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Perú

El secuestro de obreros

Fuentes: Rebelión

Bien puede asegurarse que en el Perú ocurren las cosas más sorprendentes. Una de las últimas, acaba de despertar sospechas en un antiguo amigo mío que me remitió un sugerente mensaje por Internet. «Me pregunto -dijo sin salir de su asombro- ¿qué revolucionario tomaría obreros como rehenes para pedir rescate a la empresa? Lo mas […]

Bien puede asegurarse que en el Perú ocurren las cosas más sorprendentes. Una de las últimas, acaba de despertar sospechas en un antiguo amigo mío que me remitió un sugerente mensaje por Internet. «Me pregunto -dijo sin salir de su asombro- ¿qué revolucionario tomaría obreros como rehenes para pedir rescate a la empresa? Lo mas lógico seria tomar como rehenes a los empresarios o altos funcionarios. Es evidente que es una maniobra distractiva cuidadosamente planeada y con conocimiento de la empresa para que el supuesto dinero del rescate o ganancia malhabida, salga subrepticiamente».

Podremos no compartir la interpretación final de los hechos o el desenlace anunciado; y que corresponde, finalmente, al juicio de nuestro preocupado interlocutor. Pero no por eso podremos dejar de preguntarnos sí, en efecto, puede una organización revolucionaria usar como forma de lucha contra el capital, el secuestro de obreros para intentar «canjearlos» por los que considera «sus» presos, es decir, otros extraños personajes recientemente capturados, o una sorprendente lista de menú en la que pide desde dinero hasta polos, y calzoncillos para lucir mejor.

Es claro que ningún sector de la clase dominante daría un centavo para rescatar a un obrero tomado como rehén en una contingencia de estas. Y podrían dar -sí- el oro y el moro por algún empresario o capitalista intervenido. Y eso, podría saberlo, sin necesidad del más mínimo dominio del marxismo-leninismo, cualquier menor de edad con un elemental juicio o criterio.

Esta reflexión viene al caso cuando de lo que se trata es de comentar lo ocurrido recientemente en la localidad de Kepashiato, en el Valle de La Convención, en la región Cusco, donde -según parece- 40 obreros que laboraban para las empresas TGP, Shanska y Construcciones Modulares, contratistas del Consorcio Camisea, fueron capturados y secuestrados, por «Sendero Luminoso». A ellos, ahora, esa sorprendente organización, buscaría canjearlos por la atención a un sospechoso pliego de demandas, al que hemos aludido.

La cosa podría simplemente llamar la atención del mundo, por lo extraño o sorprendente; pero se agrava cuando se sabe que esos secuestradores -presuntamente «senderistas» tuvieron a la mano armamento altamente sofisticado gracias al cual lograron atacar helicópteros del Ejército y matar a una joven Capitana de la Policía Nacional del Perú, -Nancy Flores Paucar- abatida en el sector de Alto Postakiato.

La afectada era -según todos los indicios- una descollante figura de la policía nacional, al extremo que ciertos medios la han calificado ya como la más destacada en su especialidad, además de la más audaz, valiente y resuelta oficial involucrada en esta guerra que nadie ha buscado, pero cuyas consecuencias, hoy todos sufren. Los diarios capitalinos aseguran también que, adicionalmente, dos naves aéreas MI-17 que acudieron al lugar de los hechos, fueron igualmente atacadas. Como consecuencia de los hechos, se registraron otras bajas: varios otros efectivos militares, quedaron heridos por arma de fuego

Si nos atuviéramos al relato formal de los acontecimientos, podríamos suponer que esta organización -«Sendero Luminoso»- posee no solamente armamento de primera calidad y potencia, sino que tiene personal altamente calificado, capaz de abatir fortalezas militares que se desplazan con unidades armadas de un lugar a otro en nuestra selva. En verdad, esas imágenes las veía el mundo en los años de la Guerra de Vietnam, pero no aparecían en las pantallas nuestras desde hacía varias décadas.

Y podríamos pensar también que -por lo menos en la ceja de selva peruana, desde el Alto Huallaga hasta el Valle de La Convención- hay una suerte de conflicto abierto en el que se enfrentan dos ejércitos de similar potencia de fuego; solo que la ciudadanía se entera de los daños de «un lado» mientras que nadie se ocupa de los registrados «al otro lado», que podrían ser por lo menos, equivalentes.

No estamos, por cierto, frente a una «cortina de humo» tendida por quienes buscan «tapar» otros hechos, a fin que pasen desapercibidos ante la opinión pública. Estamos ante acciones de alto nivel que deben ser exhaustivamente investigadas y deslindadas y que bien podrían responder a una provocación montada, lo que es algo de lo mucho que saben hacer los servicios secretos de los Estados Unidos cuando quieren debilitar a un gobierno para someterlo, o simplemente derrocarlo. Ejemplo en la experiencia internacional sobran para confirmarlo.

