«Cuando el pobrísimo tome las cúpulasy los famélicos tomen las Áfricasy los indígenas tierra amazónicay los mecánicos tomen las fábricasy los utópicos salgan del prólogoy los daltónicos pinten lo nítidoy los chuequísimos bailen de júbiloya lo terrícola será libérrimocual ritmo cíclico de un canto esdrújulo.»D. V. El viernes 27 de noviembre, a las 20:30 h., […]
«Cuando el pobrísimo tome las cúpulas
y los famélicos tomen las Áfricas
y los indígenas tierra amazónica
y los mecánicos tomen las fábricas
y los utópicos salgan del prólogo
y los daltónicos pinten lo nítido
y los chuequísimos bailen de júbilo
ya lo terrícola será libérrimo
cual ritmo cíclico de un canto esdrújulo.»
D. V.
El viernes 27 de noviembre, a las 20:30 h., en el Teatro Oriente de Santiago de Chile, el legendario artista popular Daniel Viglietti ofrecerá un concierto a un precio ridículo para ese escenario y la talla del cantautor (3.000 pesos, menos de 6 dólares).
El creador de «A desalambrar», «Soledad Barret», «Daltónico» y un sensible cancionero que ha recorrido y recorre las luchas de los pueblos latinoamericanos ya se ha presentado en universidades, haciendo vibrar como siempre, esta vez, a las generaciones nuevas de chilenos que, pese a la mala distribución de su obra, maravilla y estremece. Cálido, pleno de convicciones, con proyectos infinitos, memoria intacta y esa voz honda que enreda de ternura al que tiene cerca, Daniel Viglietti se sienta en una mesa sencilla colmada de discos, mientras le cuento que me he pasado la vida cantando El Chueco Maciel (a mi modo gritón y malogrado) y que, absurdamente, parece que lo conozco de siempre.
¿Cómo se forjó tu vínculo con Chile?
Mi relación con Chile es de un gran cariño y de un sentimiento solidario de ida y de vuelta. Cuando conocí Chile en 1965 me enteré de que los hijos de la cantora formidable Violeta Parra -que ya conocía por su trabajo-, Isabel y Ángel, habían presentado «Canción para mi América» («Dale tu mano al indio / dale que te hará bien») en un programa televisivo por lo cual tuvieron algunas dificultades. Entonces, cuando yo vine por primera vez al país, a la ciudad de Valparaíso, integrando un coro como suplente de un bajo al festival de coro de Viña del Mar, lo primero que hice, luego del evento, fue partir a Santiago, a calle Carmen 340, donde funcionaba la Peña de Los Parra. Ahí estaba Violeta tomándose una sopa.
¿Así te «emparraste»?
Así comenzó la amistad con Isabel y Ángel. En ese primer viaje me quedé en casa de Patricio Manns («Arriba en la Cordillera», «El cautivo de Til Til»). Él estaba de gira por el norte del país filmando y me dejó su apartamento de la calle Berlín. Sucesivamente derivé a la casa de los Parra, en calle Los Leones 1278.
Carmen 340 fue la «fábrica» de la Nueva Canción Chilena…
En esa peña conocí a Víctor Jara; hice amistad con Rolando Alarcón («Los Pueblos Americanos») que aún vivía; con Payo Grondona, que quedó como uno de mis mejores amigos aquí. También con el «Gitano» Rodríguez («Ha llegado aquel famoso tiempo de vivir») que se nos fue hace un tiempo. Todo esto hizo una relación entrañable con Chile. Entonces canté en la feria de Los Cerrillos (Santiago), donde también cantó Violeta junto a esa tan prolífica familia de Los Parra. En otro viaje me trajo a tu país René Largo Farías (muerto en extrañas circunstancias hace algunos años), al Festival Chile Ríe y Canta en el Teatro Caupolicán. René era un hombre tremendamente solidario que después encontré en el exilio.
Tú eres hijo de músicos y parece que estuvieras desde siempre…
Canto hace 51 años, así es que en mis visitas a Chile vi el nacimiento de grupos como Inti-Illimani («Sambalandó», «Venceremos») y Quilapayún («El Pueblo Unido»).
EL EXILIO
Todo eso fue en los 60 y principio de los 70… luego fue el horror de la dictadura…
Así también me ata a Chile todo lo que ocurrió durante la Unidad Popular, Salvador Allende, Miguel Enríquez. En ese tiempo, por cierto, no salieron discos míos, lo cual pierde toda importancia después de todo lo que pasó.
¿Cómo te enteraste del golpe?
Yo estaba en París, escuchando un concierto del cubano Carlos Puebla («Hasta Siempre, Comandante»), y cuando empezábamos a abrir unas botella de ron, llegó uno de ellos con el rostro demudado, diciendo «golpe en Chile». Inmediatamente dejamos las botellas a un lado y nos fuimos cada uno a nuestras casas. Entonces comenzó otra vida para mí. Porque, aun siendo uruguayo, me transformé de pronto en chileno, y más adelante, con el golpe de Estado de Videla, me transformaría en argentino.
Tú fuiste exiliado también…
En el exilio me encontré con Joan Jara (viuda de Víctor Jara), en Berlín, en la entonces RDA, donde ella me narró lo concerniente a la muerte de Víctor. Yo siempre he trabajado en radio y televisión, así es que tengo una gran cantidad de entrevistas en mis archivos de varios de esos encuentros.»
