Finalmente, el gobierno optó por enfrentar los conflictos sociales con las armas en la mano. Dio así, de ese modo, curso a un proceso incierto. Todos saben cuándo y cómo comenzó, pero nadie sabe cuándo, ni cómo, acabará. Grave error, sin duda, que trastoca todos los valores del análisis político y arrastra a la confusión […]
Finalmente, el gobierno optó por enfrentar los conflictos sociales con las armas en la mano. Dio así, de ese modo, curso a un proceso incierto. Todos saben cuándo y cómo comenzó, pero nadie sabe cuándo, ni cómo, acabará.
Grave error, sin duda, que trastoca todos los valores del análisis político y arrastra a la confusión a muchísima gente.
Las declaraciones de Keiko Fujimori abogando por el «diálogo» y la «suspensión indefinida del proyecto Tía María», o las de García condenando «el uso de la violencia armada contra el pueblo», parecen extraídas de una serie de ficción.
Ahora las expresiones más turbias de la reacción, se dan el lujo de dar lecciones de civismo, ponderación, ecuanimidad y buen criterio.
Que eso ocurra, no constituye ninguna lección provechosa para la ciudadanía. Al contrario. Sólo sirve para que la desorientación cunda y la gente no sepa realmente quién -o quiénes- representan realmente los verdaderos intereses del país.
El tema de fondo es ciertamente complicado. Se trata de definir la ejecución, o la muerte, del proyecto minero «Tía María», que -asentado en el Valle de Tambo, en la región Arequipa- ha despertado la ira de la población.
Es claro que la responsabilidad del tema, la tiene el gobierno de García, que entregó la concesión a la Southern incluso con estudios medio ambientales que desaconsejaban severamente cualquier actividad minera en la zona.
Pero eso, ya no importa a nadie. Al conflicto se ha desarrollado y ha madurado de tal modo que carece de sentido saber quién dio el puntapié inicial en este oscuro partido. Lo que importa, es lo que está ocurriendo ahora, y lo que podrá acontecer en el futuro inmediato y luego mas adelante.
Para los días 27 y 28 de mayo está previsto un Paro Regional en todo el sur peruano. Siete Grandes ciudades se sumaran masivamente a la acción, convencidos que la causa de los pobladores es justa. Pero ella ha ganado aún más adhesiones.
En diversas ciudades del norte y del oriente, ha tenido lugar manifestaciones y otras muestras de activa solidaridad con quienes -al recusar la inversión minera- cuestionan la contaminación de las aguas y la atmósfera, así como la destrucción de la flora y la fauna silvestre.
Y nadie necesita analizar sesudos estudios ambientales para entender eso. La gente tiene a su lado la expresión viva de lo que habrá de ocurrir: en 1953 el valle contiguo –Moquegua– era un prodigio de la naturaleza: sembríos cosechas, pastizales, ganado, producción lechera, agricultura boyante y bio diversidad eran el común denominador en una zona en verdad paradisiaca que me tocó conocer siendo aún niño.
Después, vino la Southern -la misma empresa de «Tía María»- y destruyó todo. De valle, solo quedaron zanjas y carreteras en espiral. Se extrajo el cobre de Toquepala a «tajo abierto» y desapareció toda expresión de cultivos. El valle se extinguió, al tiempo que el preciado mineral salió del país para nunca más volver.
Los «extractivistas» -unidos a los exportadores de uno u otro pelaje- batieron palmas, pero fue la empresa la que se llevó las joyas de la corona, en tanto que al Perú apenas le quedó el valor de los impuestos y el olor de la pobreza convertida en desolación.
También en esa circunstancia, hubo muertos. Los agricultores del valle de Moquegua opusieron valerosa resistencia. Y a partir de allí, los obreros mineros de Toquepala se sumaron a la lucha contra el Poder financiero del consorcio beneficiado en ese entonces por la dictadura de Odría.
¿Quién podrá pedir a los agricultores de Tambo que confíen esta vez? ¿Quién podría asegurarles que su valle permanecerá intocado en tanto que ellos mismos podrán acumular fortunas gracias al mineral obtenido gracias a una «explotación limpia»?, ¿Quién, en definitiva, podrá jugar el papel de «garante» para avalar esa felonía?
El Presidente Humala dice que el Estado Peruano no puede «denunciar» e «incumplir» el tratado suscrito con la Southern, y que, por eso mismo, él está «obligado» a llevarlo a cabo. Pero no fundamenta nada ni deslinda las responsabilidades. No explica a la gente las posibilidades y alternativas. No da la cara para responder las inquietudes de millones de peruanos que se movilizan en torno al tema.
Prefiere esconderse tras la pantalla de la tele, o hablar pegado a un micrófono, o dictar disposiciones que dictan el uso de la fuerza, contra quienes protestan o reclaman.
La paz de los cementerios parece ser la opción escogida por el régimen.
Esa opción bien pudo haberse extraído de los planes de gestión de Alan García, o de los archivos y canteras del fujimorismo, cuyas manos manchadas de sangre se agitan hoy pidiendo «tranquilidad y paz».
Pero esa paz es incompatible con la demanda de los pueblos porque asoma desligada de un concepto que la complementa de modo natrual: justicia.
Justicia para el pueblo, para el valle, la agricultura, los cultivos y la bio diversidad. Justicia para «los de abajo», aquellos que apenas tienen la fuerza de sus manos para sembrar y labrar la tierra, y no poderosas máquinas de acero que se tragan el oro, la plata y el cobre.
En torno al tema de «Tía María» se habló de una «tregua» de 60 días. Ella, ha sido superada por la realidad. El propio gobierno se ha olvidado de ella porque no ha dispuesto nada para debatir con los pobladores, y sí mucho por reprimir su voluntad de lucha.
Se ha creado, bajo el telón de la violencia, un escenario propio para todo tipo de provocaciones. Cualquier interesado en fomentar el caos, y atraer las más variadas expresiones del terror puede activar un cartucho de dinamita en Tarata o en cualquier lugar, en Lima o en cualquier otra ciudad. Y cualquier aventurero puede pedir lo que salga de sus entrañas en un cúmulo de odio contenido, o de rabia alimentada.
Las pasiones, sin embargo, no sus buenas consejeras. Hace muchos años -no lo olviden- un activo luchador caucásico nos dijo: «hay que tener siempre la cabeza fría, y el corazón ardiente». ¿Lo recuerdan?
Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.