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¡Es la salud, estúpido!

Fuentes: Visão

Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas

La frase «Is the economy, stupid», pronunciada en 1992 por Bill Clinton para explicar a los republicanos las razones de su victoria electoral, se hizo famosa. Con ella quería decir que las preocupaciones principales de los estadounidenses tenían que ver con el estado de la economía y con el modo cómo éste se traducía en su bienestar. Y, por eso, una de sus promesas electorales prioritarias era la creación de un sistema de salud universal, que se aproximase a los sistemas de salud de Europa y Canadá y que acabase con el escándalo de que en el país más rico del mundo cerca de 30 millones de ciudadanos no dispongan de ninguna protección sanitaria. Como es sabido, las grandes empresas de la industria de la salud (las empresas hospitalarias, las aseguradoras, la industria farmacéutica y de medios de diagnóstico) movieron una de las guerras mediáticas más agresivas de las que se tiene memoria contra la «medicina socialista» de Clinton y la propuesta cayó. Hoy son 49 millones los norteamericanos sin cualquier protección. Al sólo haber sistema público para la tercera edad, los trabajadores dependen de la disponibilidad de los patrones para agregar el seguro al contrato de trabajo y tal disponibilidad es cada vez más escasa. No es, pues, por casualidad, que los candidatos del Partido Demócrata, Barak Obama y Hilary Clinton, vuelvan a poner en el centro de sus programas electorales la financiación pública de la cobertura universal de los medios de salud.

Más que irónico es trágico que en Portugal se esté intentando destruir aquello a lo que el pueblo norteamericano tanto aspira. Más trágico es aún que, en este dominio, haya desde 2002, con el gobierno de Durão Barroso, una continuidad mal disfrazada entre las políticas del PSD [Partido Social Demócrata] y del PS [Partido Socialista]. Descartada la retórica, los objetivos del Ministro de Salud de Durão Barroso, Luís Filipe Pereira, y del ex ministro Correia de Campos son los mismos: privatizar el bien público de la salud para transformarlo en un lucrativo sector de inversiones de capital (como decía recientemente, un cuadro de una gran empresa de salud: «Más lucrativo que el negocio de la salud, sólo es el negocio de las armas»); transformar el Servicio Nacional de Salud en un sistema residual, tecnológica y humanamente descapitalizado, proporcionando servicios de baja calidad a las poblaciones pobres de la sociedad; definir la eficiencia en términos de costes y no en términos de resultados clínicos (llevado al paroxismo por la decisión del ex ministro socialista de limitar el aumento de la producción quirúrgica en los hospitales para no aumentar el gasto); eliminar cualquier participación de los ciudadanos en la formulación de políticas de salud para poder imponer rápida y drásticamente tres palabras de orden: privatizar, cerrar, concentrar; promover sociedades público/privado en que todos los riesgos son asumidos por el Estado y los derrapes financieros no cuentan como desperdicio o ineficiencia (ya que una y otra son exclusiva del sector público).

A Correia de Campos, sólo debemos reconocerle la coherencia. Desde que pasó por el Banco Mundial se asumió como enterrador del Estado Social, sea en la salud o en la seguridad social. En la Comisión del Libro Blanco de Reforma de la Seguridad Social, a la que pertenecí, verifiqué con sorpresa que sus aliados en la comisión no eran los socialistas, eran precisamente Luís Filipe Pereira (que poco después quiso privatizar la salud) y Bagão Félix (que, desde siempre quiso privatizar la seguridad social). ¿Alguien recuerda que la creación del SNS [Serviço Nacional de Saúde] en 1979 tuvo su origen en el abandono por parte del CDS [Centro Democrático Social] de la coalición que sustentaba el gobierno del Partido Socialista? Por lo tanto, una de dos, o el PS abandonó sus principios o Correia de Campos está en el partido equivocado. Su reciente dimisión parece apuntar hacia la segunda opción pero sólo la política concreta de la nueva Ministra confirmará o no si al final no estamos ante la primera opción.

Para que esta primera opción no se confirme es necesario que la actuación del gobierno se paute, por obras y no por palabras, por los siguientes principios.

El SNS es uno de los principales pilares de la democracia portuguesa, y a ella se deben las enormes ganancias de desarrollo humano en los últimos treinta años; cualquier retroceso en este dominio es un ataque a la democracia. El SNS es un factor decisivo de la gestión territorial del país (el país no termina a 50 Km. de la costa). El SNS es un servicio financiado por todos, al servicio y dirigido en función de los beneficios de la salud y de modo a eliminar desperdicios. En los criterios de eficiencia, se incluye la eficiencia en la vida de los enfermos cuya atención puntual es fundamental para que no se pierda una mañana en un acto médico que dura 20 minutos.

Es urgente modernizar el SNS en el sentido de aproximarlo a los ciudadanos tanto en la prestación de los cuidados como en la gestión de los servicios (la participación de los ciudadanos y de las asociaciones de enfermos en la concreción del derecho a la salud debe ser incentivada). Promover a toda costa el régimen de exclusividad y terminar con la escandalosa promiscuidad entre la medicina pública y la privada para que, por ejemplo, no se continúen acumulando fortunas fabulosas con base en las listas de espera o en la falta de equipamientos. Promover la estabilidad y las carreras, apostar por la innovación técnica y científica y democratizar el acceso a las facultades de Medicina. Y sobre todo dejar claro el carácter complementario del sector privado antes de que los grupos económicos de la salud (Grupo Mello, BES, BPN GPS, CGD/HPP, etc.) [1] tengan suficiente poder para ser ellos mismos quienes definan las políticas públicas de salud y, por tanto, para bloquear cualesquiera medidas que afecten a sus tasas de interés. Cuando esto ocurra serán ellas las que digan: «¡Es la salud, estúpido!», la salud de sus negocios, no la de los ciudadanos estúpidos.

[1] BES (Banco Espírito Santo), BPN (Banco Português de Negócios), GPS (Grupo Português de Saúde), CGD (Caixa Geral de Depósitos)/HPP (Hospitales Privados de Portugal).

Fuente: http://www.ces.uc.pt/opiniao/bss/197pt.php

Artículo original publicado el 14 de febrero de 2008.

Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal).

Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas

Antoni Jesús Aguiló es colaborador externo de Rebelión y Tlaxcala. Àlex Tarradellas es miembro de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor, al revisor y la fuente.