Las serpientes cambian de piel periódicamente. Viendo la historia reciente de Italia, y ante lo que está sucediendo desde hace meses, da la sensación de que también el Príncipe, ese poder oculto que domina, como sostiene Roberto Scarpinato, la historia de Italia desde siempre está en pleno periodo de muda o de cambio de vestuario. […]
Las serpientes cambian de piel periódicamente. Viendo la historia reciente de Italia, y ante lo que está sucediendo desde hace meses, da la sensación de que también el Príncipe, ese poder oculto que domina, como sostiene Roberto Scarpinato, la historia de Italia desde siempre está en pleno periodo de muda o de cambio de vestuario.
Se sabe que el brazo derecho de Berlusconi está condenado en apelación a siete años por complicidad con la mafia; han dimitido varios ministros por corrupción; se ha destapado una «red gelatinosa» de corrupción que afecta a ministros, políticos, empresarios, jueces, altos prelados, agentes de los servicios secretos y periodistas; se ha sabido de la existencia de una nueva logia secreta que pretendía condicionar a los miembros del Tribunal Constitucional. Anteayer dimitió el Secretario de Estado de Economía, Nicola Cosentino, acusado desde hace un año por los jueces de Nápoles de ser el referente político del clan camorrístico más importante. También anteayer se publicaban escuchas de esta logia secreta en que mentaban a un tal «César», y según escriben los carabinieri, «César» es Berlusconi.
Unidas las teselas del mosaico, se ve claramente que gobierna un sistema criminal, que tiene contactos con la criminalidad organizada. Berlusconi no es de derechas. No valen los adjetivos de siempre. Berlusconi representa la institucionalización del acceso al poder del crimen organizado, entendido como alta burguesía mafiosa –colletti bianchi, cuellos blancos- con contactos con la «baja» mafia. En la posguerra, Italia, para evitar el «peligro» comunista, se convirtió poco a poco en una democracia mafiosa. Con la llegada de Berlusconi al poder, se convirtió primero en una dictablanda mafiosa, vaciando de poder legislativo el Parlamento y gobernando a base de decretos ley y mociones de confianza. Durante este periodo Berlusconi ha aprobado 41 leyes ad personam. El Parlamento ha estado atareadísimo cuidando de los intereses personales de Berlusconi. Hoy, este sistema de gobierno da un paso más y, a juzgar por esa prisa que tienen en la aprobación de la «ley mordaza», apuesta por una dictadura mafiosa sin tapujos, sistema que ni siquiera los postfascistas, que aún tienen algo de sentido del Estado e ideología política, están dispuestos a admitir.
Digo democracia o dictablanda mafiosa porque una o dos veces al año solemos leer algún dato sobre la facturación de las mafias en Italia. El titular siempre suele ser el mismo: «La mafia es la empresa que más factura en Italia». En 2007, según un dossier de la asociación de comerciantes Confesercenti citado por el fiscal general antimafia, la cifra ascendía a 90.000 millones de euros, es decir, al 7% del PIB. El pasado 2 de marzo, el presidente de la Comisión Antimafia del Parlamento italiano afirmaba que la cifra oscilaba entre 120 y 140.000 millones de euros «según las estimaciones más prudentes», lo que equivale al PIB de Rumanía. Un negocio floreciente que, de ser ciertos esos datos, habría crecido 50.000 millones -un 65%, más de un 20% al año- en 3 años de dura crisis. Estamos ante un sistema económico que difícilmente se podrá cambiar de la noche a la mañana.
Aunque la prensa tiende a retratar la mafia como un asunto de baja criminalidad, el monto de ese enorme y floreciente negocio obliga a pensar que hay un fortísimo poder que se mueve en la sombra y que mueve sin duda los hilos del gran teatro de la política. Las pruebas de la existencia de ese poder que todo el mundo conoce pero nadie ve existen precisamente gracias a las escuchas telefónicas, que se han convertido, ablandadas las penas duras contra los mafiosos y desincentivado para el arrepentimiento de mafiosos, en el único instrumento de la magistratura para combatir el lado oscuro del poderoso poder.
