El año recién pasado, una decena de transnacionales obtuvieron utilidades netas por 8 mil millones de dólares. Muy por encima de los sueldos y salarios totales y conjuntos de 12 millones de peruanos, casi el 42% del total de la población, en el mismo año. Según cifras oficiales, uno de cada dos trabajadores con empleo […]
El año recién pasado, una decena de transnacionales obtuvieron utilidades netas por 8 mil millones de dólares. Muy por encima de los sueldos y salarios totales y conjuntos de 12 millones de peruanos, casi el 42% del total de la población, en el mismo año. Según cifras oficiales, uno de cada dos trabajadores con empleo en realidad se inventa como puede ese empleo, y muchos ganan por debajo del salario mínimo legal, el cual a su vez alcanza apenas para cubrir apenas el costo de la mitad de la canasta básica mínima de sobrevivencia familiar.
Realidades estructurales del Perú actual que el férreo y totalitario monólogo de los medios masivos de comunicación ocultan bajo la alfombra de un publicitado y ejemplar crecimiento macroeconómico del 7% anual, que ya se ha visto quiénes exactamente son los pocos que lo disfrutan y quienes los muchos que quedan excluidos de sus beneficios. Crecimiento que además se debe casi por completo a la entrega de la propiedad de los cuantiosos recursos naturales del país a ese reducido grupo de transnacionales, cuya «inversión» se publicita como un gesto generoso y vital, al cual no se puede arriesgar a molestar con impuestos en beneficio del país, ni normas laborales ni ambientales, a pesar de que no genera sino muy escaso empleo y casi nada de desarrollo. Mientras apenas si existen políticas sociales públicas, la corrupción desatada roba 30 mil millones de dólares al año, según estimaciones oficiales de la contraloría de la república, y las grandes empresas adeudan al fisco, según cifras de los organismos oficiales, 25 mil millones de dólares, que simple e impunemente no pagan.
Al lado de estas realidades estructurales, interactuando con ellas, está el control ideológico, monopólico y totalitario, de los grandes medios de comunicación masivos, por un puñado de grupos propietarios, ligados a los intereses que disfrutan del modelo neoliberal mono exportador de recursos naturales. Banalizando y trivializando la vida cotidiana, empobreciendo la información, el análisis y la discusión ciudadana, instalando supuestas realidades y opiniones, satanizando a las figuras incómodas o peligrosas para el mismo, y lavando las de quienes lo representan y sostienen.
Entre estas dos grandes corrientes de realidad, se mueve el escenario electoral peruano, ya en marcha y que ha de decidir el nuevo presidente y los nuevos congresistas del país en abril próximo. 13 listas de alianzas políticas aspiran a ser las elegidas por un electorado de 9 millones de habitantes, la mitad de ellos en Lima, la ciudad capital, donde la opinión se muestra más conservadora, a diferencia de las provincias, especialmente del Sur donde predominan corrientes anti neoliberales. La estrategia de los sectores de poder es clara y persistente: evitar el riesgo de la elección anterior de 2006, en que un candidato neoliberal sacó casi la mitad de los votos; en esta ocasión todo el poder mediático está destinado a poner dos candidaturas de derecha en segunda vuelta. A ello apuntan las publicitadas encuestas que ponen al único candidato peligroso para el sistema, es decir, que siendo anti neoliberal cuenta con reales posibilidades de ganar, Ollanta Humala, supuestamente «estancado» en un cuarto lugar, tras tres candidatos neoliberales y pro imperiales: Alejandro Toledo, quien consolidó el neoliberalismo en período democrático, Luis Castañeda, ex alcalde neoliberal de Lima, y Keiko Fujimori, hija y continuadora del ex dictador que impuso a sangre y fuego el modelo en los años 1990′.
En los próximos meses se irá perfilando si es el crujido estructural que agobia a las mayorías o la porfiada ceguera de los sectores dominantes y su monólogo en los medios masivos de comunicación el que predomina. Lo que haga o deje de hacer cada cual en esta batalla electoral cobra especial relevancia en esta encrucijada del pueblo peruano que afectará sin duda el balance de poder en América Latina. Esto es importante de considerar, especialmente tomando en cuenta que 800.000 electores peruanos votan en el exterior, la mitad de ellos en países de América Latina.
Como en otra decisiva batalla librada también en territorio peruano, la de Ayacucho en 1826 contra el poder colonial español, conviene a los pueblos prepararse y avanzar «a paso de vencedores».
Fuente: http://alainet.org/active/43922