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Gransci y la mal entendida hegemonía de la izquierda paraguaya

Fuentes: Rebelión

Gransci, uno de los mayores intelectuales revolucionarios de occidente, es permanentemente invocado como referencia por los partidos socialistas de América Latina, influenciados por el eurocomunismo, negador de la lucha de clases. Pero, Gransci, más que referente ha sido víctima de la izquierda conservadora que instrumenta (y manipula) su genialidad teórica. Gransci hacía una distinción entre […]

Gransci, uno de los mayores intelectuales revolucionarios de occidente, es permanentemente invocado como referencia por los partidos socialistas de América Latina, influenciados por el eurocomunismo, negador de la lucha de clases. Pero, Gransci, más que referente ha sido víctima de la izquierda conservadora que instrumenta (y manipula) su genialidad teórica.

Gransci hacía una distinción entre Occidente y Oriente, en el primero la «sociedad civil» estaba fortalecida y en Oriente sin embargo el Estado era todopoderoso. «Oriente» es más parecido a América Latina, que no tiene la misma tradición democrática de Europa. A partir de esta constatación habría que elegir entre la «guerra de posiciones» o de «maniobra» para la construcción de la hegemonía, compuesta por la coerción y el consenso. Lenin, por ejemplo, comprendió que era necesario un cambio de la guerra de maniobra, aplicada victoriosamente en Oriente en 1917, a la guerra de posición, que era la única forma posible en Occidente donde la sociedad civil (instituciones democráticas, tradición parlamentaria) estaba más fortalecida. Así, ocupar espacios institucionales a través de las elecciones es la estrategia fundamental en la guerra de posiciones, y la lucha frontal (huelgas, ocupaciones de fábricas y tierras, luchas de masas combativas) contra el Estado es la estrategia de la guerra de maniobras.

En forma equivocada (o deshonesta) los partidos socialistas conservadores del continente (incluido Paraguay) han optado por la guerra de posiciones en una región donde las características sociales, culturales, económicas e históricas se parecen más al «Oriente» que al «Occidente».

Para justificar su accionar, algunos «gramsciandos» afirman que en América Latina las condiciones fueron cambiando, y que más que nunca se impone la «guerra de posiciones» antes que la «guerra de maniobras», poniendo como ejemplo a Chávez, Evo Morales, Ortega y Correa, que accedieron al poder por la vía electoral. Justamente, estos presidentes llegaron al poder gracias a interminables movilizaciones populares, marcadas por prisiones (Chávez y Morales), levantamientos indígenas (Ecuador) y hasta guerrillas y contrarrevoluciones (Nicaragua y El Salvador). Es decir, los triunfos electorales fueron solo la culminación de largas y combativas luchas populares. Y por si haya dudas, ¿de qué le valió a Lugo ganar las elecciones en el 2008, si a la hora de defender esa conquista, la frágil «sociedad civil» no se movilizó a su favor contra el golpe que lo sacó del poder en junio del 2012?

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.