El 20 de Julio, el mismo día que el régimen ilegal del Uberrimo anunciaba con bombos y platillos el comienzo de la celebración del bicentenario de la «independencia» nacional, se presentaron dos hechos, que muestran la felonía y la indignidad a que han llegado las clases dominantes de Colombia: en el aeropuerto de la ciudad […]
El 20 de Julio, el mismo día que el régimen ilegal del Uberrimo anunciaba con bombos y platillos el comienzo de la celebración del bicentenario de la «independencia» nacional, se presentaron dos hechos, que muestran la felonía y la indignidad a que han llegado las clases dominantes de Colombia: en el aeropuerto de la ciudad de Cartagena se salieron de la pista dos aviones de combate de fabricación israelí, pertenecientes a la FAC, conducidos por dos pilotos de Israel; y en altas horas de la noche en la Casa de Narquiño, amparado en las sombras, AUV recibió a una delegación del gobierno dictatorial de Honduras. De no ser porque en el primer caso sucedió un percance imprevisto, no se hubiera establecido que naves pertenecientes al gobierno colombiano eran piloteadas por mercenarios sionistas en nuestro territorio, como expresión del grado de «soberanía» que ha alcanzado este régimen. Y de no ser porque el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de facto de Honduras habló más de la cuenta, para agradecer la lambonería del régimen colombiano, tampoco se hubiera conocido este vergonzoso acto de traición contra el resto de nuestra América.
Sin embargo, estos dos hechos sólo son la punta del iceberg de una constante política incondicional del régimen uribista con las fuerzas más retrogradas a nivel internacional, como se ha demostrado en las últimas semanas con diversos acontecimientos, entre los que cabe mencionar las calumnias viles y los montajes mediáticos contra los gobiernos de Ecuador y Venezuela, la recepción con honores al canciller-delincuente de Israel Avigdor Liberman (a quien en ese país llaman «Vladimir el matón», y al que ningún gobierno europeo y ni siquiera el de Estados Unidos han querido recibir en forma directa, de física vergüenza) y el reconocimiento público, a regañadientes, de la implantación de siete bases militares de los Estados Unidos en nuestro territorio. Todos estos hechos ameritan un análisis general para tratar de entender porque el régimen uribista se ha convertido en el Caín de América Latina.
1. La guerra mundial por los recursos en América Latina
Ante el agotamiento irreversible de los recursos naturales que posibilitan el funcionamiento del capitalismo, cuyo centro se encuentra en los Estados Unidos, en estos momentos las grandes potencias libran una guerra mundial, no declarada ni reconocida, por asegurarse el control de las últimas reservas de esos recursos en todo el mundo. América Latina en su conjunto es una importante fuente de recursos de toda índole: petróleo, gas, minerales, agua, madera, biodiversidad, material genético…, por lo cual es vista por los Estados Unidos como su patio trasero de tipo estratégico, que hoy satisface una cuarta parte de sus necesidades en materiales y energía. En esta perspectiva, para asegurarse el control de tan importante fuente de recursos, Estados Unidos ha decidido incrementar su presencia militar en el continente y para ello ha escogido el territorio colombiano para implantar siete bases militares, que le permitirán un despliegue de sus fuerzas aéreas, navales y terrestres por America del Sur, America Central y el Caribe e inclusive le posibilitaran llegar más rápido al continente africano.
Pero la prioridad inmediata para el imperialismo estadounidense radica en apoderarse de los recursos vitales que se encuentran en el corazón del continente, como son el petróleo de Venezuela y Ecuador, el gas de Bolivia, los minerales y recursos forestales de la selva amazónica, el agua del acuífero guaraní y la biodiversidad y riquezas naturales e hídricas de Colombia. Por si hubiera dudas de esos objetivos estratégicos bastaría con observar un mapa para comprobar el despliegue de fuerzas militares de los Estados Unidos por la región: tiene una base militar en Honduras, la de Soto Cano, desde donde se preparó el golpe contra el gobierno de Manuel Zelaya; cuenta con dos bases en Aruba y Curasao respectivamente, en pleno mar Caribe; dispone de la base de Guantánamo en territorio usurpado a Cuba; posee bases en Perú y Paraguay; y ahora va a tener siete bases, entre aéreas, marítimas y terrestres, en Colombia, desperdigadas por toda nuestra mancillada geografía. A eso hay que sumarle el despliegue de la Cuarta Flota por los mares del continente. No se necesita ser ningún experto militar para constatar que se está cercando con un anillo bélico a Venezuela, país amenazado de manera directa desde el norte y el nororiente (con las bases del Caribe) y desde el occidente (con las instalaciones militares establecidas en Colombia), así como se ha abierto un acceso directo a las tropas de los Estados Unidos al Pacífico y a la selva amazónica, tras la clausura de la base de Manta en Ecuador.
