«…Dejo mi cadáver a mis adversarios como una muestra de desprecio, porque ya cumplí la misión que me impuse», redactó en su carta de despedida el dos veces ex presidente de la República y acusado de corrupción, Alan Gabriel Ludwing García Pérez. Y esta oración puede ser entendida de dos formas. La primera, en el […]
«…Dejo mi cadáver a mis adversarios como una muestra de desprecio, porque ya cumplí la misión que me impuse», redactó en su carta de despedida el dos veces ex presidente de la República y acusado de corrupción, Alan Gabriel Ludwing García Pérez. Y esta oración puede ser entendida de dos formas. La primera, en el sentido que refleja el ego colosal que ha caracterizado al líder del Apra toda su vida al señalar que «ya cumplió su misión». Y la segunda, es que les arrebata a sus contrincantes políticos el deseo de verlo tras las rejas.
Esta última cuestión a nublado la razón y exacerbado las pasiones, produciendo una serie de especulaciones como la de que García se habría fugado y estaría disfrutando de su vida en una playa paradisiaca. Y en su apasionamiento estéril, el antiaprismo, no se da cuenta, que alimenta más el mito del sumiso al Imperio del Norte, Alan García. El antiaprismo debe superar la agitación irracional contra el aprismo contrarevolucionario que coadyuvó a la creación del fenómeno fujimorista, pero que a la vez fue formado con el «martirologio aprista» (que Alan termina distorsionando en comparación con los mártires de la revolución aprista de Trujillo, Callao, etc.). Y es que, así como es un lugar común que sus gobiernos fueron corruptos, pues, también lo es que era un líder carismático, orador y que, en su «mesianismo», prefirió suicidarse a enfrentar la justicia burguesa y la humillación para él y su familia (así como la expropiación de sus bienes y cuentas).
La corrupción no nació con el delfín de Haya de la Torre (aunque éste formó así a los cuadros apristas al plantear su tesis del «espacio y tiempo histórico» y su correspondiente «imperialismo bueno»), ni morirá con él. Tiene su origen en la gran propiedad privada de los medios de producción y fue desarrollado a su máxima expresión con la barbarie del sistema capitalista en que vivimos. Y Ollanta y Susana, nacionalista y centro izquierdista, respectivamente, también son parte del affaire Odebrecht, y «sus delitos son relativamente mayores», en la medida que se presentaron por izquierda enarbolando principios como la honestidad y destruyendo los movimientos sociales que estaban recomponiéndose o recién surgiendo como el movimiento cocalero, minero artesanal o Sin Techo.
El velorio de Alan ha servido, entre otras cosas, para victimizar al aprismo y lanzar la figura renovada y de polarización de Danton García y a la vez la solidaridad de los partidos políticos de Odebrecht como el PPC, FP, AP y PNP (aunque Ollanta fue rechazado por el Benjamín de la familia). Y es sintomático el discurso de Barnechea planteando una especie de alianza a lo que queda del APRA, que a la vez le genera fisuras internas acciopopulistas con los «barnecheveres». En verdad, la única forma que los partidos del régimen en derrumbe puedan sobrevivir políticamente es a través de una Gran coalición populista.
Así las cosas, el antiaprismo, tiene grandes desafíos por delante. Para eso, debe superar las pasiones, ser objetivo y comprender que, toda esta «fuga» puede ser una novela promovida, en parte (y en parte también por sectores interesados en mantener vivo el mito), por el propio gobierno para generar confusión, ya que ha visto su estrategia política de prisiones preventivas cuestionada por todos los partidos políticos (menos APP y la izquierda liberal), pero que se aferra a la misma porque es la razón de ser de su semibonapartismo y en ese sentido de negociación política con la oposición (a pesar que para las cámaras las pone en tela de juicio). De lo contrario, con un país convulsionado -crisis no resuelta en Las Bambas, rebeliones focalizadas en Puno y Loreto- y un presidente con rabo de paja (y su ministro estrella Bruce recién estrenado obligado a renunciar también por corrupción), sin estructura partidaria, pues, sus días estarían contados.
Por esta razón, no es casualidad que Vizcarra, más aislado que antes, y como una estrategia de evitar más disgregación política, se haya visto obligado a proponer «la unidad de los peruanos para combatir la pobreza y al Ministerio Público la revisión de las prisiones preventivas». Y es que él es consciente que para imponer los planes de ajuste neoliberal (DS 345) y pro imperial (contra Venezuela), necesita la unidad de los poderes fácticos.
Por tanto, por una cuestión de método y de principios, no solo no debemos estar agitando por fiscales como si fueran semidioses (más aun con el ejemplo del juez Moro que ahora es Ministro de Justicia de un neofascista como Bolsonaro). Al final, justicia capitalista es justicia capitalista. Sino dotarnos de un contenido programático que nos ayude a conectar con las/os trabajadoras/es que están esperando una propuesta para superar la corrupción en la obra pública como, por ejemplo, que se habrán los libros contables de la misma, que se haga público el Acuerdo con Odebrecht, proscripción de los partidos políticos financiados por Odebrecht, cárcel para la casta política corrupta y los dueños de Graña y Montero, JJC, expropiación de los bienes y cuentas de las empresas involucradas en el escándalo, no al pago de la Deuda externa y nacionalización de las palancas fundamentales de la economía (bajo control de las/os trabajadoras/es).
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