Luchador antifranquista de larga trayectoria, traductor de Aristóteles, Gramsci, Sokal, John Searle y de otros filósofos y ensayistas, clásicos y no tan clásicos, Miguel Candel, ex catedrático de griego del IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) y ex-traductor de las Naciones Unidas y de la Comisión Europea, es actualmente profesor titular de […]
Luchador antifranquista de larga trayectoria, traductor de Aristóteles, Gramsci, Sokal, John Searle y de otros filósofos y ensayistas, clásicos y no tan clásicos, Miguel Candel, ex catedrático de griego del IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) y ex-traductor de las Naciones Unidas y de la Comisión Europea, es actualmente profesor titular de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona y autor, entre otras numerosas publicaciones, de Metafísica de cercanías (Montesinos, Barcelona, 2004).
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Te pregunto primero por el marco general y, más tarde, por los resultados de España y de Cataluña. ¿Cómo inperpretas la abstención de más del 46% en las elecciones europeas (o mejor, de las elecciones al Parlamento de la UE-28) del pasado domingo?
La abstención en las europeas es crónica. Obedece al hecho evidente de que, para la mayoría, el funcionamiento de las instituciones europeas queda fuera de su campo habitual de visión política. Recientemente, se suma a ello la constatación de que la UE responde cada vez menos a los intereses de los ciudadanos de a pie y cada vez más a los de las élites financieras y empresariales, no ya de toda Europa por igual, sino especialmente de algunos de sus Estados miembros.
La extrema derecha ha ganado en Francia, en Dinamarca y en Inglaterra y su resultado no ha sido nada malo en otros países. ¿Tienes alguna explicación? ¿Por qué en un momento de crisis capitalista como el que estamos viviendo gentes trabajadores o desempleadas han tomado esta opción?
Por una mezcla de motivos honestos y deshonestos. Los deshonestos son los ya bien conocidos de la xenofobia, o tendencia a echar la culpa de los problemas sociales a los foráneos (inmigrantes, básicamente, pero también compatriotas de otras regiones del país, como en algunos movimientos separatistas de gran actualidad). Los honestos son motivos que también esgrime (pero podría esgrimir con mayor contundencia) la izquierda, a saber, el rechazo de las políticas neoliberales impuestas por las élites financieras transnacionales y los gobiernos a su servicio: austeridad, demonización de la inflación, sacralización de una moneda única sobrevalorada cuyo mantenimiento como tal exige devaluaciones internas en forma de recortes salariales y de las prestaciones sociales, etc. Rechazo, en definitiva, de la actual construcción europea al margen y en contra de los intereses de la gran mayoría.
¿Qué opinión te merece el triunfo de Syrirza en Grecia?
La opinión es compartida por mucha gente, incluso comentaristas de derechas: el triunfo de Syriza demuestra que no se puede tensar indefinidamente la cuerda de la austeridad a costa de los de abajo. La derecha, como responde a los intereses de los de arriba, puede aguantar mejor la reacción popular que la pseudoizquierda comprometida con las políticas neoliberales: el viejo PASOK ha pasado de un porcentaje de voto superior al 30% a un mero 8%, ¡por debajo de Aurora Dorada! A veces se hace realidad, mutatis mutandis, aquello de que «Roma no paga a traidores».
¿Y los resultados alemanes? Triunfo de la Merkel, incremento del voto al SPD y un resultado digno pero insuficiente de Die Linke. ¿No hay más por el momento?
Los alemanes, pese a los ajustes impuestos en su momento por el pseudosocialista Schröder, pese a los ocho millones de trabajadores precarios, están globalmente en la parte ancha del embudo en que se ha convertido la Unión Europea. Es normal que digan aquello de «Virgencita, que me quede como estoy».
Y si giramos la vista a Portugal, ¿qué opinión te merece el resultado del PCP y del Bloco?
Pues que a veces, si trabaja con honestidad y constancia, y sin que a los dirigentes se les pegue el trasero a la silla, la izquierda anticapitalista «clásica» acaba inspirando más confianza que las innovaciones improvisadas, por simpáticas que caigan de entrada. Dicho sea sin ánimo de hacer traspolaciones al curso alto del Tajo…
Me centro ahora en España. ¿La abstención esperada? Sus causas…
Las mismas que valen para el resto de Europa, a las que ya me he referido. No creo que haya factores diferenciales apreciables.
