La CELAC, como mecanismo geoestratégico de respuesta contrahegemónica a la preponderancia histórica de los EEUU, encontró dos grandes figuras propulsoras: Hugo Chávez y Lula da Silva. Ambos respondieron a instancias de interpretaciones distintas pero coincidentes. Para Chávez, se trató siempre de una articulación histórica, rescatando -o rememorando- las iniciativas que intentó impulsar Simón Bolívar con […]
La CELAC, como mecanismo geoestratégico de respuesta contrahegemónica a la preponderancia histórica de los EEUU, encontró dos grandes figuras propulsoras: Hugo Chávez y Lula da Silva. Ambos respondieron a instancias de interpretaciones distintas pero coincidentes. Para Chávez, se trató siempre de una articulación histórica, rescatando -o rememorando- las iniciativas que intentó impulsar Simón Bolívar con la convocatoria al Congreso de Panamá y que en su particular forma de ver la historia, hacía necesaria una redefinición en pleno siglo XXI. Para Lula, es más una respuesta a los impulsos y trayectorias de la política exterior brasileña y sus apetencias de transformación en una Potencia de 1er orden.
En la perspectiva de Chávez la CELAC es un vehículo insurgente y contra-hegemónico. En la de Lula, la CELAC es una plataforma para una mayor incidencia del Brasil en Nuestra América. No obstante, la coincidencia pone en posición incómoda a los intereses de los EEUU en la zona, que a pesar de las declaraciones del Secretario de Estado John Kerry, acerca del fin de la Doctrina Monroe, la real politik indica todo lo contrario.
Las dificultades son múltiples. Por un lado, el conjunto de problemas derivados de la naturaleza de los sistemas políticos existentes entre los países miembros. Sí bien, todos son sistemas democráticos, las formas de funcionamiento de esas democracias son sustancialmente distintas. Tanto en lo que se refiere a los sistemas de partidos, como a las normativas electorales y la profundidad y calidad de la democracia. El bloque Chile, México, Colombia, Perú, Panamá, Costa Rica, Honduras se corresponden con sistemas representativos corporativos, donde organizaciones políticas históricas tienen el control del poder. Por otro lado, se encuentran los países de democracias revolucionarias o insurgentes (con mecanismos de democracia directa) como Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Ecuador, Venezuela y la propia Cuba, cuyo sistema de partido único es una excepción. Finalmente, se encuentran democracias más conciliadoras -pero declaradas de izquierda- como Brasil, Uruguay y Argentina. Esas sutiles -pero profundas- diferencias eran subsanadas por el liderazgo carismático de Chávez, que lograba «amarrar» en base a su inteligencia, a los diversos representantes para articular una geopolítica que comenzaba a tomar cuerpo.
Su desaparición física, introduce novedades, que se manifiestan en otras dificultades. Sobre todo las referidas a la articulación de las diferencias. El Presidente Nicolás Maduro, se enfrenta al reto no sólo de redirigir el proceso bolivariano, que ahora encabeza, sino al de sustituir a Chávez en el escenario-mundo. Esto genera suspicacias en algunos círculos de analistas, que subvaloran al novísimo mandatario, obviando que sí bien no tiene el liderazgo histórico de Chávez, fue su ejecutor durante los años 2006-2012.
Maduro tendrá que dar muestras de saber cohesionar las diversas formas de acción política en lo interno de la CELAC, teniendo que ceder en determinadas situaciones y jugando a sumar a los elementos que puedan adherirse al planteamiento geopolítico y antiimperialista que caracteriza la posición del Bloque de Democracias Revolucionarias en la organización.
Esta Cumbre, será sin duda su bautismo de fuego en el escenario internacional, ante su fallida asistencia a la Asamblea General de la ONU el año pasado. Habrá que esperar cómo será su accionar para poder realizar un balance. ¡Estaremos atentos!
Juan Eduardo Romero. Historiador/politólogo. Universidad del Zulia-Venezuela
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