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Esperando los resultados de las elecciones presidenciales

Guatemala: el país de la eterna enfermedad

Fuentes: Rebelión

1. Rafael Carrera y Turcios (1814-1865) que contribuyó a la desintegración de la República Federal de Centroamérica y al surgimiento de Guatemala como una entidad separada, ascendió al poder en medio de una epidemia de cólera. Parte de una brigada que levantaba los cadáveres, lideró una rebelión que luego lo llevó a la silla presidencial. […]

1.

Rafael Carrera y Turcios (1814-1865) que contribuyó a la desintegración de la República Federal de Centroamérica y al surgimiento de Guatemala como una entidad separada, ascendió al poder en medio de una epidemia de cólera. Parte de una brigada que levantaba los cadáveres, lideró una rebelión que luego lo llevó a la silla presidencial. La peste se acabó, pero Carrera, enfermizo y paranoico, siguió cosechando las muertes.

La enfermedad, al parecer, se volvió una condición social-política fija, en que han sido sumergidos los guatemaltecos.

Una epidemia de cruentas dictaduras militares y una guerra civil 1960-1996 con saldo de 200,000 muertos y 45,000 desaparecidos. La pobreza, desigualdad, impunidad, corrupción, racismo, inseguridad, hambre y desnutrición, viejas plagas que ningún político incluso en los 25 años pasados de democracia fue capaz de enfrentar. O nuevas como el narcotráfico.

Y encima un acto criminal como este: según las publicaciones recientes, en los años 40. los médicos estadounidenses llevaron a cabo una serie de experimentos en más de 5 mil guatemaltecos (soldados, prisioneros, prostitutas y enfermos mentales), infectando a una parte de ellos de manera deliberada con sífilis y otras enfermedades.

‘De Guatemala a Guatepeor’.

2.

Se lo digo también a un amigo guatemalteco viendo en la tele los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 11 de septiembre.

La primera vuelta fue para el general retirado Otto Pérez Molina, del Partido Patriota (PP), con 36 por ciento de los votos, seguido por el empresario Manuel Baldizón, de Libertad Democrática Renovada (Líder), con 23 por ciento. Ambos de derecha, ambos vinculados a unas pocas familias oligárquicas que dominan el país.

Pérez Molina, un militar activo en la época más cruenta de la guerra bajo la dictadura del general Efraín Ríos Montt, luego el jefe de la Dirección de la Inteligencia Militar (G-2) y del Estado Mayor Presidencial, después incursionó a la política. Junto con su PP, formó parte de la Gran Alianza Nacional (GANA) que llevó a la presidencia al conservador Oscar Berger 2003-2007. Luego fue segundo en las elecciones presidenciales de 2007. Baldizón, un abogado y un empresario millonario, ‘dueño del Petén’, la región norteña del país, entró en la política en 2003, ganando una diputación por el derechista Partido de Avanzada Nacional (PAN).i

Mi amigo encoge los hombros. Aquella frase no resulta muy agradable, pero contiene una verdad irrefutable. No solo porque la situación va de mal en peor, sino también porque no hay nadie que cumpla con las esperanzas y ofrezca soluciones para las dolencias del país.

3.

Lo intentó el saliente presidente Álvaro Colom (2007-2011), que con su centroizquierdista Unión Nacional por la Esperanza (UNE) invocaba la herencia de la revolución de 1944 y de la ‘primavera democrática’ de los gobiernos de Juan José Arévalo y de Jacobo Arbenz, que por introducir la reforma agraria, fue derrocado por los Estados Unidos en 1954, con el argumento de frenar el ‘comunismo mundial’. Colom tomó algunas medidas progresistas: junto con su esposa, Sandra Torres, introdujo una serie de programas sociales, con el más importante Mi Familia Progresa, en el esquema de las transferencias condicionadas. Pero en general se quedó en la retórica.

