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Elecciones Perú

“Golpe” a la vista

Fuentes: Rebelión

Los Documentos de Santa Fe

Un cable de EFE, la agencia de noticias de España, informó este 17 de junio que “cientos de oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas de Perú pidieron a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas peruanas desconocer a Pedro Castillo si éste es proclamado como ganador del balotaje sin que se hayan aceptado los reclamos de la candidata Keiko Fujimori”. En la carta, dice la noticia, los ex-militares sostienen  que las autoridades militares «no pueden aceptar a un jefe supremo ilegítimamente investido producto de un fraude o fruto de irregularidades».

Por su parte, el presidente “no electo” del Perú, sostuvo según otro cable de la misma agencia en el mismo día que: «Le toca al Jurado Nacional de Elecciones con tranquilidad, con rigor, y con equidad y justicia, hacer un examen de los pedidos que se han presentado para revisar algunas de las actas, y ver si se aprueban o no se aprueban, se consideran válidas o no».

Nada más oportuno para ilustrar con hechos lo que sostengo respecto a lo que viene ocurriendo en este país. Y es que a diferencia de los “entendidos” que pretenden “explicar” el  acontecer del Perú cotejando dimes y diretes de los fantoches de su institucionalidad política, lo que yo sostengo es que la explicación de lo que sucede con las elección de Pedro Castillo, se encuentra en los presupuestos básicos que sobre elecciones, democracia y poder fueron puestos en vigencia por el gobierno de los Estados Unidos en los llamados “Documentos de Santa Fe”.

Redactados por los tanques pensantes ultraconservadores del republicanismo estadounidense los “documentos” fueron publicados por la CIA entre 1980 y el 2002. Lo que se dice en estos ha sido puesto en práctica tanto por los gobiernos republicanos como demócratas a lo largo de las cuatro últimas décadas. No sólo en América latina y El Caribe sino en el mundo entero. Recuerde usted que en Francia, hace poco más de dos meses, cuando Macrón quiso tomar distancia del hegemón yanqui, le sobrevino la amenaza de los ex-militares de su país, primero, y de los en ejercicio, después. Allí acabaron sus coqueteos con China y hoy, conjuntamente con los otros integrantes del G-7 y sumándose a la retórica delirante del Presidente Biden de Estados Unidos, expresa su sólida oposición a cualquier intento unilateral de cambiar el “statu quo” por parte de China y considera al país asiático “una amenaza mayor que lo que fue la Unión Soviética para Estados Unidos en el siglo pasado.

Doctrinas, Constitución y Documentos de  Santa Fe: Su vigencia

Hay quienes consideran que los Documentos de Sta. Fe son letra muerta a pesar que los hechos, a los que me referido antes, prueban todo lo contrario. Y es que para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos su estrategia guarda estrecha correspondencia con la permanencia de los principios y fines que están contenidos en sus doctrinas; en su Constitución y sus “enmiendas”; en los documentos producidos por los “think tanks” de su institucionalidad para el dominio del mundo.

Toda esta retórica imperial ha sido formulada y “reformulada” de acuerdo a la evolución y las contradicciones de su desarrollo capitalista en poco más de dos siglos. Teóricamente, es lo que fundamenta su pragmatismo funcionalista.

Nada de lo que “pensaron” sus “padres fundadores” y elaboran sus “tanques pensantes” institucionales, pierde vigencia. Todo está en constante retroalimentación sin pérdida de su sentido y su orientación básica. El ejemplo más claro está en la longevidad de su Constitución de 1787 y en las de sus doctrinas fundacionales: La del Destino Manifiesto y la Monroe por ejemplo, que orientan su impronta imperialista mundial y anexionista del continente americano a su hegemonía.

A estas doctrinas fundacionales han sobrevenido las doctrinas del “anticomunismo” para enfrentar la amenaza soviética y sustentar la estrategia de la “guerra fría” (1945-1990) y donde caben la “doctrina Nixon” contra las drogas en 1973 y la “doctrina Reagan” en 1980 para hacer “volver atrás” las experiencias de Granada y Nicaragua que evidenciaban el “avance comunista” soviético-cubano y la militarización del Caribe y de Centroamérica.

Luego vendría la “doctrina contra el narcotráfico” (1990-2000) con sus puntos culminantes en la invasión de Panamá en 1996 y el Plan Colombia en 1999. Doctrina que, además, ensanchó las puertas del neoliberalismo que ya había entrado con la doctrina Reagan y se consolidó con el “acuerdo” de las “diez exigencias” del “Consenso de Washington” en 1989.

En el 2001 tras la impostura del atentado contra las Torres Gemelas se impuso la “doctrina contra el terrorismo” con un alcance “global” habida cuenta que Estados Unidos era ahora el único “dueño” del mundo. Lo que supuso que las doctrinas precedentes se acomodaran a lo que sus epígonos llamaron el “fin de la historia” o de las ideologías políticas.

