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Los "inesperados" resultados electorales en Perú

Giro a la izquierda

Fuentes: Rebelión

La victoria en primera vuelta del profesor Pedro Castillo en las elecciones presidenciales dibuja un escenario complejo y polarizante para todos los peruanos. Con estos resultados se suman más incertidumbres a la inestabilidad que ha caracterizado el sistema político del país en los últimos años.

La segunda vuelta, que enfrenta a Castillo con la hija del dictador Alberto Fujimori, es de lo resultados más atípicos experimentados en la historia republicana de este país andino. A su anomalía se suma que un alto porcentaje del electorado optó por la abstención (27%) y otro importante grupo fue ocupado por votos nulos, blancos o viciados (23%).

Ese 50% no encontró representación en las propuestas de los partidos políticos. Diríamos que el hartazgo y el rechazo a la clase política le ha pasado factura a todos, tanto de derechas como de izquierdas.

Tratar de explicar el triunfo electoral de Pedro Castillo es más complejo de lo que parece. Tiene diversas aristas que pasan por entender la crisis política que venimos arrastrando por décadas y que nos ha llevado a tener tres presidentes en menos de un año. Y, con la pandemia, una recesión económica asentada en la pérdida de más de tres millones de empleos según datos del Ministerio de Trabajo y una agudización de la crisis sanitaria que se ha cobrado la vida de más de ciento cincuenta y tres mil personas, según datos del Sistema Nacional de Defunciones (SINADEF).

Esto, sumado a la falta de institucionalidad política y la poca o nula legitimidad de los partidos, configura el caldo de cultivo perfecto para que una propuesta antisistema como la de Pedro Castillo haya podido cosechar un importante respaldo electoral, principalmente del mundo rural y andino del Perú.

Este látigo andino en contra de la clase política urbana y sobre todo limeña ha despertado los temores y odios de un gran sector de la prensa y de los grupos empresariales que, utilizando un tufillo discriminador, rechazan la posibilidad de que un profesor de una escuelita rural en Cajamarca, al norte del Perú, cuente con opciones para ocupar el sillón presidencial.

En este camino a la segunda vuelta electoral, la población tendrá que decidir si darle su confianza a una candidata que está siendo procesada por liderar una organización criminal sobornada por la multinacional brasileña Odebrecht y recibir tres millones y medio de dólares del presidente de uno de los bancos más importante del país para su campaña presidencial del 2011. Keiko Fujimori es la tercera vez que postula a la presidencia.

Al otro lado del espectro, un maestro de escuela rural que ganó notoriedad por liderar una huelga magisterial en 2017 y que ha cosechado un respaldo mayoritario del mundo andino. Entre sus propuestas más populares están una Asamblea Constituyente y la reivindicación de una segunda reforma agraria.

De aquí al 6 de junio, día de la segunda vuelta electoral, la campaña de ambos candidatos se centrará en captar los respaldos necesarios de otros partidos, grupos o colectividades políticas que logren consolidar el apoyo necesario de la mitad más uno de votos para llegar a la presidencia. Su mayor desafío será lograr un consenso mínimo que sirva de colchón para darle estabilidad y gobernabilidad al futuro gobierno.

Gane quien gane, lo que queda claro es que el modelo económico neoliberal que fue implantado por la dictadura de Alberto Fujimori ha quedado seriamente cuestionado y debilitado con la pandemia, haciendo urgente una respuesta más activa del Estado, un tema central de la discusión y el debate político que debe marcar los destinos del país en los próximos años.