Esto quiere decir, sin titubeos, que el territorio colombiano se ha convertido en el portaviones terrestre y en puerto marítimo de la fuerza aérea y naval del imperialismo estadounidense, cuyo objetivo inmediato se ce ntra en el control directo del petróleo de Venezuela, que posee una de las más importantes reservas de hidrocarburos del mundo. Esto ya estaba bosquejado cuando hace una década se diseñó el mal llamado Plan Colombia, con el cual se vislumbró, al decir de uno de sus proponentes, el senador del Partido Republicano Paul Cover Dale, que «para dominar a Venezuela es necesario ocupar militarmente a Colombia» . Y esto último es lo que, efectivamente, se empieza a materializar en este instante.
En este plan estratégico resultan, entonces, baladíes y circun stanciales los balbuceos de AUV en el sentido que esas tropas invasoras gringas se necesitan para luchar contra el narcotráfico y el «terrorismo» y esa decisión, lo que parece un mal chiste, sería una muestra de autodeterminación y soberanía. Esta «explicación», típica por los demás de cualquier politólogo de la Universidad de los Andes o del IEPRI, choca con la dura realidad de constatar que en los lugares donde intervienen de manera directa las tropas de los Estados Unidos en lugar de disminuir el narcotráfico se incrementa, como sucede hoy por hoy en dos de sus principales enclaves: Colombia y Afganistán, en los cuales se ha disparado la producción y exportación de narcóticos en los últimos 8 años, como resultado del incremento de la «ayuda» en la lucha contra las drogas. Y, además, esto pone de presente que hasta ahora la (in)seguridad (anti)democratica de la que tanta presume el actual régimen es pura mentira, porque con uno de los gastos militares relativos más elevados del mundo no ha podido ganar la guerra contra la insurgencia.
Por su parte, Barac Obama, el descolorido presidente de USA, muy rápido ha mostrado su real carácter imperialista, probando que los anuncios sobre una nueva era de paz y concordia en la política exterior estadounidense eran puras falacias, como se ha demostrado en Honduras y en Colombia. No sorprende en esa dirección que Obana en forma descarada, al estilo de George Bush, haya negado que en Colombia se vayan a establecer bases militares, sino que simplemente se estarían mejorando los lazos de cooperación con este país, que es su principal socio militar en Latinoamérica. Habría que tener mucha imaginación, en consecuencia, para suponer que los cientos de militares y mercenarios yanquis que ya están en Colombia, cuyo número se va a incrementar en los próximos meses, vienen a veranear o a practicar deportes extremos en nuestro suelo. Esa inocente fabula no se lo cree nadie que tenga dos dedos de frente, si recordamos que Estados Unidos cuenta con 1200 bases e instalaciones militares regadas por todo el mundo y que desde dichas bases se han preparado agresiones, ataques, invasiones, bombardeos y ocupaciones de países, para recordar sólo la historia del último cuarto de siglo, como Irak, Afganistán, Somalia, Pakistán, Panamá y Nicaragua entre otros.
En conclusión , el establecimiento de bases militares en suelo colombiano apunta al control y dominio de los recursos estratégicos para el funcionamiento del capitalismo en los centros imperialistas, así ese objetivo se recubra con la terminología nebulosa de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, porque si eso fuera cierto, Estados Unidos se estaría bombardeando a sí mismo todos los días, porque es, en forma simultánea, el principal narcotraficante y terrorista del mundo.