¿Qué te parece la caída del PPSOE? Si no ando errado, nunca habían conseguido menor porcentaje de votos sumando sus fuerzas. ¿Es la muerte en el asfalto ciudadano del bipartidismo?
Hubo una época en que parecía imposible que el PSOE, que había fidelizado electoralmente a la gran mayoría de una clase obrera española ideológicamente muy vacunada contra todo lo que oliera a cambio radical, pudiera perder la mayor parte de su base social, como se diría que ha ocurrido. Desaparecido de la escena (aunque siga, cada vez más patético, entre bambalinas) el gran encantador de serpientes que fue Felipe González (el más eficaz desnaturalizador de los valores de la izquierda conocido hasta la fecha, junto con su amigo Bettino Craxi), la mediocridad de sus sucesores y la virulencia de la crisis han hecho imposible seguir ocultando la naturaleza neoliberal de una política económica regresiva mal aderezada con algunas medidas progresistas en cuestiones secundarias.
En cuanto a Izquierda Unida. ¿Bien, regular? ¿Podían haber sido muchos más? ¿Por qué no hemos subido un poco más hacia cumbres de resistencia y voto masivo?
Para lo que se esperaba, regular. De hecho, siempre pasa: los pronósticos de precampaña suelen ser mejores que la realidad final. Mucho votante socialista cabreado se jura a sí mismo que votará a Izquierda Unida y al final se arruga (por anticomunismo las más de las veces) y, si aún le dura el cabreo, simplemente se abstiene. Me da la impresión de que los que cambian de voto a favor de IU lo hacen en dos tiempos (como el saludo militar): en unas primeras elecciones, abstención; en unas posteriores, con suerte, voto a IU. Por otro lado, la persistencia de las mismas caras de siempre y la percepción de IU, a la vez, como partido «tradicional», no sobrado de cuadros brillantes y con escasa convicción en sus propias posibilidades de hegemonizar algún día la izquierda frenan su crecimiento entre las nuevas generaciones.
La sorpresa, el sorpasso casi: «Podemos». ¿Qué opinión te merece ese más de 1 millón 200 mil votos a su favor? ¿Es extraña flor de un día? ¿Hay que apoyarles, hay que llegar a acuerdos con ellos?
No creo que «Podemos» le haya quitado un número apreciable de votos posibles a IU. Las limitaciones de IU vienen, creo, de lo que digo en respuesta a la pregunta anterior. En mi opinión, «Podemos» es la traducción en votos de un segmento importante de antiguos abstencionistas (jóvenes, sobre todo) a los que ilusionó el 15-M y, superando -¡por fin!‑ inveterados prejuicios antielectorales de matriz ácrata, han decidido canalizar las ilusiones que despertó el 15-M y la indignación por los abusos de los poderosos (corrupción incluida) hacia un grupo improvisado (casi tan improvisado como lo fue el propio 15-M), libre a primera vista de los estigmas que parecen acompañar a los políticos profesionales de este país, ésos que «no nos representan». He de confesar que en este punto me equivoqué completamente en mis pronósticos electorales. No en la creencia de que «Podemos» pocos votos le iba a quitar a IU (repito que el electorado español adolece de una gran inercia -e ignorancia de los programas- y raramente deja de votar a un partido al que ha votado mucho tiempo para votar a otro sin pasar por la estación intermedia de la abstención). En lo que me equivoqué fue en no pensar que «Podemos» pudiera llegar a entusiasmar a tantos abstencionistas y antiguos votantes desencantados (del PSOE, básicamente). El éxito de «Podemos» revela, por otro lado (lo que es muy sano para un sistema democrático), que el votante poco enterado de los detalles de la ejecutoria de los partidos y aquejado de la inercia electoral a la que he aludido, empieza a dejar paso a un votante más informado, más al día (redes sociales mediante) y con menos «masa inercial» a la hora de dar su voto.
En cuanto a Compromís y otras fuerzas minoritarias.
La verdad es que son grupos que me inspiran poca confianza y hace tiempo que no sigo su trayectoria. En ciertos momentos han parasitado electoralmente a IU y eso los descalifica bastante a mis ojos.
Me centro ahora en Cataluña. La abstención, un poco menor que la española, ¿merece algún comentario Som els catalans més europeistes?
