El ex premier tuvo que responder a la pregunta de por qué el diario The Sun pasó de ser crítico a apoyar al laborismo en 1997. Dijo que no hubo ningún trato, pero admitió que «preparaba» al magnate antes de adoptar una política adversa.
La invasión de Irak en 2003 lo perseguirá hasta el fin de sus días. En medio de su declaración ante la Comisión Leveson, que investiga la relación entre los medios y el mundo político, un hombre irrumpió detrás del magistrado a cargo acusando al ex primer ministro Tony Blair de ser un criminal de guerra. «Este hombre debería ser arrestado por crímenes de guerra. JP Morgan le pagó por hacer la guerra en Irak. Tres meses después invadimos ese país. Después se hizo con el banco de Irak por 20 millones. JP Morgan le pagó seis millones de libras por año después de que dejó de ser primer ministro», gritó David Lawley-Wakelin, un documentalista de 49 años, antes de que lo arrestaran.
El primer ministro negó categóricamente la acusación, el juez Leveson le indicó que no tenía por qué responder, a lo que Blair, rapidísimo de reflejos, contestó que estaba de acuerdo, pero que ése era el problema de los medios hoy en día. «Parte del problema de la política moderna -y esto no es una crítica de los medios- es que uno puede tener mil personas en un cuarto, pero si alguien se levanta y grita o arroja algo, esa persona es la noticia. Los otros 999 podrían haberse quedado en casa y no pasaba nada», señaló Blair.
La irrupción del cineasta efectivamente marcó el momento más memorable del testimonio de Blair, que se manejó con extremo aplomo, sin dar un paso en falso. En 1995, Blair, entonces líder de la oposición laborista, cruzó medio planeta para presentarse ante la conferencia anual de News International, la corporación de Murdoch. El grupo se había opuesto con ferocidad al laborismo desde que puso pie en el Reino Unido, en los ’70. El viaje de Blair era un intento de allanar ese obstáculo. El viaje fue un éxito. El The Sun le dio el apoyo al Nuevo Laborismo, que ganó con comodidad las elecciones de 1997. En la Comisión Leveson le hicieron la pregunta obvia: ¿A cambio de qué el grupo Murdoch cambió de posición?
Blair indicó que no hubo ningún tipo de trato o favor. El ex primer ministro señaló que Murdoch «nunca hizo lobby sobre temas mediáticos», pero reconoció que él era consciente «de la posición que tenía la compañía». Blair dio seis ejemplos de medidas que él adoptó que iban en contra de los deseos de Murdoch, como el rechazo del intento de BskyB de adquirir el club Manchester United y la decisión de aumentar a casi el doble el financiamiento de la BBC, corporación pública que ha sido la bestia negra del grupo por décadas.
En un testimonio previo, un ex miembro del equipo de prensa de Blair, Lance Price, indicó que Murdoch era el «miembro 24 del gabinete» del ex primer ministro y que Blair jamás cambiaría de política en Europa sin consultarlo. Blair sorteó con habilidad la pregunta. «Es absurdo decir que no iba a adoptar una política sin su permiso. Pero es cierto que si decidíamos adoptar una política que le importara mucho a un grupo en particular, trataríamos antes de prepararlo para el cambio. Me parece que no hay nada incorrecto en eso», dijo Blair. El ex primer ministro reconoció que había evitado una confrontación con los poderosos magnates mediáticos por el riesgo de ser objeto de ataques constantes todos los días. «Los propietarios y editores usan algunos periódicos como instrumentos de poder en los que no queda claro qué es noticia y qué es comentario» señaló Blair.
En una semana clave de testimonios ante la Comisión Leveson, que verá desfilar a varios miembros del gabinete, incluido el atribulado ministro de Cultura Jeremy Hunt, la conflictiva relación entre los medios y el mundo político quedó en evidencia con revelaciones sobre la presión de los conservadores sobre la BBC. Un video de cinco minutos colgado en la red mostró a Craig Oliver, director de comunicación del primer ministro David Cameron, atacando y amenazando a Norman Smith, el corresponsal político de la BBC, por «la parcialidad de sus reportajes» y la manera en que estaban cubriendo la situación de Hunt. En la filmación, que fue realizada sin que Oliver se diera cuenta, el director de comunicación de 10 Downing Street señalaba que se había quejado ante los ejecutivos de la BBC, que se habían comprometido a que serían «menos parciales».
En otro episodio que revela la desconfianza atávica de los conservadores hacia la corporación pública, el ex jefe de prensa del alcalde de Londres Boris Johnson, Guto Harri, amenazó a la BBC con iniciar una «gigantesca pelea pública» con la ayuda de sus «buenos amigos en 10 Downing Street». En una señal de los vasos comunicantes que hay entre los medios y el gobierno, Harri es un ex corresponsal de la BBC que anunció la semana pasada que pasaría de ser el encargado de prensa de Johnson a ser el director de comunicación de News International, la organización del grupo Murdoch. Poco después de ser electo, el mismo Johnson escribió una columna en el Daily Telegraph en la que atacó a la BBC, a la que acusó de ser una «cueva de izquierdistas». El problema hoy para los conservadores es que la BBC sigue teniendo una entrañable reputación pública para los británicos, que la bautizaron cariñosamente «la tía» (auntie BBC), mientras que las acciones de Murdoch han caído y amenazan con derrumbarse debido al escándalo de las escuchas telefónicas.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-195157-2012-05-29.html