Y para la esperanza frustrada no hay segunda oportunidad. No se repite. De una vez acaba en una farsa. Buscando la continuación para la UNE – desde 1986 ningún partido político gobernó dos turnos – y queriendo omitir la ley que prohíbe la postulación de parientes, Torres se divorció. Y al final se quedó sin marido y sin la candidatura, ya que el Tribunal Supremo Electoral le impidió presentarse.

Para muchos el partido gobernante, sin un candidato a la presidencia – una historia inédita en Guatemala – estuvo condenado al fracaso. Pero Torres en vez de rendirse, se dedicó a la campaña de los candidatos para diputados (en las elecciones del 11 de septiembre además del presidente y vicepresidente se votó por los 158 diputados al Congreso unicameral, 333 alcaldes y 20 representantes al Parlamento Centroamericano), queriendo cosechar los frutos del pacto de la última hora entra la UNE y la GANA (ahora un partido independiente). Una alianza que por cierto dejó un sabor amargo para algunos seguidores del Colóm y Torres pero que pretendía cooptar a los caciques locales y sellar acuerdos entre familias oligarcas. Sin embargo la más grande fortaleza de la UNE resultó ser una red del clientelismo tejida en todo el país por los programas sociales introducidas por Torres (y fortalecida por los operadores ex bergeístas), un curioso Jano político, con una cara del estado y otra del partido. Gracias a esto, la UNE obtuvo una victoria significante: 48 escaños (PP 56, Líder 14). Una sorpresa y por cierto una gran incógnita ante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.ii

4.

Entre los 10 presidenciables estuvo Rigoberta Menchú, la Premio Nobel de la Paz, candidata del Frente Amplio, conformado por el movimiento indígena Winaq y los izquierdistas Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca-Maíz (ex guerrilla) y la Alternativa Nueva Nación (liderada por el ex comandante guerrillero Pablo Monsanto). Acabó en sexto lugar, con apenas unos 3 por ciento. Resultado del racismo, marginalización de la izquierda que tras los Acuerdos de Paz de 1996 no logra posicionarse y de la fragmentación del voto indígena en un país dónde estos constituyen unos 60 por ciento de la población.

A la Premio Nobel la encontré en una de las escuelas a dónde vino a depositar su voto. La pregunté directamente por esta fragmentación y contestó: ‘Si usted observa que el voto indígena está fragmentado, yo estaría de acuerdo. Pero también hay que notar que el voto de la derecha oligárquica está fragmentado‘.

Una observación pertinente. Las clases respectivas, no solo las populares, sino incluso la misma oligarquía, están polarizadas y no tienen proyectos comunes. Solo intereses particulares. En este sentido por ejemplo Pérez Molina representaría los intereses de la oligarquía tradicional y Baldizón las de una nueva clase empresarial emergente.

Además todo el sistema político padece una alta inestabilidad: en las elecciones se presentaron 28 partidos, de los cuales la mayoría no tiene más de 10 años. Saldo del conflicto que dejó una sociedad fragmentada con profundamente arraigadas estrategias de sobrevivencia y del mimetismo político (todo esto, más la trauma post-guerra podría explicar también la hegemonía de la derecha) y una vieja herencia de la recomposición política de los años 40.

¿Y como remediar esta polarización? – pregunté a Menchú Tum. ‘Con la reforma de los impuestos, con mayor redistribución del ingreso y con el fortalecimiento de la clase media‘, contestó, apuntando a los viejos pendientes del proceso de la democratización. Desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, la clase política no estuvo capaz de llevar a cabo una reforma fiscal, que permitiría al estado guatemalteco aumentar los ingresos y asegurar los recursos necesarios para cumplir con sus deberes.

Con todas las criticas que se le puede hacer a Menchú y con todos sus tropiezos políticos en el pasado que se le puede enumerar, sus propuestas políticas, parecían más coherentes y más enfocadas en atacar los problemas de Guatemala – la pobreza, las desigualdades, la marginalización rural, o las constantes violaciones de derechos humanos – desde sus raíces estructurales.