No olvidemos por lo demás que el pintoresco Florindo Eleuterio Flores Hala -el llamado por algunos «camarada Artemio»- resultó ser un pájaro de alto vuelo hoy en cautiverio. Fue un Comando del Ejército, que después apareció como «líder senderista», al frente de un contingente pulcramente armado y vestido que, después se supo, estaba fuertemente infiltrado por los Servicios de Inteligencia desde anteriores gobiernos. Capturado por el actual régimen, sus declaraciones han permitido conocer algunas cosas, no obstante la reserva con la que se maneja el caso.

Durante varios años -hoy se recuerda- éste Florindo operó con impunidad casi absoluta. Se paseaba en la selva central como Pedro en su casa. Y ofrecía periódicas entrevistas a canales de televisión capitalinos que enviaban regularmente sus cámaras para que se internaran en la zona, sin que las interviniera nadie. En ese entonces, todos sabías -todos, menos, claro, los Servicios de Inteligencia- dónde estaba Florindo y cuáles eran sus acciones. Eso explica el que no lo capturaran antes y que gozara del privilegio de la libertad, bajo Toledo y bajo García.

Como ya no es «Artemio», hoy se dice que es Gabriel -Martín Quispe Palomino- y su hermano mayor, José- quienes tienen el mando del antiguo contingente de Florindo ¿Sería mucho preguntar si, por ventura -o desventura- Gabriel o José, fueron alguna vez Comandos del Ejército? Porque ellos también han dado antes «conferencias de prensa» a los mismos medios, y con la misma impunidad que su predecesor. Y -como lo confirma el diario «La República»- se trasladan con increíble movilidad cubriendo los distritos de Chungui, Anco, Vilcabamba y Kimbiri, con la posibilidad de avanzar hacia Acobamba, que es, como se sabe, una de las regiones más pobres del país. Desde allí cubren un área extensa que comprende el Alto Huallaga, el VRAE y parte del Cusco. Algo más de mil kilómetros en extensión y no menos de 400 en volumen.

No hay que perder de vista el tema de fondo: la derecha más reaccionaria no se siente en absoluto identificada con este gobierno porque sabe que no podrá contar con él en temas cardinales. Busca doblegarlo y someterlo en lo que pueda. Y por eso adula al Presidente Humala y se proclama a su servicio cuando piensa que eso le conviene. Pero desarrolla la misma campaña corrosiva de antes para desacreditar su gestión exaltando desde temas familiares hasta asuntos de orden conyugal como los que aluden a la Primera Dama, Nadine Heredia, a la que buscan denigrar.

Esa derecha no se habrá de cansar repitiendo como una letanía la presencia de Sendero Luminoso en un acto que tiene todos los visos de ser obra del narcotráfico coludido con uniformados hoy en el retiro. Y al aludir a ella, los áulicos de siempre entonarán como Papagayos la misma melodía: «la ideología senderista, es decir, el marxismo leninismo, es la culpable de esto y de todo lo demás». Y ya sabemos hasta quiénes lo van a decir

Que esa línea de la reacción no ha cambiado, lo prueba de modo fehaciente el comportamiento de la oposición en el Congreso de la República, que logró recientemente su primera «victoria» al anular un Decreto Legislativo referido a la creación del Voluntariado Policial, en una acción que carece de toda lógica y sustento.

El país vive, en efecto, un grave clima de inestabilidad y de violencia. La delincuencia crece alimentada por el narcotráfico y la corrupción imperante. Y cuando el gobierno -en lugar de incrementar al aparato represivo del Estado- busca la participación de la ciudadana en la lucha contra el crimen organizado ayudando a los organismos encargados de combatirlo; la derecha y la Mafia hunden la iniciativa porque lo que realmente quieren es desarticular la acción gubernativa.

Nada es casual en política por cierto. Tampoco la campaña de desprestigio que desarrolla la «prensa grande» y a través de la cual se busca crear un mayor clima de inseguridad y temor ciudadano. Para un efecto de esa magnitud, los secuestros de Kepashiato le caen como anillo al dedo a las bandas delictivas que nos gobernaron. Todo eso, pone en la orden del día una exigencia básica: hay que rescatar a los trabajadores secuestrados; pero también, capturar a los secuestradores, saber realmente quiénes son, de dónde han salido, quién los ampara y para quién trabajan. Eso, es lo fundamental. (fin)

Gustavo Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.