Como no sea por la obsesión ante la duda de si nos acogerán cariñosamente como «nou Estat de la UE» en caso de independencia, no me lo parece en absoluto. Por cierto que hay una cuestión previa a ésa de si nos dejarán seguir sentados a la mesa comunitaria (ésa en la que los apetitosos manjares han dado paso al aceite de ricino): la de si se tomarán en serio una declaración unilateral de independencia y nos reconocerán como Estado independiente, dentro o fuera de la UE.
¿Quién ha ganado las elecciones aquí? ¿ERC, el soberanismo, el independentismo, el dret a decidir?
Lo único indiscutible es que, por escasa mayoría relativa, las ha ganado ERC. Lo demás depende de un complejo cálculo, hoy por hoy imposible, de los porcentajes de votantes de CiU i de ICV-EUiA que son independentistas convencidos, confederalistas, federalistas o incluso partidarios del statu quo. Suponiendo que el 56% sumado por los partidos que suscribieron la famosa declaración a favor del «proceso soberanista» corresponda íntegramente a partidarios de dicho proceso, estaría claro que ese bloque habría ganado las elecciones, pero no tan claro que constituya la mayoría de la población catalana, al ponderar ese porcentaje en función de una participación aproximada del 47%. Y menos claro todavía que ese bloque esté íntegramente por la independencia, que es la opción que realmente esconde la ambigua expresión «dret a decidir» (sería más honesto emplear la terminología clásica: «derecho de autodeterminación»; si no se hace es, sin duda, porque una amplia jurisprudencia internacional niega carácter universal a ese derecho, condicionándolo a una serie de supuestos que difícilmente puede sostenerse que se den hoy en Cataluña).
¿CiU ha perdido definitivamente la hegemonía en el proceso autodenominado soberanista?
Está por ver. Si finalmente el proceso acaba con un pacto fiscal muy favorable para Cataluña, CiU será quien se adjudique el mérito y se olvidará de todo lo demás, recuperando seguramente apoyo electoral, aunque a costa de un extendido sentimiento de frustración entre los sectores hoy entusiasmados con la idea de la independencia.
¿Se pueden sumar, perdona la insistencia, como algunos hacen, los votos de ERC, CiU y los de IC-EuiA?
Ya he respondido en parte a esa pregunta. Por múltiples tetimonios consta que una parte importante de los votantes de ICV tenían la mente puesta en un cambio de la correlación de fuerzas favorable a la izquierda en el conjunto de España, no en un proceso de secesión. Tampoco pueden sumarse los votos de Unió Democràtica de Catalunya sin saber qué porción de ellos comparte, y en qué medida, el proyecto independentista. Que no hay unanimidad al respecto ha quedado repetidamente claro por boca del propio Duran i Lleida
¿Observas entonces un éxito movilizador y electoral de las fuerzas que abonan la independencia de Cataluña, el nuevo estado libre de Europa?
Éxito relativo. No llegar ni al 50% de participación después de todos los esfuerzos y toda la agitación realizados no es como para tirar cohetes (salvo que uno espere a la noche del 23 de junio).
En cuanto a ICV-EUiA: ¿bien, regular?
Mismo juicio que respecto a IU, con el punto a favor de que la campaña de Ernest Urtasun ha sido bastante convincente, pero con el punto en contra de que, una vez obtenida su acta de eurodiputado, se incorporará al Grupo Verde del Parlamento Europeo, y no al grupo al que pertenece IU, la Izquierda Unitaria Europea. Y eso no me consta que se le haya advertido al electorado.
Algo se ha dicho pero no está informado verdaderamente.
Por lo que creo que se puede hablar, como en el caso de Compromís, de parasitismo electoral a costa de IU (a la que no parece importarle con tal de sumar votos en Cataluña, aunque luego sirvan para engordar la peña de Daniel Cohn-Bendit….). Sarna con gusto no pica. Bueno, no picará a los dirigentes, pero ¿a la base tampoco?
Podemos, sin apenas hacer campaña aquí, ha conseguido casi un 5%. Un exitazo ¿no te parece?
Éxito total, algunas de cuyas claves he señalado más arriba.
Me voy del tema: ¿hay que luchar por más Europa? ¿Qué Europa debería ser esa si es el caso? ¿Hay que volver a un mayor poder para los Estados nacionales o plurinacionales?