5.

Hoy en día – igual que en los tiempos de Arbenz – el problema principal de Guatemala es la tierra y los terratenientes. Ahora con nuevas facetas del capitalismo globalizado que empuja la comodificación compulsiva de la naturaleza, promueve los proyectos mineros (¡las multinacionales pagan solo 1% de regalías!), megaproyectos energéticos o monocultivos para los biocombustibles. Procesos que acentúan la concentración de la tierra y agravan el problema del latifundio (el 80% de la tierra cultivable está en manos del 5% de la población), provocan el desplazamiento del maíz para la alimentación por los monocultivos destinados a la exportación (la palma africana y la caña de azúcar) y ocasionan violentos desalojos de los campesinos, como el del valle del Polochic en Panzós, Alta Verapaz en marzo de este año con saldo de tres muertos y varios heridos.

Este acontecimiento demostró de hecho en que medida la retórica de Colom, de la UNE y de su ‘gobierno de los pobres’ difería de la realidad social y de las verdaderas necesidades de la población, en un país con mucha tierra fértil y agroexportador, dónde la mitad de los niños (y hasta 70% en la población indígena) sufre hambre y una desnutrición severa. Esto los hace propicios a todo tipo de enfermedades, como neumonía o diarrea, en general curables, pero que en un país dónde por encima de la producción campesina-indígena local y del derecho a la alimentación se da la prioridad a los mercados internacionales, resultan ser mortales.

En Guatemala, cada día, unas 16 personas mueren en actos violentos, vinculados con la delincuencia común u organizada. El mismo día 18 niños (sic) se mueren a consecuencia de la desnutrición.

Aún así, ‘el tema’ es la inseguridad y no la seguridad alimentaria. La violencia que se vive en las calles y en los medios de comunicación y no la violencia estructural que mata en silencio.

6.

Los dos candidatos que se presentarán en la segunda ronda el 6 de noviembre, si más bien abordaron el tema de la tierra durante la campaña en las aéreas rurales, centraron sus propuestas en la población urbana y en los temas de la inseguridad y del narcotráfico, que sobre todo a partir del 2008 y 2009 fortaleció su presencia en el país apoderándose de algunas regiones ante la incapacidad de las autoridades.

Pérez Molina prometía la ‘mano dura’ y combatir al narco y a las bandas criminales reactivando las viejas ‘fuerzas de tarea’ que consistían en los Kaibiles, de los que fue uno de los fundadores (hoy en día los ex Kaibiles son una fuerza de choque del cartel mexicano de Los Zetas, que se instaló en Guatemala). Baldizón por su parte, para frenar la epidemia de muertes violentas prometía la pena de muerte y la ejecución de unos 20 condenados en los dos primeros meses de su gobierno, invocando a la vez cada rato a Dios y a la Biblia.

Francisco Goldman, un escritor guatemalteco-estadounidense, el autor de El arte del asesinato políticoiii que narra la historia del obispo Juan José Gerardi, defensor derechos humanos, muerto a manos de los militares en 1998, dos días después de haber presentado el informe del proyecto Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), que documentó que el 93% de las masacres y crímenes de lesa humanidad durante el conflicto las cometió el ejército (3% la guerrilla y el 4% restante ha sido difícil de establecer), me comenta que no solo hay evidencias sólidas de que Pérez Molina estuvo involucrado en las masacres, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones y torturas a principios de los 80., en la región de Nebaj en el Quiché, llevadas a cabo en una estrategia contrainsurgente de la ‘tierra arrasada’ que eliminaba la ‘peste del comunismo’ con todos los potenciales infectables, sino también de ser directamente implicado en el asesinato del Monseñor Gerardi.

Y tiene mucha razón Goldman, cuando comenta que una de las enfermedades que permite que Pérez Molina sea hoy un candidato es la omnipresente impunidad (98% de delitos en Guatemala quedan sin resolver). Y la otra, habría que añadir, que hace que este sea ahora un líder en las encuestas, podría ser la amnesia social.