Como decíamos, para encubrir el modus operandi del Príncipe, Berlusconi y los suyos pergeñaron la última ley vergüenza conocida como la «ley mordaza». Esta ley actúa en dos sentidos, por un lado restringe que las fiscalías y la policía judicial puedan realizar escuchas; y por otra cercena la libertad de publicar dichas escuchas so pena de multas altísimas e incluso de prisión. Frank La Rue, experto de la ONU, declaró que la iniciativa, que entre otras medidas pretende limitar la publicación de las intervenciones telefónicas, constituye una amenaza a la libertad de expresión. Hubo una huelga importantísima en Italia por la libertad de expresión, a la que Berlusconi, Presidente del Consejo de Ministros, respondió diciendo lo siguiente: «Una prensa que desinforma, que no sólo distorsiona la realidad, sino que también pisotea sistemáticamente el sagrado derecho a la privacidad de los ciudadanos invocando la ‘libertad de prensa’ como si se tratara de un derecho absoluto. Pero en democracia no existen derechos absolutos, ya que todos los derechos encuentran un límite en otros derechos igualmente válidos». Estas declaraciones suscitaron gran escándalo, porque graves sí que son, pero la clave de lectura de esta ley no está en el ataque a la libertad de expresión. ¿Acaso puede afirmarse que durante estos 16 años de imperio del conflicto de intereses en Italia haya existido tal libertad? ¿Acaso no es cierto que muchos periodistas italianos llevan la mordaza puesta desde hace años? A Berlusconi le pueden molestar los periódicos libres, pero no le hace falta esa ley mordaza, le basta con quitarles a 90 cooperativas las subvenciones estatales y tendrán que cerrar. Que se lo cuenten a los colegas de Il Manifesto, que se manifestaron ayer ante el Parlamento para denunciar su situación. A Berlusconi le interesa sólo la privacidad del Príncipe; que éste pueda hacer y deshacer lo que le venga en gana, sin preocuparse por una magistratura que esté escuchando sus fechorías o porque la prensa se haga eco después.
Las escuchas enseñan que la piel del Príncipe está a punto de caerse.¿Qué aspecto tendrá la nueva piel del Príncipe? ¿Seguirá siendo la de un Berlusconi finalmente dictador si consigue que se apruebe la «ley mordaza»? ¿Será -como proponía ayer D’Alema- la piel de un conglomerado que cuente con el apoyo de los postfascistas de Fini más los democristianos de Casini más el siniestro centrosinistra del PD: un «lo-que-sea» pero sin Berlusconi? ¿Un gobierno técnico con una amplia mayoría con Giulio Tremonti, actual ministro de Economía, como presidente? Simplificando: ¿dictadura mafiosa o retorno a la democracia mafiosa sin Berlusconi?
Ni lo uno ni lo otro, claramente. La izquierda quedará en minoría otra vez al no aceptar tamaña alternativa, pues lo que la izquierda jamás aceptará es que el sistema haya de ser por fuerza mafioso. Surge entonces la pregunta que le hicieron al juez Giovanni Falcone antes que lo mataran: ¿se puede vencer a la Mafia? Respondió Falcone: siendo un hecho humano, la Mafia tiene un principio y ha de tener un fin. El magistrado antimafia Nicola Gratteri, experto en ‘Ndrangheta que vive bajo escolta desde 1989, se mostraba escéptico el otro día y decía que mientras haya hombres, habrá Mafia. Lo que no quita para que se combata contra ella. Afirmó Gratteri que no basta con represión militar: hacen falta, en primer lugar, medidas políticas como cambiar el código penal, el código de procedimiento penal y el ordenamiento penitenciario. Con todo, la batalla contra la mafia, según él, no ha de ser militar solamente sino social y cultural. La batalla debe centrarse en la conveniencia económica, no ética, de no pertenecer a las mafias.
Ya hay minorías que combaten día a día y no con palabras sino con hechos a estas mafias. Volvemos a Scarpinato para concluir. El autor de Il ritorno del Principe recordaba hace poco que los momentos más destacables de la historia de Italia los han protagonizado minorías. Minoría eran los mil de Garibaldi. Minoría era la Resistencia antifascista. Minoría era la élite que escribió la Constitución. Minoría es hoy la izquierda sin representación parlamentaria. Minoría son los políticos jóvenes del PD que no aceptan un gobierno de realpolitik (mafiosa). Minoría son los trabajadores de la FIAT de Pomigliano que no aceptaron el chantaje que les imponían: ¿quieres trabajar a ritmo «chino» o prefieres quedarte en paro en tierra de Camorra? Minoría son los sindicalistas de la FIOM de la FIAT de Melfi que han sido despedidos como represalia por haber participado en la huelga. Minoría son los precarios. Minoría es lo que no es mayoría ni «zona gris». Minoría son los hospitales de Emergency, la asociación Libera contra las mafias, el comité Addio Pizzo, que libera la economía del impuesto mafioso, el Fórum italiano de movimientos por el agua pública, el observatorio Antigone que cuida del respeto al derecho en las cárceles, los movimientos por el derecho a la vivienda como Action, la defensa del patrimonio de PatrimonioSOS, la información de Antimafia 2000, Megachip, Lettera 22, Peace Reporter, Radio Città Aperta, Fortress Europe, Giornalismo Partecipativo y tantos y tantos otros. Minoría son los que hacen y no sólo dicen.
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