Es un momento de religiosa síntesis en Occidente. Biden, Von der Leyen y Draghi: una tríada neoliberal católica practicante. ¿Pero se puede rezar al mismo tiempo al Dios de los pobres y al Dios de los ricos?
È un momento particolare. “Hacía 2000 años que no se veía tanta conversión junta”. Salvini, europeísta; Berlusconi, intachable estadista; la izquierda, desaparecida, y el antiberlusconismo, prácticamente muerto. Unánimes columnistas han elogiado el nuevo prodigio político: “Es un compromiso perfecto”, “gran pacificación”, “un sueño hecho realidad”. Estricto y elocuente el comentario del director de La Civiltà Cattolica: “Refinado equilibrio”. En las redes sociales se escuchó el clamor #DraghiSantoSubito y el Cavaliere, con traje de escudero, eleva su plegaria: “Mi amigo Mario necesitará toda ayuda posible, incluida la del cielo”.
Del derrumbe del Gobierno Conte II, sobreviven sólo dos ideologías, sólo dos dioses: neoliberalismo y catolicismo, Dios-Dinero y Dios-Amor. El socialismo renacerá con fuerza algún día, seguro. Pero este es un gobierno neoliberal católico. 13 de sus componentes han participado como ponentes en mítines de Comunione e Liberazione. Varios son asiduos. Se ha recordado mucho estos días la importancia de la formación jesuítica del banquero Mario Draghi, su nombramiento como miembro de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, aunque de su pensamiento económico cristiano no haya noticia alguna.
È un momento particolare: momento de religiosa síntesis en Occidente. Biden, Von der Leyen y Draghi: una tríada neoliberal católica practicante. ¿Pero se puede rezar al mismo tiempo al Dios de los pobres y al Dios de los ricos? Si hay un sitio donde cabe tan absurda simbiosis es en la Iglesia. De ella decía Savinio: “Asocia principio de autoridad y sentimiento cristiano de la vida. Forma una síntesis reuniendo dos antítesis. Concilia dos irreconciliables. Asocia dos inasociables […] Absorbe toda herejía”. La correlación de fuerzas actual sucede, de algún modo, en el seno de la Iglesia. Simplificando: ¿prevalecerá la Iglesia de Francisco o la de Comunione e Liberazione? Bajo Draghi, parece más plausible lo segundo. Pero bajo Francisco no hay lugar para el Dios Mercado: “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal” (FT, 168).
Situémonos en el contexto en que gracias al diabólico Renzi se obró el nuevo milagro político italiano. ¿Por qué cayó el gobierno Conte II? Aparte del tentador consenso que acumulaba sin ser líder de ningún partido político, el segundo Gobierno Conte pecó en tres altísimas cuestiones: economía, justicia y servicios secretos. Lo más obvio: Conte II era demasiado social y demasiado poco “patronal” para gestionar los 209.000 millones del maná europeo Next Generation EU. En cuanto a la justicia, la reforma que proponía tocaba dos cables de alta tensión: la corrupción y la prescripción de delitos. Para combatir la primera se pretendía dotar a los investigadores de medios (troyanos, por ejemplo) que se emplean en la lucha antiterrorista, lo que pudiera haber desvelado inefables, sistémicos misterios de la economía en negro italiana. Por lo que se refiere a la prescripción, abolirla tras la primera condena no parece una idea cabal en un país cuyos procesos son poco menos que eternos; ahora bien, quienes se lo pueden permitir, los furbetti (los “listos”), saben que gastando bien en abogados, recurriendo y apelando lo apelable, el sistema judicial italiano casi garantiza la impunidad por prescripción. Que se lo digan a Berlusconi. Queda la cuestión de los servicios secretos. Conte gobernó en un gran caos global causado por Trump primero y por la pandemia después. Quizá entendió que era un buen momento para remozar el papel exterior de Italia, quizá pensó en una Italia bisagra global, mediadora entre China, Rusia, EE.UU. y la UE. Con Biden el mundo vuelve a ser bipolar, vuelven los bloques y se necesita a una Italia puramente atlantista ajena a veleidades globales. En definitiva: Conte no resultaba fiable.