Al respeto de Baldizón, un oportunista cuyo partido tiene muy poco tiempo de haberse formado principalmente con los desertores de la UNE (del que mismo Baldizón antes ha sido expulsado), observa que se manejan sospechas que su financiamiento podría estar ligado al narco (lo mismo, según las revelaciones de Wikileaks, se podría decir de Pérez Molina).

Todo esto no le impidió a la UNE a aliarse con Baldizón antes de la segunda vuelta, poniendo a su disposición sus redes clientelares y provocando una curiosa disonancia en la boca del político petenero, que empezó a prometer mantener, hasta ampliar, los programas sociales del gobierno anterior y seguía abogando por la pena de muerte, lo que volvió aún más absurdo su populismo mesiánico.

¿Serán entonces las propuestas de ambos candidatos algo como una cura homeopática para el país, o sea curando violencia con más violencia? – pregunta irónicamente Goldman.

Basta con ejemplos de El Salvador o de México, dónde las políticas de seguridad enfocadas en la fuerza incrementaron la violencia y criminalidad, agravando la inestabilidad política.

¿Son entonces sus candidaturas vías de salida o apenas síntomas de las mismas dolencias que acechan Guatemala o que incluso dicen querer combatir? ¿Son sus propuestas recetas para la sanación o parte del mismo tratamiento que tiene el país agonizante?

7.

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de la Literatura, antes de la primera vuelta de los comicios presidenciales en Perú en mayo de este año, decía que escoger entre el izquierdista Ollanta Humala y la populista Keiko Fujimori, era como ‘elegir entre el HIV y el cáncer‘. Una calificación poco poética y sesgada por su calidad del promotor mundial de la derecha. Aún así, cuando resultó que aquellos dos candidatos pasaron a la segunda vuelta, el Nobel optó por el ‘mal menor’, votando por Humala.

Cómo subrayaba uno de los analistas, la oferta electoral en Guatemala es muy mala y los más grandes problemas del sistema político y del país son imposibles de resolver en las urnas. Lo único que se puede esperar es elegir al ‘menos peor’ (aún así, los guatemaltecos van a votar: el 11 de septiembre votaron incluso 69% de los empadronados).iv

No obstante mirando a Pérez Molina y a Baldizón, ¿de veras hay una opción del ‘mal menor’?

Aquí la elección parece ser entre el ‘mal’ y el ‘mal peor’, sin saber cuál es cuál. Entre dos tipos enfermedades, sin que importe su nombre.

¿Alguna vez tendrán los guatemaltecos una oportunidad de escoger entre una enfermedad y una cura?

 

*Una versión amplia del comentario Guatemala: elegir entre las enfermedades que apareció en La Jornada: http://www.jornada.unam.mx/2011/09/18/opinion/022a1mun

 

**Periodista polaco

 

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i Para mayor información sobre ambas figuras, véase: Por sus actos los conocerás, Plaza Pública, http://www.plazapublica.com.gt/content/por-sus-actos-lo-conoceras, 10 de septiembre de 2011, y Baldizón, el Berlusconi del Petén, Plaza Pública, http://plazapublica.com.gt/content/baldizon-el-berlusconi-de-peten, 7 de septiembre de 2011

ii Oswaldo J. Hernández, La red que salvó la caída, Plaza Pública, http://plazapublica.com.gt/content/la-red-que-salvo-la-caida, 31 de octubre de 2011

iii Francisco Goldman, El arte del asesinato político. ¿Quién mató al obispo?, Anagrama, Barcelona 2009, 536pp.

iv Mariano González, ¿Por qué siguen votando los guatemaltecos?, Plaza Pública, http://plazapublica.com.gt/content/%C2%BFpor-que-siguen-votando-los-guatemaltecos-0, 26 de octubre de 2011