Les recuerdo un poema de Erich Fried de Cien poemas apátridas. EN LA CAPITAL «¿Quién manda aquí?» pregunté Me dijeron: «El pueblo naturalmente» Dije yo: «Naturalmente el pueblo pero, ¿quién manda realmente?» ¿Y quien manda realmente en Grecia? Veamos. Supongamos que el sistema partidista es un sistema justo y adecuado para canalizar la voluntad general. […]
Les recuerdo un poema de Erich Fried de Cien poemas apátridas.
EN LA CAPITAL
«¿Quién manda aquí?»
pregunté
Me dijeron:
«El pueblo naturalmente»
Dije yo:
«Naturalmente el pueblo
pero, ¿quién
manda realmente?»
¿Y quien manda realmente en Grecia? Veamos.
Supongamos que el sistema partidista es un sistema justo y adecuado para canalizar la voluntad general. Admitamos, que no es poco, que las elecciones celebradas en octubre de 2009 en Grecia fueron democráticas, que todo el mundo tuvo derecho a expresar sus ideas con medios e instrumentos similares. Aceptemos que el programa de gobierno de la fuerza política que ganó las elecciones recogía las inquietudes y finalidades mayoritarias en la sociedad helénica. ¿Qué queda de ese programa tras la alianza impía del capital financiero, los especuladores insaciables y algunas instituciones europeas con nada más y nada menos el Fondo Monetario Internacional? ¿Qué queda preguntaba? Nada, está desde hace meses en la papelera de los trastos olvidados e inútiles.
¿Quién manda allí entonces, en tierras de Zenón, Platón, Aristóteles y Epicuro? El pueblo griego naturalmente. Naturalmente podemos responder. Pero continuemos: ya, ya, pero, ¿quién manda realmente?
Efectivamente, la alianza impía.
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