Tras la herejía del gobierno Conte I (Liga de Salvini-M5E), que pretendió construir un gobierno sin hormigón democristiano, llegó el Conte II, exquisitamente democristiano, pero demasiado de izquierda. El Gobierno Draghi I, refinadísimamente democristiano, será seguramente más de derecha y por eso, desde las páginas de la catocomunista Famiglia Cristiana, Luigino Bruni, economista animador del convenio “La Economía de Francisco”, invita a no exultar ni a beatificarlo antes de tiempo.
Así pues, neoliberalismo católico, momento particolare. El director de la cadena La7, Enrico Mentana, ironizaba diciendo que habían llamado a la nueva cosa “Gobierno Úrsula” porque daba cosa llamarlo con su auténtico nombre: “Gobierno Silvio”. Porque lo cierto es que ha sido Berlusconi quien ha roto la coalición de centroderecha y ha conseguido que Salvini comience su travesía del desierto hasta que le perdonen el antieuropeísmo y le concedan la gracia de entrar en el Partido Popular Europeo.
Es el centenario de Sciascia y es tiempo de absurdas síntesis: “deuda buena” y “deuda mala”, neoliberalismo y políticas antiausteridad, técnica y política. Mario Draghi salvó el euro con su bazooka y una frase: “Whatever it takes”. Ahora es el llamado a salvar Italia todo modo. En efecto, más que en el Gatopardo, Draghi parecería inspirarse en Don Gaetano, organizador de los ejercicios espirituales de la novela de Sciascia, que invita a todo el mundo “a venir dentro y probar, con nosotros, a ser imperfectos”.Unidad es la condición que pideMario Draghi a su gobierno. También Francisco exhortó al pueblo italiano a “trabajar unido para construir una sociedad en la que nadie sea descartado u olvidado”. Aparte de una minoría que sospecha que Draghi no traerá políticas de protección social, el pueblo italiano, en general, parece contento y aliviado. El consenso que ha suscitado Draghi recuerda la solidez del príncipe eclesiástico de Maquiavelo. Los italianos serán súbditos pero vivirán en un principado “seguros y felices”, sin preocuparse, ni pensar, sin poderse sustraer a su soberanía (Il Principe, XI).
¿Durará mucho el Gobierno Draghi I? Según Maquiavelo, al príncipe eclesiático le vendrán las tensiones de “los prelados” que participen en su imperfecto gobierno. Tal vez por eso no haya líderes políticos en su gobierno, pero sí segundas líneas. Salvini, Berlusconi, Renzi o Zingaretti gozarán de mayor libertad fuera, pero seguirán dentro. La arquitectura del nuevo gobierno abre nuevos espacios políticos en los que se proyectarán las ambiciones de quienes formen parte de él y cuyos movimientos acabarán agrietándolo y acaso dando lugar a un Draghi II, III o… n. Durar para siempre, decía el Gatopardo. “¿Derrumbar el castillo? ¿Debemos entregarnos al enemigo? ¿Voltear la pirámide? ¿Las relaciones de clase? ¿Cambiar, cambiar, cambiar? ¿Cambiar de cultura? ¿Cambiarlo todo? ¿Debo cambiar de verdad?”, pregunta Gianmaria Volonté. “Todo modo para buscar la voluntad divina”, responde Don Gaetano (Marcello Mastroianni), citando a San Ignacio. Algo así cabe esperar en Italia. ¿No reventará antes el pueblo?
Esto pensaba Sciascia: “La gente en Italia aguanta todo: que no funcionen los hospitales, la escuela. Es un país lo contrario de ingobernable. Decía Salvemini: poner a este país en manos de los católicos fue un desastre. No es que no tengan sentido del Estado, sino que solo tienen sentido del más allá. Lo que sucede en el más acá es así… Sucede”. Y sucede que hoy Italia asemeja un poco más a aquella definición de Salvemini: “questa repubblica monarchica di preti” (esta república monárquica de curas). Está por ver cuánto obedecen estos católicos el magisterio de Francisco. È un momento particolare.