En este contexto, el sentido y significado de los Documentos de Santa Fé cobran plena vigencia y actualidad respecto de lo que Estados Unidos espera como resultado de las elecciones y de cuáles son las instituciones que para este país son las más importantes para asegurar su “poder permanente” en sus neo-colonias.

He aquí lo que se dice en los Documentos de Santa Fe II de 1990:

· Ninguna elección democrática puede modificar la continua inclinación hacia el régimen privado. La industria de elevación de la conciencia debe estar en manos privadas. Los medios de difusión, las iglesias y las escuelas deben continuar desviando las formas democráticas hacia el individualismo y la propiedad privada. Los nuevos gobiernos democráticos deben reconocer esto como una lucha de sus regímenes (p. 6).

· La cultura social y el régimen político deben estar concebidos para proteger una sociedad democrática asentada sobre valores individualistas. Desde esta perspectiva, las instituciones de los Estados Unidos no pueden interesarse sólo por procesos democráticos formales (elecciones), sino por establecer programas de apoyo a la democracia a través de las fuerzas armadas, el poder judicial y la cultura política (Ibidem).

· Los principales pilares del poder permanente son las fuerzas armadas y el poder judicial. Estas son instituciones que soportan cargas pesadas al abordar los Conflictos de Baja Intensidad como una forma de guerra que incluye las operaciones psicológicas, la desinformación, la información errónea, el terrorismo y la subversión cultural y religiosa (Ibidem)

Perú: Elecciones, “comunismo”, fraude, golpe suave

Para el caso de las elecciones en Perú y, en general, para toda elección en la que surja un candidato “popular” que reciba el apoyo del “pueblo” (de los  pobres, los indeseables, los marginales, los “de adentro”) éste es considerado una “amenaza”. 

En la línea borrosa de lo que el gobierno de Estados Unidos y sus servicios de seguridad e inteligencia consideran una “amenaza” (comunista, terrorista, narco-terrorista o populista de izquierda), Pedro Castillo, el candidato peruano y popular (por origen y apoyo) es una “amenaza comunista”. No porque el señor Castillo sea un comunista, sino por el mayor poder simbólico que tiene el “comunismo” frente a las otras categorías de las “doctrinas” USA. Y porque la prensa mercenaria de su país y las ONG al servicio de USAID, de la NED, del Congreso estadounidense y hasta de la propia CIA, se han encargado de satanizarlo como tal. Para esto han manipulado su pertenencia al sindicato de maestros (SUTEP) que ha sido estigmatizado y criminalizado como comunista por los diferentes gobiernos desde Alberto Fujimori hasta Sagasti; y han tergiversado su condición de dirigente en la Ronda Campesina de su lugar de origen que ¡oh paradoja! combatió contra “Sendero Luminoso”, la organización comunista del terrorismo que asoló el Perú durante la década 1980-90.

Castillo se presentó a las elecciones con un discurso distante al de los advenedizos neoliberales, mediocres y torpes, pero de abierta sujeción a las doctrinas USA. También al de los “progresistas” cínicos. De igual manera al del “progresismo identitario”. Incluso, al llegar a un acuerdo con su  contendiente de esta minoría, una vez que ganó la primera vuelta electoral, no cedió a sus exigencias identitarias. Nada de esto, sin embargo, aleja su propuesta del molde neoliberal. La propuesta de Castillo es la de quien quiere “ganar las elecciones”. Y Castillo las ganó. Y la “amenaza” pasó, de haber sido creada y ficticia, a ser real. No hay que prevenirla. Hay que atacarla.

Dos tácticas para un solo final

Una, la de “negociar” imponiendo condiciones. Aquí entran el “empate técnico” y/o las denuncias de “fraude”. Sus protagonistas la Embajada USA y sus “negociadores” (embajadores, enviados); los ejecutivos de las non sanctas defensoras de los “derechos humanos” como Human Rights Watch (HRW); la Cámara de Representantes y hasta el propio Departamento de Estado de los Estados Unidos. No importan las declaraciones que cada quien haga sobre la “transparencia, justicia, libertad accesibilidad y paz” de las  elecciones. Lo que importa es lo que se dice entre líneas: “Apoyamos el dar tiempo a las autoridades electorales para procesar y publicar los resultados de acuerdo con la ley peruana…Estados Unidos y Perú comparten una profunda amistad arraigada… Estados Unidos espera continuar esta importante alianza con el candidato debidamente elegido” (Ned Price portavoz del Departamento de Estado USA).

La otra táctica es la del “golpe”. Siempre detrás del telón de fondo de la táctica uno. El “suave” ya se puso en ejecución con el pronunciamiento, marchas y protestas de ex-militares llamando a la insurgencia civil “de acuerdo con la Constitución”; el pronunciamiento de algunos ex-militares recientemente elegidos como congresistas; la renuncia de autoridades electorales; la campaña mediática disfrazada de neutralidad. Todo en función de la “masa crítica” que se requiere para el golpe final. Todo está cantado.