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Homenaje a la lucha indígena que realiza en Honduras Bertha Cáceres

Cuando llegue la Primavera

Fuentes: Rebelión

Bertha Isabel es una flor fresca tirada al viento de la historia por el azar que muchas veces no es azar. Ella es parte de esa familia humana postergada de hijos del Maíz, de nietos y nietas del sol, de mujeres y hombres pájaros de las montañas, de primos y primas del Jaguar, y de […]

Bertha Isabel es una flor fresca tirada al viento de la historia por el azar que muchas veces no es azar. Ella es parte de esa familia humana postergada de hijos del Maíz, de nietos y nietas del sol, de mujeres y hombres pájaros de las montañas, de primos y primas del Jaguar, y de las criaturas de palo y barro que nacieron antes de la imprenta, de la filosofía cristiana, aristotélica y tomista y mucho antes de la recuperación de la cultura griega en el renacimiento europeo. En la infamia de la conquista, el español descubrió al indígena, el indígena su avaricia, era una suerte de epistemología en la que el español miraba al otro como objeto, y el otro miraba al español en la epifanía de su propio Apocalipsis confundiéndolo con dioses y al final saqueadores.

El discurso oficial ha intentado homogenizar a las culturas nativas a través de los procesos de identidad, y bajo la lógica de los Estados-Nación.

Domingo Faustino Sarmiento, argentino, ideólogo positivista, proponía la exterminación de la población indígena como una forma de eliminar lo que él consideraba un obstáculo al «progreso». En Facundo: Civilización y Barbarie, Sarmiento manifiesta que la empresa edificadora de una América moderna se sitúa en «la lucha entre la civilización europea y la barbarie indígena»

José Vasconcelos enardecía las aulas universitarias mexicanas con su concepción trascendental de una raza cósmica que comportaba el mestizaje, pero no reconocía la diferencia y singularidad de las culturas precolombinas ni la alteridad indígena como sujeto de su proyecto histórico.

Todas estas y tantas teorías que han cultivado los imaginarios sociales y colectivos del discurso oficial y dominante, hoy yacen en los museos del olvido, y ya no son ni siquiera objetos de protección por las instituciones de conservación de patrimonio histórico.

La historia se ha encargado de revalorizar las luchas de los pueblos indígenas, de reconocer su rebeldía y su desprecio a la imposición y la defensa de su lengua, de sus costumbres, de sus instituciones y de sus territorios; los instrumentos internacionales suscritos han marcado las victorias que siempre se postergaron al plano de la dignidad sin precio, y del martirologio impuesto desde doctrinas de limpieza.

Berha Isabel es la cara visible de esa lucha de indígenas conscientes de sus derechos, y es perseguida en el epicentro de un sistema que suele perdonarse injusticias, bendecir sus propias mañas y revalorizar el peso vil de sus traiciones, pero fuera de su seno no perdona ni quiere escuchar la indignación y la valentía de una mujer, que ya trascendió por kilómetros de años luz esa visión folklórica que asimila a los indígenas como objetos decorativos e incitadores de sentimientos de compasión, y hoy por hoy, defiende sus ríos y sus territorios ancestrales con altura y varas como las aves de rapiña en un pulso a pulso asimétrico defienden sus negocios con bajezas y con fusiles.

No es fácil reconocer la justa dimensión de estos pueblos cuando los medios atacan nuestra comprensión y conciencia desde sus trincheras de controles sociales y de teorías racistas que se filtran bajo la sombra alcanforada de la alta cultura. No es fácil y nunca lo será. Sin embargo, estas luchas son el preámbulo de una victoria que ya está asegurada, y servirá por ahora como una catarsis de reconocimiento al otro postergado y mal vestido, al de hablar raro y caminar disparatado, al sin malicia eternamente estafado, y permitirá a los hombres y mujeres del mundo organizado a ser parte de esa lucha, que desde hace tiempo han los pueblos Indígenas para alcanzar la igualdad en la diversidad.

Hoy que la justicia no es solo un clamor que se extiende por la montaña mágica de Piedra parada o por la región más transparente del Anáhuac o por las comunidades mayas de Guatemala exterminadas o por la traición no hidalga en el congolón, hoy que la justicia es ley y que los derechos son catálogos escritos, hoy mas que nunca la esperanza, hoy más que nunca la unidad en la pluralidad, hoy más que nunca la solidaridad para una compañera y amiga que en su dimensión personal de cuerpo, espíritu y consciencia marca la brecha del porvenir en Honduras, hoy más que nunca el compromiso por engrandecer los valores humanos de la solidaridad y el bien común a un compañera amante de esa concepción humana del buen vivir alejada del hedonismo europeo, flor eterna de una promesa de primavera, provista de una cosmología al margen de la producción en serie o de las cifras que perturban destinos y arrastran azares.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.