La debacle de la hegemónica Unión Socialcristiana (CSU) en las elecciones de Baviera tendrá consecuencias en la política alemana. La canciller Angela Merkel suavizará su discurso neoliberal para ganar los comicios del 2009, mientras el SPD sigue en caída libre. El domingo, los bávaros acabaron con casi 50 años de hegemonía total de la Unión Socialcristiana CSU, provocando un terremoto político que tiene sus réplicas en Berlín
«Revolución en Baviera» titulaba ayer el diario sensacionalista Bild sobre los comicios bávaros. El resultado final no deja lugar a dudas: la CSU sufrió una auténtica debacle. Cayó del 60% obtenido hace un lustro al 43%. La segunda fuerza más votada fue el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) pero con el peor resultado de su historia: 18 puntos. Le siguen los Freie Wähler (FW, Votantes Libres), los Verdes y el Partido Liberal con 10, 9 y 8 puntos, respectivamente. El partido socialista Die Linke (La Izquierda), que se presentaba por primera vez en Baviera, logró el 4,3% y estuvo a punto de lograr el 5% preceptivo para entrar en el hemiciclo de Munich. Hasta los más optimistas presagiaban la dificultad para esta formación de dar este salto en esa región alemana marcada por su carácter tradicionalista y católico. Por eso el interés general no se centra en el partido del ex presidente del SPD Oskar Lafontaine, sino en la situación de su antiguo partido y de la CSU.
El secretario general de la CSU, Erwin Huber, y el ministropresidente Günter Beckstein, no pueden decir que no fueron avisados de este fracaso anunciado porque las encuestas indican desde 2003 que los bávaros estaban cada vez más hartos del gobierno en solitario de este partido de derechas. Esta vez los votantes hicieron realidad su intención de acabar con el absolutismo de la CSU.
En las últimas cinco décadas la CSU ha sido la fuerza dominante incontestable en el estado federal más rico de Alemania. Los escándalos de corrupción afectaban hasta a la familia del difunto líder socialcristiano, Franz-Josef Strauss, amigo de Manuel Fraga Iribarne y de otros políticos de larga raigambre fascista. La larga mano de la CSU -y la influencia de la familia Strauss- quedó patente cuando en el proceso por corrupción y fraude fiscal contra uno de sus hijos desapareció en las dependencias policiales el disco duro con varias pruebas.
Tras los recientes comicios la hija de Strauss, Monika Hohlmeier, es una de los 44 diputados que no volverán al Parlamento debido al pésimo resultado. El malestar entre los perdedores es grande porque la debacle es de producción casera: Huber y Beckstein se pelearon por el poder en Baviera, perdieron el prestigioso proyecto del tren electromagnético Transrapid y lideraron una CSU involucrada en turbios negocios de especulación en EEUU.
El domingo Beckstein reconoció que no tiene «Plan B» y que ni siquiera posee «ningún manual para formar bipartito». En Berlín, el ministro de Horst Seehofer espera regresar a Munich para hacerse por fin con la presidencia del partido. Su primer intento fracasó en 2007 cuando Huber y Beckstein intrigaron contra él. Ayer, el secretario general rechazó su inminente dimisión, asegurando que «nadie va a huir de sus responsabilidades». No obstante, los días de Huber y Beckstein parecen contados ya que el 25 de octubre la CSU va a celebrar un congreso extraordinario.
Ante el caos que reina en su hermana regional, la canciller Angela Merkel opta por distanciarse lo máximo posible de los acontecimientos en la capital bávara. Teme por su éxito en las elecciones generales del 2009 y con razón: aunque su partido salió elegido como primera fuerza política en los comicios regionales no pudo evitar que perdiese un alto porcentaje de votos.
Esta tendencia se puede aún agravar en relación al grado de afección en Alemania de la actual crisis del modelo neoliberal en EEUU. Por eso Merkel se mostró abiertamente desilusionada por el fiasco de la CSU. Dijo que en la campaña electoral de 2009 su CDU tendrá más en cuenta las «preocupaciones de las personas». Los temas claves serán la economía, trabajo, educación e integración. Con esta decisión, Merkel ocupa el terreno político de su socio de coalición, el SPD.
El partido socialdemócrata sigue en caída libre: el resultado de Baviera muestra que los cambios en la cúpula no han causado ningún efecto positivo, al contrario. El electorado bávaro no se ha fiado del designado presidente Franz Müntefering ni del candidato a canciller, el ministro de Exteriores Frank-Walter Steinmeier. El declive del SPD prosigue, aunque su ejecutiva intenta paliarlo destacando la debacle de la CSU.
Esta última tiene que seguir gobernando en Munich si Merkel quiere mantener su ligera ventaja de votos en la Asamblea Federal, la cámara que en mayo votará al presidente de la República. Si fuese por ella, Horst Köhler seguiría en el cargo, pero es posible que en febrero Lafontaine arrebate el País de Sarre a la CDU y estaríamos ante otra revolución política.