«Abba, padre» imploran en alabanza los presentes en el salón, mientras elevan los brazos y clavan la mirada casi extática en la pantalla de televisión, donde el autodenominado «anticristo» predica. Son los seguidores del grupo Creciendo en Gracia (CEG), fundado en 1988 por el puertorriqueño José Luis de Jesús Miranda, afincado en Estados Unidos. Se […]
«Abba, padre» imploran en alabanza los presentes en el salón, mientras elevan los brazos y clavan la mirada casi extática en la pantalla de televisión, donde el autodenominado «anticristo» predica.
Son los seguidores del grupo Creciendo en Gracia (CEG), fundado en 1988 por el puertorriqueño José Luis de Jesús Miranda, afincado en Estados Unidos. Se lo conoce popularmente como la secta del «anticristo» o 666.
El también llamado «Gobierno de Dios en la Tierra» y «Ministerio Internacional» ha crecido en la última década tanto en ese país norteamericano como en América Latina, hablando de la inminencia de la «transformación», una suerte de Apocalipsis.
«No se trata de un grupo que reivindique el culto demoníaco. Se trata de un grupo que rechaza profundamente a las iglesias cristianas. Están convencidos de que el nuevo ‘Jesucristo hombre’ hará callar a los cristianos después de tantos siglos de falsedades», explicó a IPS el sacerdote católico Luis Santamaría, secretario de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
Este colectivo, con sede en España y que agrupa a especialistas de todo el mundo, ha publicado más de 60 textos sobre CEG desde 2007 en su boletín.
La vida de Miranda parece salida de cualquier manual para mesías. Nacido el 22 de abril de 1946 en Ponce, Puerto Rico, a los 14 años ya era adicto a la heroína, y también conoció los pasillos carcelarios por robo.
Fundó la secta en la sudoriental ciudad estadounidense de Miami, luego de tener una visión en la que supuestamente se fusionaba con Jesucristo. Un año después se autoproclamó «El otro» y en 2004 «Jesucristo hombre». También se hace llamar «El anticristo».
«Las demás iglesias no tienen la verdad por cuanto predican un evangelio diferente, dicen que hay pecado, cuando el Cordero de Dios se presentó, murió y lo quitó. Hablan de diablo, cuando con ‘su muerte destruyó al que tenía el imperio de la muerte'», declaró a IPS la obispa puertorriqueña Myrna Cestero, máxima dirigente de la agrupación en México.
CEG asegura contar con unos 100.000 seguidores en 300 congregaciones y 200 pastores en 30 países, entre ellos Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela.
En México podría tener al menos unos 3.000 simpatizantes, según Cestero, y tiene al menos una veintena de sedes.
Cestero tiene sus oficinas en un céntrico hotel en la ciudad de México, donde se realiza cada domingo un culto que dura entre 60 y 90 minutos. Dirigido por un pastor, el momento culminante de la velada es la proyección de un vídeo de Miranda.
CEG considera que el pecado y los 10 mandamientos no existen y que el diablo fue destruido, por lo cual es un engaño del Vaticano.
El «Nuevo diccionario de sectas y ocultismo», publicado por el español César Vidal en 1998, señala que «originalmente se trataba de una iglesia evangélica», que «progresivamente ha ido evolucionando hasta convertirse en una secta».
El Diccionario de la Real Academia Española brinda tres acepciones para secta: «Conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica. Doctrina religiosa o ideológica que se diferencia e independiza de otra. Conjunto de creyentes en una doctrina particular o de fieles a una religión que el hablante considera falsa».
La última ofrece una pista sobre lo subjetiva que resulta la connotación negativa. Para el Vaticano, las sectas son «algunos grupos religiosos con una concepción del mundo suya específica, derivadas de, pero no completamente de acuerdo con las enseñanzas de las grandes religiones mundiales».
Los seguidores de CEG «toman algunos versículos de la sagrada escritura y los sacan de su contexto para apoyar sus afirmaciones doctrinalmente estrafalarias», señaló Santamaría.
Los seguidores de Miranda suelen tatuarse el número 666 o las siglas SSS, que significan «Salvo siempre salvo». La cifra aparece en el libro bíblico del Apocalipsis, el último del Nuevo Testamento escrito por el apóstol Juan, y alude a «la bestia», enemiga del Dios cristiano.
En México están inscritas 7.280 agrupaciones religiosas, de las cuales 3.950 son evangélicas y 3.180 católicas, según el Registro Federal de Asociaciones Religiosas de la Secretaría (ministerio) de Gobernación. El resto son pentecostales, anglicanas y mormonas, entre otras.
«Hay que tener en cuenta el caldo de cultivo de este grupo que, como tantos otros florecen y se extienden por Iberoamérica, en un contexto de pobreza y de fuerte religiosidad», analizó Santamaría.
En febrero, CEG llevó a cabo su convención nacional y prepara una reunión internacional para este año, a la cual asistiría Miranda, a quien se le negó el ingreso en países como El Salvador, Guatemala y Honduras entre 2007 y 2008.
La imagen de Miranda se empañó por denuncias de desvío de fondos captados a los fieles, para adquirir propiedades y bienes de lujo y para mantener a su primera esposa y sus hijos. En el tormentoso divorcio de su segunda cónyuge, Josefina Torres, en marzo de 2009, salieron a luz detalles sobre esos manejos financieros.
Los feligreses donan un porcentaje de sus ingresos, con base en «la teología de la prosperidad», que significa que cuanto más dinero se dé a Dios, más bendiciones se recibirán.
«Los hijos de Dios ya están elegidos y predestinados para creer, tienen el don de la fe para creer, no en personas ni en una religión, para creer en el evangelio», resaltó Cestero.
Además de recurrir a los medios tradicionales, como la prensa escrita y la radio, Miranda montó el canal de televisión Telegracia, que transmite desde Colombia y alcanza a más de 200 ciudades mediante el servicio de televisión por cable e Internet.