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Costa Rica

El peligroso vuelo de la libertad

Fuentes: Rebelión

Después de varios años de publicar artículos de opinión en diversos medios electrónicos, nacionales y extranjeros, y sumando más de 450, he llegado a una conclusión bien simple: el peligroso vuelo de la libertad de expresión tiene más enemigos que amigos. Tiene más detractores que aliados. Tiene más incomprensión y etiquetamientos que lecturas inteligentes. Y […]

Después de varios años de publicar artículos de opinión en diversos medios electrónicos, nacionales y extranjeros, y sumando más de 450, he llegado a una conclusión bien simple: el peligroso vuelo de la libertad de expresión tiene más enemigos que amigos. Tiene más detractores que aliados. Tiene más incomprensión y etiquetamientos que lecturas inteligentes. Y me pregunto: ¿valdrá la pena seguir en esta lenta y dolorosa lucha por develar lo que está oculto, lo que no se quiere que se sepa, las intenciones escondidas en el pantano de la desinformación?

Interesantes conclusiones se derivan del análisis de los comentarios que, algunos medios, permiten luego del artículo, realizados por tres tipos de personas: los que entendieron bien el mensaje y les molesta enormemente lo expresado, los que lo filtraron a través de sus propias opiniones y conceptos, y los que no entendieron nada de nada (o se hacen que no entendieron) y luego se permiten observaciones descabelladas.

Pero lo que es la tónica común se expresa en que, la más de las veces, las opiniones adversas (que son las más) están teñidas de preconceptos, muchos de ellos inoculados por años de «lavado mental» que los medios de comunicación masiva difunden, haciendo presa fácil de quienes no están acostumbrados al pensamiento crítico, siguiendo las instrucciones derivadas de una estrategia bien planeada por los poderes fácticos que manejan el poder económico y a sus sirvientes políticos. Nada hay de crítica, más bien mucho de fundamentalismo, de insulto personal, de etiquetamiento, de estulticia.

El peligroso vuelo de la libertad no es de ahora, así lo ha sido siempre. Es como un hado maligno que persigue al ser humano, ya sea a través de las concepciones políticas, económicas, religiosas o sociales. La sumisión del pensamiento es la tónica común, y lo que es peor, se fomenta desde la escuela mediante programas educativos diseñados para eliminar de los jóvenes y convertir en los adultos en postura cómoda, la incapacidad de pensar por sí mismos. Ya que es mucho más fácil repetir como loros los «slogans» inoculados, que derivar conclusiones propias.

Una de ellas, y quizá la más importante de todas, es que a cualquiera que defienda la justicia social en contra de la depredación implantada e implementada por esa tristísima forma de concebir el mundo y la sociedad, llamada neoliberalismo, se le cataloga de comunista. Y lo que es aún peor: se considera que ser comunista (o socialista, según el caso) es algo malo intrínsecamente, por absoluta incomprensión del pensamiento de Marx y por la contaminación mental prevaleciente, fruto de años y años de lavado mental.

Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que alguien tilde de izquierdista, comunista, socialista o cualquier otra cosa a una persona, si desconoce el pensamiento social? Y agregaría, también el pensamiento neoliberal, como me han demostrado infinidad de veces muchas personas que se declara acérrimas enemigas de todo lo que huela al tufo de socialismo, como ellos mismos dicen.

Sobre este tema, que tiene mucho de cacería de brujas, Carlos Poblete Avila (Chile), en un artículo publicado recientemente decía: cada cierto tiempo y en particular en períodos electorales en nuestra Latinoamérica, suele aparecer el concepto, pero sobre todo la consigna sin asidero del «peligro marxista», esgrimido por adversarios o enemigos de esa filosofía, esto porque quienes con argumentos y razones sustentan dicha doctrina, y postulan y acceden a sitios de representación en uso de un derecho. Ese peligro, ese miedo es una falacia interesada.

Históricamente tal doctrina y quienes la sustentan han sido demonizados, inclusive así lo hizo hace unos años un Papa, en verdad más de un pontífice formuló similar alusión.

