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En Latinoamérica dudan de la agenda del nuevo Papa

Fuentes: Ria Novosti

«Que siempre por señales o razones se suelen descubrir las intenciones» (Alonso de Ercilla y Zúñiga, 1533-1594) El humo blanco que emanó de la Capilla Sixtina, anunciando la elección del nuevo Papa, en este caso al arzobispo de Buenos Aires, jesuita Jorge Mario Bergoglio quien eligió el nombre de Francisco como expresión de humildad y […]

«Que siempre por señales o razones se suelen descubrir las intenciones»

(Alonso de Ercilla y Zúñiga, 1533-1594)

El humo blanco que emanó de la Capilla Sixtina, anunciando la elección del nuevo Papa, en este caso al arzobispo de Buenos Aires, jesuita Jorge Mario Bergoglio quien eligió el nombre de Francisco como expresión de humildad y sencillez que supuestamente caracterizará su pontificado, llenó de júbilo a Latinoamérica.

Sus primeros gestos y palabras revivieron una esperanza entre los creyentes sobre la posibilidad de renovación de la institución. Sin embargo, es demasiado temprano para hacer pronósticos hacia el futuro teniendo en cuenta la trayectoria de la Iglesia católica en casi dos mil años de existencia.

La historia de la Iglesia Católica ha estado ligada implícita y tácitamente con los poderes económicos, políticos y financieros de cada época para así cumplir su función ideológica – espiritual y mantener a la población disciplinada y obediente al orden establecido por la clase dominante de turno. De esta manera se ubicaba hábilmente en cada espacio y tiempo que le tocaba.

En la historia moderna es harto conocido el rol del Papa Pío XII, que lideró el Vaticano de 1939 a 1958, en la lucha contra los países llamados comunistas. Esto explica su colaboración con el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial y simultáneamente con los aliados, convirtiéndose en el Papa de la Guerra Fría al finalizar la guerra.

En el año 1948 Pío XII anunció que cualquier católico italiano que apoyara a los candidatos comunistas en las elecciones parlamentarias de ese año, sería excomulgado e instó a Azione Cattolica para que apoyara al Partido Demócrata Cristiano creado financiado por los norteamericanos en los primeros años de postguerra.

Su sucesor Juan XXIII llamado «el Papa Bueno» tuvo que contestar a otros desafíos durante su papado que duró de 1958 a 1963. Era la época del despertar del Tercer Mundo cuyo resultado fue el surgimiento de un fuerte movimiento anticolonialista en África y la diseminación de las ideas revolucionarias en América Latina inspiradas por la revolución cubana. Juan XXIII tuvo que asumir el rol de un papa transitorio, tratando de adaptar a la iglesia a las necesidades de ese tiempo. Nombró cardenales africanos y dio su propósito de no perder futuras generaciones de creyentes.

En realidad, lo que sabemos ahora como las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) nacieron en su papado cuando los sacerdotes y laicos, que creyeron inocentemente en la sinceridad de la Iglesia, se identificaron con los pobres y entraron a vivir en los barrios populares y los pueblos campesinos formando sindicatos y organizaciones populares.

No sabían que fue una maniobra del Vaticano de desviar el movimiento guerrillero que tomaba la fuerza. Precisamente en este período el capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia, Camilo Torres Restrepo unió el fusil y evangelio enrolándose en el movimiento guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional.

El Papa Pablo VI que dirigió el Vaticano de 1963 a 1978 reabrió el Concilio de Vaticano II pero ya en condiciones del avance de la contrarrevolución y golpes de Estado en América Latina. Los jerarcas de la Iglesia Católica asumieron entonces una posición dubitativa, conciliadora y frecuentemente colaboradora con las dictaduras militares.

Los partidarios de la Teología de la Liberación fueron perseguidos por los gobiernos dictatoriales mientras la Iglesia Católica no se atrevía a pronunciarse en defensa de los derechos humanos.

El siguiente Papa Juan Pablo I tuvo solamente 33 días al cargo del papado pero ya en este corto período su frase, «Dios es padre y más aún la madre», produjo revuelo en el Vaticano.

Murió misteriosa y repentinamente llegando al poder eclesiástico Juan Pablo II, uno de los más destacados luchadores contra el socialismo en Europa. La elección del polaco Karol Wojtyla como pontífice se debió a la importancia estratégica de la región para los que empezaron a llamarse los globalizadores.

Dio por terminada la Teología de la Liberación y silenció a sus más destacados representantes. Nadie olvida en Latinoamérica que en este tiempo, Juan Pablo II le dio la espalda a Monseñor Arnulfo Romero quien murió baleado durante la misa en El Salvador, junto a él docenas de sacerdotes y monjas que abrazaban la Teología de la Liberación en Centro América fueron muertos y desaparecidos.

El presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan coordinó con este papa el plan del desmantelamiento del bloque socialista y suministró dinero necesario para hacerlo. El pontífice hizo alianza con los más ricos y poderosos del planeta y cerró los ojos a la corrupción y a la pedofilia que llegaron a los extremos durante su papado entre 1978 y 2005. Entre otros, todavía está presente la bendición que le dio públicamente al dictador Augusto Pinochet.

