después del 11-S, el vicepresidente Cheney se refirió de manera horripilante a «cuarenta o cincuenta países» que podrían requerir la imposición de medidas militares disciplinarias. Un mes después, en su mensaje del Estado de la Unión de 2002, el presidente Bush recortó la lista a tres culpables especialmente peligrosos: Iraq, Irán y Corea del Norte, que, dijo, componen un «eje del mal.»

Fue una curiosa aglomeración de tres naciones que tienen poco en común. En Iraq, la dirección era secular, en Irán era una casi teocracia islámica. Y lejos de ser aliados, los dos países eran serios enemigos. Mientras tanto, la RDPC, no tenía vínculos históricos, culturales o geográficos ni con Iraq ni con Irán. Pero era testigo de lo que estaba sucediendo.

El primero en ser atacado fue Iraq, la nación Nº 1 en la lista de presuntos malhechores. Antes de la Guerra del Golfo de 1990-91 y la subsiguiente década de sanciones, Iraq tenía el mayor estándar de vida de Oriente Próximo. Pero años de guerra, sanciones y ocupación redujeron al país a escombros, su infraestructura destruida y gran parte de su población bañada en sangre y miseria.

Si no fuera porque Iraq resultó ser una empresa tan costosa, hace tiempo que EE.UU. hubiera estado actuando contra Irán, el Nº 2 en su lista del eje del mal. Como podíamos esperar, el presidente iraní ha sido diagnosticado en los medios de EE.UU. como «peligrosamente inestable.» El Pentágono ha anunciado que miles de sitios vitales en Irán han sido identificados y marcados para ataques aéreos. Toda clase de amenazas han sido dirigidas contra Teherán por haber mantenido un programa de enriquecimiento de uranio, que toda nación del mundo tiene derecho a tener. Y en un reciente programa dominical de televisión, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, advirtió que EE.UU. podría realizar un «primer ataque» contra Irán para impedir su desarrollo de armas nucleares.

En lugar de esperar pasivamente su suerte en la mira de Washington, la nación Nº 3 en la lista de ataques de EE.UU. trata de poseer un disuasivo. El intento de autodefensa de la RDPC es caracterizado en círculos oficiales de EE.UU. y en los medios de EE.UU., como una salvaje agresión. La secretaria Clinton advirtió que EE.UU. no será «chantajeado por Corea del Norte.» El secretario de defensa Robert Gates despotricó: «No nos quedaremos tranquilos mientras Corea del Norte construye su capacidad de causar destrucción en cualquier objetivo en Asia – o contra nosotros.» El programa nuclear de la RDPC, advierte Gates, es un «presagio de un futuro tenebroso.»

El presidente Obama condenó la «conducta beligerante provocadora» de Corea del Norte como una «grave amenaza.» En junio de 2009, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad una resolución patrocinada por EE.UU. que aumenta las sanciones financieras, comerciales y militares contra la RDPC, una nación que ya ha sido gravemente afectada por sanciones. En respuesta a la acción del Consejo de Seguridad, el gobierno de Kim Jong il declaró que ya «ni siquiera pensará en renunciar a sus armas nucleares» y que ampliará sus esfuerzos para producir más.

En su anterior discurso en el Cairo, Obama declaró: «Ninguna nación debiera elegir y decidir qué nación tiene armas nucleares.» Pero es exactamente lo que EE.UU. trata de hacer respecto a Corea del Norte – e Irán. El físico y escritor político Manuel García, Jr., señala que la política de Washington «es alentar a otras naciones a acatar los términos del Tratado de No Proliferación Nuclear – y renunciar a armas nucleares – mientras dicho país se exceptúa de él.» Esencialmente dice a otros: «desármense para que podamos gobernar con más facilidad,» concluye García.

Los dirigentes de EE.UU. se siguen negando a dar alguna garantía de que no tratarán de derrocar el gobierno comunista de Pyongyang. Se habla de volver a colocar a la RDPC en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, aunque la secretaria Clinton admite que falta evidencia para justificar esa calificación.

Desde su pedestal solitario y precario el Norte no puede dejar de sentirse vulnerable. Hay que pensar en las intimidantes amenazas militares que enfrenta. El ejército obsoleto y mal equipado de la RDPC es inferior a las fuerzas convencionales de EE.UU., Corea del Sur y Japón. EE.UU. mantiene una gran base de ataques en Corea del Sur. Como nos lo recuerda Paul Sack en una reciente correspondencia al New York Times, las fuerzas armadas de EE.UU. realizan por lo menos una vez por año ejercicio conjuntos con fuerzas surcoreanas, practicando una invasión por tierra de la RDPC. La Fuerza Aérea de EE.UU., mantiene un «paraguas nuclear» sobre Corea del Sur con arsenales nucleares en Okinawa, Guam, y Hawái. Japón no sólo dice que puede producir bombas nucleares dentro de un año, parece cada vez más dispuesto a hacerlo. Y la recién instalada dirigencia en Corea del Sur no se muestra nada de amistosa hacia Pyongyang.

El arsenal nuclear de la RDPC es una espada de doble filo. Puede disuadir ataques o provocar ataques. Puede llevar a los funcionarios estadounidenses a pensarlo dos veces antes de apretar un nudo más apretado alrededor del Norte, o puede llevarlos a actuar de un modo más agresivo hacia una confrontación que en realidad nadie desea.

Después de años de cerco y de repetidos rechazos de Washington, años de amenazas, aislamiento y satanización, los dirigentes en Pyongyang están convencidos de que la mejor manera de resistir el ataque y la dominación de la superpotencia es mediante el desarrollo de un arsenal nuclear. En realidad no suena tan demencial. Como ya mencionara, EE.UU. no invade a países que están armados con misiles nucleares de largo alcance (por lo menos no hasta ahora).

Después de haber sido empujados hasta el borde del precipicio durante tanto tiempo, los norcoreanos hacen ahora un juego, aumentando las apuestas, siguiendo una política de disuasión indiscutiblemente «cuerda» en un mundo que de otra manera es demencial, configurado por un imperio arrogante y voraz.

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Los recientes libros de Michael Parenti incluyen «Contrary Notions: The Michael Parenti Reader» (City Lights); «Democracy for the Few,» 8ª ed. (Wadsworth); y «God and His Demons» (Prometheus Books, próximo). Para más información, visite su sitio en Internet: www.michaelparenti.org.

http://www.zmag.org/zspace/commentaries/3904