El marxismo es una teoría, una concepción del mundo, una ciencia, concebida de manera genial por su creador, Carlos Marx. Dicha filosofía es un instrumento de interpretación y de transformación del mundo, de la sociedad humana, que desde su histórica aparición a mediados del siglo XIX, con aquella señera e inicial obra «El Manifiesto Comunista», en verdad un Programa Político, sacudió las estructuras basales de la sociedad de entonces, y su vigencia es hasta hoy.

Marx y Engels fueron inseparables compañeros de ideas y de lucha, ambos son los creadores de la mencionada filosofía, articulada sobre el materialismo y la dialéctica, ésta como la doctrina del desarrollo.

Otra cosa bien diferente es el «comunismo soviético» o «a la cubana», o cualesquiera otras modalidades de aplicación de esta nuestra criollísima América Latina, que muchas veces de «marxismo» tienen bien poco.

Por razones de cultura general, así como se leen otras obras del genio humano, tales como la Biblia, El Quijote de la Mancha, y otras notables creaciones, así también deben conocerse el citado «Manifiesto»,»El Capital», «El origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado», «La dialéctica de la naturaleza»,etc., porque ellas permiten ampliar el horizonte conceptual y cultural de la historia, de la sociedad y de la vida de los seres humanos.

Que no se hable en contra por ignorancia, tampoco a favor sin fundamentos. Hay quienes lanzan «críticas» furibundas sin haber leído una línea de lo escrito por aquellos geniales pensadores, también sucede que otros que se declaran seguidores del marxismo, tampoco han leído mucho o nada de la revolucionaria teoría.

El cuco, el fantasma del comunismo dejó de serlo hace mucho tiempo. Marx y Engels no son los inventores de la lucha de clases, porque esa confrontación social ha existido siempre. Ellos nos convocaron no sólo a interpretar el mundo, sino fundamentalmente a transformarlo.

Pues bien, luego de leer estos párrafos no me asombra que, en la mayoría de los casos, a aquellos que defienden la justicia social, que atacan la concentración de la riqueza, que se declaran anti neoliberales, sean tildados de «comunistas» por personas absolutamente ignorantes funcional y estructuralmente.

No reconocen que la sociedad es una integración de individuos y grupos, en el marco de un orden formal que establece las funciones que ellos (todos nosotros) debemos cumplir. Las expectativas comunes son un elemento básico, en el sentido de que en una sociedad el desempeño de roles y funciones están sujetos a criterios y normas grupales y no a las voluntades individuales. Y cuando ello se defiende, en contra del egoísmo y el egocentrismo propio del pensamiento neoliberal, resulta inmediatamente que se le tilda -por una crasa y enorme ignorancia- de comunista. Claro, que con epítetos peyorativos como chancletudo, resentido social, etc.

¿Cómo es que se puede concebir como un insulto el ser llamado de izquierda? Para mí sería un blasón de orgullo y distinción. Porque identifico la izquierda con altos valores éticos. ¿No sería más vergonzoso ser llamado neoliberal, que es el equivalente a corrupto, desalmado, egoísta, ladrón de recursos públicos, vendepatria, indiferente ante las necesidades sociales y especialmente de los más pobres?

La historia reciente nos está demostrando dos cosas palpables, observables a simple vista: el neoliberalismo ha corrompido países enteros, gobiernos de toda índole y modalidad, costumbres, tradiciones, la mente de las personas; y aquellos pueblos que -por voluntad propia, y lo repito: por voluntad propia- escogen a candidatos de izquierda para que recompongan el país y expulsen a los facinerosos que han estado usufructuando las mieles del poder en beneficio propio, son anatematizados por los poderes que controlan los medios de comunicación colectiva, quienes a través de sus sistemas de «desinformación» lavan los cerebros, los débiles cerebros de quienes tienen pocas «entendederas» y se dejan convencer por una propaganda claramente intencionada.

Las próximas elecciones en Costa Rica no dan mucha esperanza en ningún sentido, y no porque no hayan dos partidos con mensajes claros y contrarios a la perversidad del neoliberalismo, sino porque la gran mayoría de los ciudadanos se dejan manipular por lo que mencionado arriba. Es decir, además de ignorante de las realidades propias del país, cacarean consignas y lugares comunes imbuidos en sus mentes.

El peligroso vuelo de la libertad es uno, solamente, se realiza solo, ante la incomprensión de quienes no son libres mentalmente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.