Benedicto XVI fue elegido por la jerarquía católica como un pontífice transitorio para que diera continuidad al pontificado de Juan Pablo II y para que tomara medidas necesarias para mantener el «status quo» de la iglesia, postergando la modernización y la apertura, que era el clamor de los creyentes.

No pudo cumplir con esta tarea como tampoco parar las intrigas, malversación de fondos, lavado el dinero, lujuria y el abuso sexual de los clérigos denunciado en Vatileaks.

La crisis de la Iglesia obligó a la curia romana a buscar un nuevo Papa transitorio para dar una imagen de austeridad y humildad en la institución católica.

La designación del cardenal argentino Jorge Bergoglio como el Papa Francisco también es una necesidad del Vaticano, parte del poder mundial globalizado, para solidificar su posición en América Latina que cada año está adquiriendo una mayor importancia estratégica en el planeta.

Y no se trata solamente de sus abundantes recursos naturales y su capacidad de tomar medidas para no contagiarse de la crisis que está sumergiendo en la desesperación a la Unión Europea y a los Estados Unidos, sino de sus procesos de integración y transformaciones sociales y económicas que hacen peligrar el actual Orden Mundial Globalizado establecido por las transnacionales.

La Iglesia católica, igual como la única superpotencia en el mundo, ha descuidado a Latinoamérica donde está creciendo cada vez más la simpatía y el apoyo al proyecto del Socialismo del Siglo XXI como alternativa al neoliberalismo impuesto por los globalizadores iluminados. Ahora llegó el momento para hacer todo lo posible y parar este proceso, les es urgente hacer retornar a las ovejas descarriadas del ALBA, UNASUR y CELAC hacia su antiguo amo que está añorando recuperar el poder sobre su «patio trasero» perdido.

Un Papa jesuita es ideal para esta misión. Durante el pontificado de Juan Pablo II y del Benedicto XVI, el Vaticano fue dominado por el poder financiero del Opus Dei que sin embargo no tuvo el poder político internacional de la Compañía de Jesús.

En los Estados Unidos, varios directores de la CIA y del Departamento de Defensa han sido jesuitas: William Casey (director de la CIA 1981-1987), Robert Gates (CIA 1991-1993, Secretario de Defensa 2006-2011), George Tenet (CIA 1997-2004), Leon Panetta (CIA 2009-2011, Secretario de Defensa 2011-2013), John Brennan- el actual director de la CIA. En realidad esta lista podría ser infinita pero esto pertenece a otro tema.

Lo que nos interesa es hacia donde irá en su gestión el Papa Francisco. Es considerado como un sacerdote serio, austero y humilde. Ha vivido siempre en un modesto departamento, el mismo cocinaba su comida, tomaba el transporte público en Buenos Aires. Lavaba pies a los leprosos y a los enfermos de la SIDA. También hablaba de la necesidad de poner fin a la pobreza, pero al mismo tiempo no escatimó sus esfuerzos para oponerse a los programas sociales progresistas de los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández pero al mismo tiempo defendió ardorosamente las reformas neoliberales de Carlos Menem que llevaron al país a un colapso económico.

Retornando al pasado, el archivo fotográfico lo muestra junto con el ex presidente Rafael Videla durante la dictadura militar (1976-1983) dándole comunión al hombre acusado en desaparición de 30,000 personas. El periodista argentino Horacio Verbitsky pone en duda en su libro «La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983)» las actuales declaraciones de Francisco sobre su desconocimiento sobre la represión durante la dictadura militar.

El sacerdote Bergoglio fue acusado inclusive de ser colaboracionista de la represión militar a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics quienes le imputan haberlos entregado a los militares así como la desaparición de varios catequistas que trabajaban en la villa miseria de Flores en 1976. Debido a esta denuncia el cardenal fue llamado a declarar en la «Causa ESMA» ante el Tribunal Federal № 5. Yorio y Jalics sostienen que Bergoglio les quitó la protección de la Compañía de Jesús al negarse ellos su orden de abandonar el trabajo social. Los dos fueron secuestrados en 1976 al perder el apoyo eclesiástico y fueron torturados en la ESMA durante seis meses. Posteriormente les drogaron y dejaron en un descampado en afueras de Buenos Aires. Los dos lograron sobrevivir su martirio pero nunca perdonaron al provincial de la Compañía de Jesús su traición.

Las Madres de la Plaza Mayo, organización que luchó durante décadas para dar con el paradero de miles de desaparecidos, pidiendo ayuda entre otras muchas a la iglesia, declararon hace unos días que para ellas era difícil aceptar que un «hombre de esa naturaleza este sentado en la silla papal».

Por supuesto, todos estos antecedentes del Papa Francisco, de modales finos y de actuar duro contra sus adversarios serán ignorados y tapados por los medios globalizados de comunicación pero quedarán sin duda alguna en la conciencia de la curia romana y en la del pontífice que es de acuerdo a Víctor Hugo, «la presencia de Dios en el hombre» y que es a la vez testigo, fiscal y juez.

Fuente: http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130316/156641508.html