Hay una campaña orientada a revertir lo que consideramos que es uno de los grandes logros políticos y sociales de la América Latina del siglo XX: la abolición del ejército en Costa Rica. En este sentido, no solo los costarricenses son los llamados a defenderlo. Todos los latinoamericanos que aspiramos a construir una sociedad distinta, […]
Hay una campaña orientada a revertir lo que consideramos que es uno de los grandes logros políticos y sociales de la América Latina del siglo XX: la abolición del ejército en Costa Rica. En este sentido, no solo los costarricenses son los llamados a defenderlo. Todos los latinoamericanos que aspiramos a construir una sociedad distinta, más justa, deberíamos hacerlo.
Como puntales en los que se atisban aspectos, elementos, dimensiones del mundo del futuro que queremos empezar a construir hoy, existen en América Latina logros magníficos que se encuentran desperdigados en distintos puntos de su inmensa geografía.
Hace unos pocos días, Atilio Borón llamaba, desde la Argentina, a defender colectivamente lo que la Revolución Cubana ha logrado construir en 50 años de inclaudicable trabajo y resistencia. No solo su sistema educativo, el de salud, el que sustenta a la práctica del deporte sino, también, su espíritu solidario que se expresa en su médicos, maestros y técnicos desperdigados por todo el mundo, para solo mencionar algunas de las cosas más obvias.
Si esos logros han sido posibles gracias a una revolución que asumió un carácter socialista, también los hay en otras latitudes bajo sistemas de otro signo, que se han construido siguiendo un derrotero diferente. Uno de ellos, que vale la pena mencionarlo aquí por inédito, por sus implicaciones humanistas que apuntan, al igual que los logros cubanos, hacia el perfilamiento de una nueva humanidad, es el de los costarricenses que, a mediados del siglo XX, abolieron el ejército.
Esta apreciación positiva de la no existencia del ejército no parte de una bobalicona adscripción aun pacifismo descontextualizado. En el mundo contemporáneo, en donde sigue predominando la preeminencia del más fuerte sobre el más débil, en donde la imposición a sangre y fuego de los intereses de las grandes potencias es la norma, la existencia de los ejércitos sigue siendo una realidad insoslayable.
Pero lo deseable es su no existencia.
Ellos representan el lado oscuro del ser humano, la imposición de los intereses de unos sobre los de otros. La sociedad del futuro debe aspirar a un grado de civilización mundial que los haga prescindibles, en donde el diálogo, la negociación y el consenso priven sobre cualquier tipo de violencia.
Es por eso que la abolición del ejército en Costa Rica es un momento revolucionario en la historia de América Latina. Es un signo de avance civilizatorio que debe valorarse y sumarse a la lista de aspiraciones que debemos tener todos en este continente.
Pero como todo logro, al igual que los de los cubanos que Borón llama a defender, éste también debe apuntalarse porque no se encuentra escrito en piedra. No hay irreversibilidad en ninguno de ellos, están propensos a desaparecer y no son pocos a los que o no les importa que eso suceda o, peor aún, se proponen desmantelarlos conscientemente en función de intereses para los que son obstáculo.
Desde hace algún tiempo, en Costa Rica viene expresándose de forma cada vez más abierta y agresiva una fuerte tendencia que pretende restablecer el ejército en el país. Las excusas esgrimidas para tales fines son dos: el combate al narcotráfico y la defensa de la integridad territorial del país. Hemos utilizado conscientemente el término «excusa» para referirnos a los argumentos utilizados.
En relación con el combate al narcotráfico, el Asamblea Legislativa aprobó, dos veces consecutivas en los últimos 8 meses, el ingreso de destacamentos armados norteamericanos que, a todas luces, no están orientados para tales fines. Son miles de soldados, portaviones, helicópteros artillados.
Por otra parte, en los últimos meses se ha desencadenado un conflicto fronterizo con Nicaragua que, en nuestra opinión, ha sido magnificado precisamente para orientar a la opinión pública en dirección de mostrar la necesidad de contar con un ejército que defienda la soberanía nacional. Declaraciones de altos funcionarios del gobierno apuntan de forma sistemática en ese sentido. Se habla de crear un impuesto para la defensa, de reconsiderar la tradición pacifista del país, de crear un ejército sui géneris que nadie entiende muy bien cómo sería.
En suma: hay una campaña orientada a revertir lo que consideramos que es uno de los grandes logros políticos y sociales de la América Latina del siglo XX. En este sentido, no solo los costarricenses son los llamados a defenderlo. Todos los latinoamericanos que aspiramos a construir una sociedad distinta, más justa, deberíamos hacerlo.
Rafael Cuevas Molina es presidente de Asociación por la Unidad de Nuestra América-Costa Rica
Fuente: http://revista-amauta.org/2011/01/costa-rica-y-el-ejercito/