De cara a las elecciones del 15 de mayo, el ministro de Economía británico, George Osborne, anunció ante el Parlamento que el eje de su presupuesto para el año era la reducción del déficit fiscal. Invocación al estoicismo británico.
Less bread, more taxes («Menos pan, más impuestos»). Con esta consigna de una manifestación popular al ministro de Finanzas, comenzaba Lewis Carroll su novela Sylvia and Bruno. El creador de Alicia en el País de las Maravillas no podía imaginar que un ministro de Finanzas británico del siglo XXI, el conservador George Osborne, convertiría esta consigna paródica en su caballo de batalla electoral durante la presentación del presupuesto 2014.
El Reino Unido opera igual que la mayoría de las democracias modernas. La campaña electoral comienza con un año y medio de antelación y hasta puede decirse que todo el período gubernamental está marcado por los comicios que sancionarán el beneplácito del electorado con la gestión. La diferencia es que la coalición conservadora-liberal demócrata, que gobierna el Reino Unido desde 2010, reivindica a rajatabla la austeridad como estrategia electoral.
Las elecciones de mayo de 2015 se vienen peleando a todo vapor desde septiembre del año pasado. En el último round, George Osborne anunció ante el Parlamento que el eje de su presupuesto para el año era la reducción del déficit fiscal. «El país todavía está pidiendo demasiado dinero prestado. Este presupuesto quiere construir una economía duradera», indicó. La coalición, que anunció en 2010 recortes de unos 30 mil millones de dólares anuales durante cinco años, planea seguir podando el gasto fiscal y quiere que lo elijan en base a esa promesa.
Prejuicios y percepciones
No cabe duda de que el irónico less bread, more taxes de un gobierno del siglo XXI es mucho más complejo que el que imaginaba Lewis Carroll. Osborne subió 24 veces los impuestos y precedió la mayor caída del nivel de vida de los británicos desde la posguerra, pero es un maestro para dar con una mano y quitar con la otra, para concentrar dádivas en determinados sectores y regiones (empresarios, el sur del país, votantes conservadores), mientras que se ensaña con otros (desempleados, jóvenes, el norte del país, de votantes laboristas). En la mira está el amplio voto flotante que tanto se ha extendido desde la caída del Muro de Berlín y el llamado «fin de las ideologías» y que hoy incluye a vastos sectores de la clase trabajadora y la clase media que decide su voto desde una visión apolítica y apegada al bolsillo, la percepción y los prejuicios.
Osborne le ha hablado a este sector desde 2010 planteando una división entre «vagos» y «trabajadores», «aprovechadores de subsidios estatales» y «honestos», los capaces de adoptar las «decisiones difíciles» (conservadores) y los populistas (oposición laborista). Estas poderosas imágenes colocan al laborismo como aliado de los que ayudan a deshonestos de-sempleados que viven de planes sociales y penalizan a la silenciosa mayoría que respeta la ley y busca progresar con el sudor de la propia frente.
El ministro tiene desde fines del año pasado un soporte esencial a esta estrategia: después de tres años y medio de estancamiento la economía ha vuelto a crecer. No gran cosa. En el trimestre final se arrimó a un uno por ciento, suficiente como para que Osborne pudiera anunciar ante el Parlamento que la economía crecería un 2,7 por ciento en 2014, «el más alto porcentaje de las economías desarrolladas», prueba que los sacrificios de los años precedentes están rindiendo fruto.
Pragmatismo económico
Esta invocación al estoicismo británico, tan fijado en la psiquis colectiva con la Segunda Guerra Mundial, a su escepticismo apolítico y a su pragmatismo económico tiene su correlato en las encuestas de opinión. Aunque la oposición laborista lidera los sondeos -con un margen reducido desde la «recuperación económica»-, los británicos confían más en la pericia económica de los conservadores. Es una estrategia no exenta de riesgos. Los recortes han golpeado con fuerza a amplios sectores de la sociedad y a esa joya de la corona que es el estatal Servicio Nacional de Salud, cuyo saliente director, Sir David Nicholson, ha advertido que está al borde del precipicio.
En el primer párrafo de la novela de Lewis Carroll el grito inicial de la muchedumbre less bread, more taxes empieza a confundirse cuando algunos individuos van accidentalmente invirtiendo el orden hasta que ya no se sabe si lo que pide la gente es more bread and less taxes o more taxes and less bread. La masa votante es mucha y muy heterogénea en sus demandas y percepciones. Los conservadores han copiado la estrategia de Obama que en las últimas elecciones pidió a los votantes que le den un segundo mandato para «terminar con el trabajo» (finish the job) de la recuperación. Los laboristas buscan concentrar la mirada en la virulenta caída de los niveles de vida.
El camino de acá a mayo de 2015 será largo y pedregoso. La mayoría de los analistas calcula que nadie obtendrá una mayoría y que habrá un nuevo gobierno de coalición. El enigma político es si será como el actual, conservador-liberal demócrata o, por el contrario, será laborista-liberal demócrata.
El enigma económico-social es si alguna de estas dos fórmulas servirá para algo.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-242276-2014-03-21.html