2. Desarticular los gobiernos de izquierda de América Latina
Para hacer posible la apropiación plena de los recursos estratégicos, Estados Unidos ha desplegado otra estrategi a complementaria, consistente en la desarticulación de los gobiernos de izquierda del continente. Por esa razón, viene implementando desde hace varios años un proceso planificado de desestabilización contra aquellos gobiernos que en Centro América y Sudamérica están intentando, con mucho esfuerzo y dificultades, desarrollar una política independiente con respecto a los Estados Unidos y solucionar algunos de los problemas históricos que aquejan a las mayorías pobres de sus respectivos países. Ese proyecto, desde luego, cuenta con la oposición de las oligarquías locales y de los Estados Unidos, su jefe indiscutible.
Para impedir la consolidación de esos proyectos nacionalistas, esa alianza criminal de vendepatrias y yanquis ha recurrido a diversos mecanismos de desestabilización que van desde los golpes de Estado de «nuevo tipo», como lo ensayaron sin lograrlo en Venezuela, pero los implementaron con éxito en Haití en el 2004 y en Honduras a finales de junio de 2009. Este es el mecanismo más directo, cuando han agotado otras formas de saboteo, que incluye una sistemática propaganda mediática, orquestada desde los Estados Unidos y la Unión Europea y con la participación de la prensa oligárquica del continente, entre la cual se destaca por su servilismo la de Colombia. Esta campaña de desprestigio por los medios de desinformación masiva ha llevado a presentar a Venezuela, Ecuador y Bolivia como narcoestados y santuarios del terrorismo y a sus presidentes como lunáticos que no saben lo que hacen y sólo buscan imponer el comunismo en la región. Porque, como en los tiempos de la Guerra Fría, reaparece, vía Miami y Bogotá, el fantasma anticomunista para tergiversar cualquier determinación nacionalista de los gobiernos latinoamericanos.
En el plano de la desestabilización interna de los países mencionados, el régimen colombiano, el más arrodillado de todo el continente ante los Estados Unidos, se ha convertido en la punta de lanza de las fuerzas más reaccionarios y para ello también ha recurrido a los más diversos mecanismos: calumnias y mentiras propaladas por altos funcionarios del régimen, que acusan a Ecuador y Venezuela de ser cómplices de los «enemigos de Colombia»; maniobras mediáticas ordinarias y vulgares para inculpar a los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa, pero que tienen gran impacto en una opinión pública, cada vez más traqueta, en el seno de la sociedad colombiana; violación del derecho internacional, primero con el secuestro de colombianos en Venezuela y luego con el bombardeo criminal al territorio ecuatoriano; todo esto ha venido acompañado de una militarización extrema de las relaciones diplomáticas con los países vecinos, puesto que las fuerzas armadas de Colombia han crecido de manera vertiginosa y cuentan con sofisticado armamento vendido por Estados Unidos, Israel, Rusia e incluso por Brasil, lo que las convierte en un peligro para la paz de la región. Esto último adquiere una dramática actualidad si se tiene en cuenta que el régimen uribista cree que todos los problemas se solucionan a punta de metralla y bombardeos, aunque haya que masacrar a los hermanos de los países vecinos, con tal de congraciarse con el imperialismo. No por casualidad, AUV fue condecorado por el criminal George Bush hace unos cuantos meses por su contribución a la «libertad» y «democracia» como la entienden los Estados Unidos, es decir, matando a granel. Valga recordar al respecto que a finales de la década de 1930, un embajador de los Estados Unidos cobró triste celebridad cuando a propósito del criminal Anastacio Somoza, que había convertido a Nicaragua en un cementerio pero que obedecía en forma incondicional los dictámenes de Washington, dijo que ese dictador «era un hijo de puta, pero era nuestro hijo de puta», y por eso había que apoyarlo. De seguro, Barac Obana hoy puede decir lo mismo con respecto a altos funcionarios de ciertos gobiernos de América Latina, entre los que sobresale por su abyección y servilismo el régimen colombiano.