Como dice Jean-Pierre Chevènement en un libro de inminente aparición en España (editorial Montesinos – El Viejo Topo), hay que construir Europa a partir de sus naciones, no al revés. Pretender esto segundo está llevando a la destrucción progresiva de sus naciones, únicos espacios, hoy por hoy, donde se puede ejercer la soberanía popular. De la creciente y dolorosa conciencia de este proceso de «desnacionalización» se alimentan partidos como el de Marine Le Pen. Y, a su modo también, pero echándole la culpa exclusivamente al Estado español, el movimiento separatista catalán.
No se ha hablado mucho del euro en esta campaña. Incluso, dicho más directamente, no se ha hablado. Cuál es tu opinión al respecto: ¿permanecer?, ¿salir? ¿Cómo si es el caso?, ¿de qué forma, sin moneda única? ¿Qué es eso de la moneda común de la que creo que tú y Monereo habéis hablado alguna vez?
Es el propio Chevènement (y no sólo él) quien habla de ello. El euro es un fracaso y un dogal para los países económicamente más débiles de la UE, pues está sobrevalorado por conveniencia de Alemania, cuyas exportaciones no se resienten de un euro fuerte, gracias a la elevada productividad de su economía, y cuyas importaciones extracomunitarias le resultan muy baratas. Como la moneda es reflejo del potencial económico del país que la usa, el euro ve amenzada su cotización actual por la debilidad económica de los países del Sur e Irlanda. Para conjurar esa amenaza y mantener el euro a su nivel actual se impone limitar su circulación mediante una política monetaria restrictiva, prácticamente deflacionista (déficits presupuestarios cero, fuerte restricción del crédito con la subsiguiente reducción de la actividad productiva, aumento vertiginoso del paro y una espiral de recortes salariales y sociales de todo tipo). Esa situación es insostenible a medio o corto plazo. Los Estados deben recuperar el margen de maniobra que sólo una política monetaria propia permite, sustituyendo el euro-moneda-única por un euro-moneda-común que corresponda a una «cesta» de monedas nacionales con tipos de cambio variables, pero coordinados para evitar las cascadas de devaluaciones competitivas. Monedas nacionales que, obviamente, deberán en su mayoría perder valor respecto al euro actual para reflejar el potencial económico de cada Estado, lo que exigirá, a su vez, acuerdos de condonación parcial de muchas de las actuales deudas expresadas en euros, que ya hoy resultan impagables o sólo reembolsables a lo largo de decenios. Cuando algunos advierten horrorizados de las dificultades que entraña todo proceso de devaluación, habría que recordarles que esa devaluación está ya teniendo lugar: no hacia fuera, sino hacia dentro, con rebajas de salarios y (siempre a remolque de éstos, no al revés) de precios. La devaluación externa, que de entrada encarece las importaciones y sólo al cabo de un tiempo se compensa con el aumento de las exportaciones, es dolorosa, pero es un túnel del que se acaba saliendo. El actual proceso de devaluación interna es aún más doloroso y no tiene salida, por mucho que mienta Rajoy a coro con sus patéticos colegas europeos, entre reverencia y reverencia a Frau Merkel y a los «hombres de negro», esos escarabajos peloteros del neoliberalismo.
¿Tenemos que pensar que las generales van a ser parecidas?
Es de prever que las tendencias se mantengan, aunque variarán los porcentajes y la participación será más alta. Pero lo que pase en ellas dependerá de muchos factores que no podemos anticipar.
Por cierto, ¿habrá o no habrá referéndum en Cataluña el próximo 9 de noviembre? Si no, qué pasará entonces?
Los ANC boys y los partidos que, más que servirse de ellos, parece que los sirven montarán seguro algún número de envergadura que puede ser más bien una gymkama de acciones impactantes entre el 11-S y el 9-N, con posible «traca final» en esta última fecha. Dudo que dicha traca pueda ser un referéndum mínimamente serio montado por libre. En cuyo caso nos esperan, bien unas elecciones catalanas anticipadas al 2015, con carácter plebiscitario, es decir, al grito de «boti, boti, boti, botifler qui no ens voti», bien lo mismo en 2016, aunque no sé si las ansias secesionistas de ERC le permitirán soportar tan larga espera.
¿Algo más que quieras añadir?
Que, como dicen los chinos para referirse a las épocas difíciles, nos esperan meses y años interesantes…
Espero que esos años interesantes sea para el buen interés sea para bien de todos y todas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.