¿Cuándo viajaste a Chile otra vez?
Tuve la oportunidad de entrar a Chile durante la dictadura de Pinochet, a finales de los 80, en una gran iniciativa que se llamó Chile Crea. Allí me reencontré con Isabel Parra, con Payo, y abracé a la extraordinaria folclorista Margot Loyola.
«NO ME ARREPIENTO DE NINGUNA DE MIS CANCIONES»
En 1990 terminó el régimen militar…
En el período después de la dictadura he venido muchas veces. Y así voy descubriendo gente nueva de Chile que canta, como Pancho Villa («Yo soy de una generación»), y ayer en un concierto me acompañó el grupo musical Manka Saya y Vanessa Luna. De manera que sigue fluyendo esta memoriosa relación con Chile.
Muchas de tus canciones son eminentemente libertarias. Hay algunos artistas que ya han desalojado de su repertorio sus «encendidas» obras de juventud…
Yo no me arrepiento de ninguna canción; las contextualizo en sus etapas y las sigo cantando. Mis dos últimos discos son «Devenir» y «Trabajo de Hormiga», y ya estoy preparando un disco nuevo.
LÚDICO EL CHUEQUÍSIMO
Juegas mucho con las palabras acentuadas en la antepenúltima sílaba; las famosísimas esdrújulas, como lo hizo Violeta en «Mazúrquica Modérnica»…
El esdrujulismo es un género que nos desborda a Violeta y a muchos, y que viene de muy lejos. El mismo Chico Buarque lo emplea en «Construcción». Violeta Parra apocopó los esdrújulos, volviéndolos diferentes, hizo neologismos. Yo sólo agregué una perla al collar con la canción «Esdrújulo». Al usar ese tipo de palabras me vi obligado a pensar mucho. A veces una situación de límites obliga a realizar esfuerzos de imaginación importantes. Y esto no quiere decir que las censuras resulten beneficiosas, pero las censuras que ocurrieron aquí y allá, cuando todos tuvieron que arreglárselas para disparar metáforas y eludir los cercos, produjeron buenos ejercicios.
¿Y de dónde salió «Esdrújulo»?
Ésa surgió en un paseo al campo, jugando con los gurises (niños) de amigos con palabras esdrújulas. Allí partió el trabajo de ingeniería.
Ya te dije que mi caballito de batalla en la universidad y las fiestas ha sido tu «Chueco Maciel». ¿Cuál es su historia?
El Chueco Maciel nació en los cantegriles de Montevideo en 1970. Cantegril era una zona de mucho lujo en Punta del Este, entonces el pueblo con ese humor crítico que caracteriza a los nuestros, le aplicó a los lugares más pobres el término cantegril. Y allí creció un muchacho que venía del interior del Uruguay, en el proceso de migración campo-ciudad, que se llamaba Nelson Maciel y le decían «chueco», porque allá nombran así a los que caminan con los pies un poco hacia adentro. Entonces este muchacho comenzó a hacer algunos asaltos para acercar comida a los miembros del cantegril. Asaltó camiones de comestibles y bancos para conseguir dinero para ayudar a los pobladores del cantegril. De este modo, se convirtió en un símbolo creciente. Se le defendió mucho en el cantegril, hasta que un día fue capturado y asesinado dentro de una camioneta. Esto despertó una enorme cantidad de sentimientos. Así yo hice la canción. Tuve la oportunidad de cantarla incluso delante de la madre del propio Chueco Maciel.
En la década de los 80, secretamente y en cintas mal copiadas, los jóvenes chilenos antidictatoriales oíamos tu canción «Por todo Chile» que siempre pensamos que era un tema dedicado al Frente Patriótico Manuel Rodríguez…
Nació en enero de 1973 (varios meses antes del golpe militar), y la escribí tal cual es. Después la grabaron Los Parra. Tomo a Manuel Rodríguez como símbolo. Era un momento muy particular en Chile, estaba la huelga de los camioneros contra el gobierno de Allende, se gestaba un avance de la derecha, y mi canción plantea la decisión de muchos sectores de prepararse para la lucha. Y sigo cantando esa canción, respetando su origen.
También empleas casi como un paradigma la palabra «chueco»…
Ensancho la palabra «chueco», como algo imperfecto, frágil, humano, pero que no nos exime de seguir luchando, siempre creando, siempre liberando.
URUGUAY HOY
La segunda vuelta electoral en Uruguay está más que cercana…
Yo espero que haya continuidad para el gobierno progresista en Uruguay, pero desde un apoyo crítico. Yo apoyo, voto, pero quiero plantear cosas que no se cumplieron en la primera etapa.
¿Cuál es tu evaluación del trágico resultado plebiscitario respecto de la llamada Ley de Caducidad que beneficia transitoriamente a quienes cometieron crímenes espantosos durante la dictadura en Uruguay?
Se perdió porque hubo, entre otras cosas, falta de decisión del gobierno de apoyar esa campaña. Ahora el gobierno debería estar obligado a buscar otros caminos para anular esta infamia y que los responsables de violar los derechos humanos, pasen ante la justicia. Probablemente muchos de ellos, porque son terriblemente cobardes y mentirosos, no van a querer hablar, pero ahora es importante individualizarlos a través del testimonio de mucha gente que fue torturada por ellos. No con sentimientos de venganza porque nuestra ética como pueblos es muy otra que la de los represores. Pero sí hay que obligarlos a que expongan sus cargos ante la justicia.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.