3. Sabotear e impedir los proyectos de unidad latinoamericana
Aparte de los intentos democratizadores y nacionalistas de alguno s gobiernos del continente, también choca, tanto a los Estados Unidos como a las oligarquías vendepatrias, la pretensión de impulsar la unidad continental en distintos ámbitos, entre los que se incluye como eje fundamental la integración económica. Estos esfuerzos de integración se han concretado, contra viento y marea, en los últimos años en la creación de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y por último de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), con lo cual se han logrado avances importantes, entre los que se destaca la solidaridad que ha mostrado Venezuela en el ámbito energético con respecto a otros países de la región y el impulso a proyectos conjuntos en materia sanitaria, educativa y tecnológica entre los miembros del ALBA, en los cuales es significativa la participación de Cuba. Como parte de esos proyectos sobresale la propuesta de crear un Consejo de Defensa de los países sudamericanos, que desde un comienzo contó con el rechazó del régimen uribista que sólo a regañadientes ingresó a última hora y de mala gana a UNASUR.
Divide y reinaras es, como se sabe, una de las máximas favoritas de todos aquellos que desde los tiempos de Bolívar, Artigas, Sanmartín y Morazán han impedido la conformación de una auténtica confederación latinoamericana de países. Y a la cabeza de ese proyecto de saboteo siempre se han situado los Estados Unidos, desde el Congreso Anfictiónico convocado por Bolívar en 1826. Desde entonces y en forma reiterada, Estados Unidos en alianza con las clases dominantes locales ha mantenido la balcanización del continente, para dominar por separado a cada país y apropiarse más fácilmente de sus riquezas.
Por eso , ahora que se dan pasos en dirección de la unidad, por lo menos en ciertos terrenos, Estados Unidos nuevamente encabeza el proyecto de impedirlos y pare ello se ha aliado con las clases dominantes de todos los países, pero entre ellas sobresale por su vileza la lumperburguesia colombiana. Y ésta ha procedido a cumplir a pie juntillas el mandado: ha impulsado a toda costa un Tratado de Libre Comercio, tanto con Estados Unidos y la Unión Europea, pasando por encima de los intereses de los países vecinos, como Ecuador, Venezuela y Bolivia; ha destrozado la frágil Comunidad Andina de Naciones (CAN) con su política de buscar alianzas con los países imperialistas en desmedro de sus socios comerciales más próximos, lo cual obligó al retiro de Venezuela en el 2006; ha preferido comprarle soja a las multinacionales de Estados Unidos que al gobierno de Bolivia, con lo cual quebró a productores campesinos de ese país, violando las disposiciones de la CAN; mientras AUV habla de derecho a la autodeterminación y respeto a la soberanía colombiana para justificar lo injustificable, como la implantación de las bases estadounidenses, viola la soberanía de los países vecinos y el derecho internacional mediante su política hitleriana, de estirpe estadounidense, de la guerra preventiva y de pretendida legitima defensa (propalada por un ex ministro y pre-candidato presidencial, criminal de guerra y prófugo de la justicia ecuatoriana) para agredir a los vecinos.
Con todo lo anterior, el régimen colombiano se ha convertido en la cuña que los Estados Unidos, está usando para matar en su misma cuna a la UNASUR e impedir que la mayor parte de los países de Sudamérica logre concertar una política común de defensa, que tendría como uno de sus ejes principales impedir la intervención de toda potencia extranjera y la implantación de bases militares en cualquier país de la región. Con ello, los Estados Unidos verían seriamente agrietada la hegemonía en su patio trasero, lo cual no van a permitir de buenas a primeras y por eso están actuando, como ya lo hicieron en Honduras, derrocando a Zelaya, un golpe militar no sólo contra Honduras sino contra el ALBA. No por casualidad, como lo decíamos al principio de este artículo, AUV recibió de manera vergonzosa e indigna a una delegación de los golpistas el 20 de julio. Con esto queda demostrado que la lumpemburguesía crea a los traidores y el imperialismo los junta para actuar al unísono en contra de la unidad latinoamericana.
Y en este sentido , el régimen ilegal que impera en Colombia está cometiendo no sólo un acto de traición sino que está propalando un crimen contra el resto del continente al oponerse concientemente a la unidad de los pueblos de la región, crímenes que por lo demás son típicos de todos aquellos que se distinguen por portar el Síndrome de Caín y que, como decía José Marti, son como el aldeano vanidoso que piensa que el «mundo entero es su aldea», y con «tal que él quede de alcalde, o le mortifiquen al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos».