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Perú

En la víspera…

Fuentes: Rebelión

Casi es un lugar común sostener la idea que, en la víspera de Fiestas Patrias, deben atenuarse las diferencias políticas y descender la intensidad de los conflictos sociales. Y es que, en lo que algunos llaman «el cumpleaños de la patria», una suerte de complacencia espiritual debe extenderse como un manto y tornarlos más ecuánimes […]

Casi es un lugar común sostener la idea que, en la víspera de Fiestas Patrias, deben atenuarse las diferencias políticas y descender la intensidad de los conflictos sociales. Y es que, en lo que algunos llaman «el cumpleaños de la patria», una suerte de complacencia espiritual debe extenderse como un manto y tornarlos más ecuánimes y pacientes. Claro que es, ese, un mensaje subliminal que nos suelen lanzar los «grandes medios» como una manera de «adormecer» a los peruanos para que, por lo menos en estos días, nos olvidemos de las tensiones y dejemos de lado los conflictos de clase.

En la realidad, eso no es así. Las tragedias pululan aún en todos los rincones de la patria y el drama nacional se patentiza en hechos que pocos pueden ocultar. La «prensa grande», por ejemplo, relega a sus más oscuras páginas la muerte de los niños en la altura altiplánica por efecto del frío, el abandono y la miseria. Pero no puede pasar por alto la violencia contra la mujer, que se expresa en ataques alevosos, y aún crímenes, contra féminas, a manos de sus eventuales parejas, parientes cercanos o incluso vecinos.

Pareciera que los puños de algunos se hubiesen convertido en armas homicidas, o que la sangre fuera el mecanismo indicado para castigar presuntas faltas. La respuesta a tan inconmensurable barbarie, estará en la calle el 13 de agosto, pero antes y después, los peruanos debemos actuar para poner fin a apremios de ese tipo.

El escenario político no ayuda mucho a eso. No obstante que cierra su ciclo un gobierno -el cuarto después del fujimorato- y se inicia una etapa nueva en la vida nacional, pareciera que los ánimos están encrespados, y que las denominadas «fuerzas grandes», no buscan sumar voluntades, sino hincar heridas. Por lo menos, eso asoma claramente desde las filas del fujimorismo, como se ha podido apreciar en los vaivenes de la instalación del nuevo Congreso, el pasado viernes 22. Allí asomó -redonda- la cara de la Mafia embravecida

Ya nadie se acuerda del inmenso desconsuelo que invadió a la denominada «Fuerza Popular» luego del 5 de junio y que le impidiera a Keiko asumir el más elemental deber de cortesía usual para esas contiendas: saludar al candidato ganador de aquellos comicios.

Como no lo hizo antes -el 2011- cuando perdió ante Ollanta Humala, tampoco lo hizo ahora, confirmando la idea que la hiel vive en la punta de su lengua. Pero la cosa, no quedó ahí.

Después, asomó una suerte de campaña orientada a afirmar dos ideas: que el Keikismo es el primer Partido Político del país por contar con 73 congresistas de un total de 130; y que la fuerza de Kuczynski es producto de una «alianza improvisada», sin valores ni principios y que, por tanto, carece de legitimidad para asumir la conducción del país. Ambas ideas, son falsas.

El Fujimorismo no es -nunca fue- un Partido Político. Asomó como una suerte de galga electoral, que fue creciendo en buena medida por la debilidad de quienes estaban llamados a detenerla y derrotarla. Una suma de odios, que se fue afirmando para hacer frente a quienes les pedían cuentas por crímenes cometidos, robos comprobados, latrocinios consumados y estropicios de todo orden ejecutados contra el Perú y su pueblo.

Y una suerte de acuñado resentimiento contra los que habían logrado, finalmente, arrancarlos del Poder, quitarle la posibilidad de seguir devorando las entrañas del Perú, y colocar tras las rejas -aunque fuera simbólicamente- a los autores de los más execrables delitos. Y, para colmo, impedirles la posibilidad de volver por la ruta andada, tanto el 2011 como el 2016

En el fujimorismo asoma el odio y el resentimiento que suele mostrar un -cualquier- delincuente, cuando es aprendido; y asoma impedido de seguir consumando fechorías.

Es claro que la idea de consagrar a «Fuerza Popular» como «partido político» y asignarle la categoría de «primero», no es gratuita, ni original. Está financiada por parte de los seis mil millones de dólares que se robara en los años del oprobio; y responde a una vieja práctica: aquella que indujo a Mussolini a considerar «Partido», a las escuadras fascistas que asolaran Italia en los años 30 del siglo pasado; y a Hitler a creer lo mismo, al aludir a la suma de esperpentos que pudo conjugar para auparse en el Poder, en la Alemania Nazi.

Los agresivos mugidos de Héctor Becerril, la manera cómo Luz Salgado vincula al Frente Amplio con el terrorismo, los ataques malsanos contra Verónica Mendoza y la estrechez mental de los voceros de Keiko en la instancia parlamentaria; muestran no sólo que el fujimorismo no cambia, sino que también es imposible un «fascismo con rostro humano». Anidar esa «ilusión» es tan peligroso como edificar un aeropuerto en el Triángulo de las Bermudas

La cosa, sin embargo, es más grave. Si lo aseveran con académica seriedad los sicofantes de la «prensa grande», es porque algo se traen entre manos. Y eso es, consolidar en la mente de los peruanos la idea que, tarde o temprano, Keiko «volverá» y asumirá la conducción del Estado. Por lo tanto, lo que cabe es esperar y promover la tesis de un «partido» serio, «el más consolidado» del escenario peruano, aunque no tenga ideología, ni programa, ni estatutos; ni direcciones locales, intermedias o nacionales, electas por sus «bases». Tan sólo un puño en su cúpula de mando

Lo otro, lo que alude a la vertiente de PPK, tiene otro sentido. Lo que se busca, es atacarlo de dos maneras: haciéndole la vida imposible, y denigrando su gestión.

Para lo primero, la «mayoría parlamentaria» cae como anillo al dedo. Con ella no sólo podrá legislar a su antojo, sino también bloquear iniciativas, desbaratar propuestas, sabotear políticas, censurar ministros y generar el caos. En el extremo -y ojo con eso- no tendrá empacho en promover la Vacancia de la Presidencia de la República, en una conjura en la que sumarán Mafias, Poderes y Prensa Grande.

Si de algo debemos estar persuadidos es de que el fujimorismo no dejará a PPK gobernar en paz. Ni siquiera en el hipotético caso que se torne un «telememe» a su servicio. Si tal desdicha ocurriera, lo echarán igual, sólo que destruido.

De ahí deriva -para ellos- la importancia de denigrar su gestión, desacreditarla al máximo, descalificando a sus ejecutores, y aislando al Mandatario para tenerlo al exánime, indefenso y amarrado.

Por eso es muy importante enfrentar las cosas con el puño en alto. La conciliación con la mafia, conduce a la derrota. Y la idea de «buscar acuerdos en procura de gobernabilidad«, una insensatez. Si es tonto pretender vender arena a los pobladores del desierto del Sahara; también lo es alentar la ilusión de un «entendimiento» con una Mafia envilecida ya en proceso de descomposición.

La conducta de los congresistas del Frente Amplio -Indira, Marissa, Tania, Manuel Dammert y otros- en la ceremonia de instalación del Congreso, fue impecable. Y buen puede marcar el derrotero por el que habrán de transitar todos los que -de una u otra manera- se oponen a la mafia, o hacen resistencia a sus planes siniestros.

Hoy, en la víspera de un nuevo escenario no sólo hay que tener confianza en la victoria, sino también fuerza para lograrla. Ella corre por las venas del pueblo (fin)

Gustavo Espinoza M., del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.