Podría ser cualquier día del mes, o del año. Pero podemos situar nuestra preocupación en uno, en particular: el 3 de marzo del 2016. Fue emblemático. Ocurrieron tres hechos que mostraron el verdadero sentido de la lucha que se libra hoy en nuestro continente: en Washington, el Presidente Obama ratificó la disposición ejecutiva que considera […]
Podría ser cualquier día del mes, o del año. Pero podemos situar nuestra preocupación en uno, en particular: el 3 de marzo del 2016. Fue emblemático. Ocurrieron tres hechos que mostraron el verdadero sentido de la lucha que se libra hoy en nuestro continente: en Washington, el Presidente Obama ratificó la disposición ejecutiva que considera a Venezuela como «una amenaza contra la Seguridad Nacional de los Estados Unidos». En Honduras, sicarios enmascarados atacaron la vivienda de Berta Cáceres, activa luchadora medioambientalista, y la asesinaron alevosamente. Y en Brasil, desencadenaron una ofensiva violenta contra José Ignacio «Lula» Da Silva, con el ánimo de aplastarlo a él y a la Presidente Dilma Rousseff, demoliendo su imagen.
Tres acciones sucesivas, y tres hechos que sirven para graficar de modo tangible lo que constituye el accionar del Imperio en nuestro tiempo. Y es que un solo hilo conductor unió a una renovada campaña de prensa desatada contra las fuerzas progresistas de nuestro continente.
Hay que advertir, sin embargo, que estos hechos no estuvieron desligados de otros de similar propósito: la decisión del Presidente Macri de buscar acuerdo en beneficio de los «fondos buitre» en la Patria de Libertador José de San Martín; y la ofensiva mediática contra Evo Morales, el líder del Estado Multinacional de Bolivia; la campaña contra Rafael Correa, el mandatario ecuatoriano, y el inicio de un operativo anti sandinista en Nicaragua donde se celebrarán elecciones el próximo 6 de noviembre. Todo eso, ligado también al incremento de acciones sediciosas de «los Maras» contra el régimen salvadoreño de Sánchez Cerén.
América Latina volvió a ser, como antaño, un campo de batalla áspero, ríspido y pedregoso.
¿Podría estar el Perú ausente y marginado de este escenario? En otras palabras, ¿podríamos los peruanos decidir el tipo de gobierno que queremos para el próximo quinquenio, sin que la aviesa mano del Imperio se inmiscuya en nuestra área y manipule, para influir en nuestras decisiones?
Buena parte de lo ocurrido ya en la contienda que se definirá en una primera etapa el próximo 10 de abril, nos permite considerar que no, que no nos libramos -hasta hoy- de la injerencia yanqui en nuestros asuntos, y que los servicios secretos de los Estados Unidos -y sus infinitas ramificaciones- tocan todos los hitos de nuestra política.
Desde un comienzo dijimos -y acertamos- que todo el tinglado electoral estaba orientado a restituir en el Poder a la Mafia Genocida del pasado, y que se expresa en la alianza tácita entre Keiko Fujimori y Alan García.
Los pasos registrados hasta hoy confirman esa idea. La división de las fuerzas progresistas, la eliminación de candidaturas presuntamente competitivas, como la de César Acuña o Julio Guzmán; la impunidad para Keiko y García, autores de estropicios peores que los marginados; y el contubernio de las autoridades electorales que crearon el clima que hoy se vive, de confusión y desconcierto, hacen temer lo peor.
Bien mirada la cosa, el país está ante un desafío en extremo peligroso ante el cual sólo cabe resignarse, o combatir. Ciertamente, hay que optar por esta segunda alternativa.
Ya lo están haciendo las masas populares en las calles. Ha calado muy hondo la idea de que la tarea principal que tenemos por delante, es cerrarle el paso a la Mafia. Y por eso en todos los rincones de la Patria, Keiko y García son recibidos con huevos podridos, rechiflas múltiples y abucheos constantes.
En la capital comenzaron ya nutridas movilizaciones que se irán incrementando y que remecerán las bases mismas de la sociedad el próximo 5 de abril, al cumplirse 24 años del Golpe Neo Nazi que diera Alberto Fujimori para instaurar su Imperio.
Un signo distintivo y de singular relieve lo constituye el hecho que estas manifestaciones populares están integradas básicamente por jóvenes que aprontan a la vida nacional con un claro mensaje democrático y patriótico. Estudiantes, mujeres, trabajadores y público en general despiertan en una circunstancia en la que hay que mantener los ojos abiertos, o morir.
En la campaña electoral asoman ya nuevos elementos. Crecen los estimados de Alfredo Barnechea -de Acción Popular- y Verónika Mendoza, del Frente Amplio, en tanto que se hunden en el anonimato las candidaturas de Guerra García y Yehude Simon. Gregorio Santos -que probablemente sea liberado el próximo 29 de marzo- mejora levemente su estima ciudadana y Vladimir Cerrón no alcanza a afirmar su propuesta, la más coherente y lúcida de la izquierda.
En el plano parlamentario, el Frente Amplio postula candidatos que merecen claro apoyo. Manuel Dammert e IndiraHuilca -números 2 y 3 de esa lista congresal por Lima; Flor de María González -número 2 en Junín- también en el FA; Manuel Bautista, en «Democracia Directa», en el Callao; son algunos de los candidatos que acreditan respaldo, por su trayectoria y accionar constante.
Pero aún nada está dicho. Nuevos resortes puede modificar los cálculos de unos u otros. Pero lo importante es no perder de vista el objetivo principal: derrotar a la mafia a cualquier precio. Eso pasa por asegurar que Alan García no logre alcanzar espacio para una segunda vuelta y que Keiko Fujimori sea masivamente rechazada el 5 de junio, fecha del «ballotage».
Muy poco será lo que los peruanos debamos esperar verdaderamente de un próximo gobierno, cualquiera que éste sea. La sociedad peruana atraviesa un periodo de aguda crisis, y ella se expresa en todos los órdenes de la vida nacional. También en la confusión, el desconcierto y la violencia. Tenemos el deber de ser conscientes de dos ideas claras: liberarnos nosotros mismos de las cadenas que nos atan al Imperio y comprender que el proceso electoral en nuestro tiempo, no constituye garantía para nada.
Se ha dicho, y es verdad, que en el Perú de hoy, cualquier cosa puede ocurrir. En el pasado, no lo olvidemos, ante un proceso electoral confuso y contradictorio en el que asomaba el «veto» contra la candidatura de Haya de la Torre, el entonces Jefe del Ejército, general Julio Doig Sánchez, aseguró que la palabra «veto» había sido retirada del diccionario de la Fuerza Armada. Pocas horas después, la comandancia militar de entonces, anunció que la palabra «doig» había sido retirada del diccionario de la Fuerza Armada. Se desencadenó así el golpe del 18 de julio de 1962.
Una salida militar podría ser nefasta. Como lo sería también la imposición de la Mafia. Para impedir que una y otra se concreten, la conciencia ciudadana debe encontrar una salida que afirme una esperanza. La batalla, está planteada.
Gustavo Espinoza M., miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.
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