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Entrevista al periodista Raúl Zibechi, autor de Navegar nuestras geografías (Ed. Libertad Bajo Palabra y DesInformémonos)

«La clave de la represión en Jujuy es la explotación del litio, pero la militarización avanza en toda Argentina»

Fuentes: Rebelión [Imagen: DesInformémonos]

Fueron 416 los casos de violencia contra personas indígenas registrados en 2022, de los que 180 se detallaban como asesinatos; 60 como diferentes tipos de amenaza y 38, relacionados con el racismo y la discriminación étnico-cultural, según el informe Violencia contra los pueblos indígenas en Brasil (julio 2023), del Consejo Indigenista Misionero (CIMI). Durante el cuatrienio en la presidencia del ultraderechista  y militar Bolsonaro (2019-2023) totalizaron una media de 373,8 casos de violencia anuales.

La causa de las poblaciones indígenas en América Latina es uno de los ejes de los libros y artículos del periodista e investigador militante Raúl Zibechi (Montevideo, 1952); también de uno de sus últimos ensayos, Navegar nuestras geografías. Pueblos, movimientos y mundos otros, editado en 2023 por el proyecto autónomo Libertad Bajo Palabra y por DesInformémonos (periodismo de abajo) de México.

El libro recoge una veintena de trabajos de Zibechi –entre diciembre de 2021 y octubre de 2022, que comenzó en Jalisco y Ciudad de México y concluyó en Wall Mapu (territorios del pueblo mapuche). La siguiente entrevista se realiza por correo electrónico.

-P: En México conociste la realidad del pueblo Otomí (Abriendo grietas en la gran ciudad, diciembre 2021), las ocupaciones y la resistencia a los “despojos”. ¿Qué destacarías sobre sus formas de organización?

-RZ: Las casi dos decenas de visitas que hice ese año a movimientos fueron como miembros del equipo de Desinformémonos, que como sabes es un portal ligado a las luchas de abajo.Lo que pude ver en el espacio que ocupan las y los otomíes, el edificio del INPI (Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas), es la presencia masiva de las mujeres con sus hijos e hijas, la casi ausencia de varones adultos, aunque es probable que una parte de ellos estuvieran trabajando, y unos cuantos varones jóvenes que se desempeñaban en seguridad y en el apoyo a las actividades públicas.

Ellas siempre están vestidas al modo tradicional de su pueblo, con prendas multicolores artesanales, porque una de las características de ese pueblo es la riqueza de sus artesanías que son una importante fuente de ingresos.

Quizá lo que más destacaría es la organización estando en la ciudad, porque los otomíes han migrado en gran medida a Ciudad de México. Allí es donde se han organizado, algo poco frecuente, primero para resolver los problemas de vivienda ya que habitan edificios y espacios antiguos y precarios. También se organizaron para la venta de sus artesanías, y esos fueron los primeros pasos como pueblo en la ciudad.

Creo que este camino lo están siguiendo otros pueblos. En la ciudad viven alrededor de un millón y medio de personas que se autoidentifican como originarias, muchos tienen sus propias huertas y mercados (tianguis), en un proceso que creo que está en pleno desarrollo y crecimiento.

-P: También en México, en noviembre de 2022, haces mención especial al Nuevo Poblado San Gregorio y la lucha por la recuperación de tierras (La dignidad de los que persisten); ¿Cuál es su relación con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)?

-R: Se trata de un poblado que forma parte de las bases de apoyo del EZLN en las tierras que recuperaron en 1994. El problema es que las políticas sociales de los sucesivos gobiernos han atrapado a muchas familias que dejaron de cultivar la tierra y ahora dependen enteramente de las ayudas estatales, lo que las convierte en rehenes de las mafias locales que controlan esas ayudas, ligadas en general con el narco y los paramilitares.

De hecho, el actual gobierno de López Obrador se ha destacado por convertir a muchas familias en enemigas del zapatismo. Para recibir las ayudas les exigen que tengan un mínimo de tierra. Como las familias no las poseen en propiedad, se las impulsa a que se apropien de las tierras de las bases zapatistas, conquistadas con fuertes luchas, y entonces operan en los hechos como paramilitares, en alianza con las peores organizaciones pro gubernamentales, en general adiestradas por el ejército mexicano.

-P: Uno de los territorios indígenas a los que accediste en Brasil fue Tenondé Porá (a dos horas de Sao Paulo), donde habitan las poblaciones Guaraní Mbya; ¿de qué modo les han afectado las diferentes políticas de exterminio?

-R: Fue una de las experiencias más fuertes que tuve, similar a la que sentí cuando conocí el zapatismo en 1995. Los guaraní se fueron replegando hacia los bosques y zonas poco accesibles para zafar de la colonización y de ese modo poder conservarse como los pueblos que son. En ese proceso, la espiritualidad es clave para el cuidado colectivo y la reproducción del pueblo.

En la historia la principal afectación fue el genocidio, que no ha parado hasta hoy pero que va asumiendo diferentes formas. Ahora diría que se trata de genocidio cultural, porque la modernidad urbana que se manifiesta en las redes sociales, tiene un poder de atracción inmenso sobre las y los jóvenes. Pero ellos encuentran modos de afrontarlo. Algunas lideresas han estudiado en la universidad y retornado a la comunidad, lo que les da una fuerza enorme para combatir el patriarcado.

De hecho, uno de los principales avances de Tenondé Porá fue sustituir la figura colonial del cacique por la asamblea de líderes que nombran las comunidades, donde la mayoría son mujeres.

Una de las formas de defensa que tienen, además de la diaria participación colectiva en la Casa de Rezos, danzando y haciendo música, es el control de Internet. Sólo se conectan una o dos horas al día por la noche, y de ese modo se protegen y protegen a sus hijos e hijas de la depredación de la cultura capitalista.

-P: El próximo 20 de agosto se celebrarán las elecciones presidenciales en Ecuador; ¿qué experiencia te llamó particularmente la atención en los intercambios con el Quito rebelde?

-R: Como siempre, la de las mujeres. Por un lado las yuyeras, mujeres que cultivan plantas medicinales y las venden en el mercado central de Quito. Están organizadas como colectivo y tienen un enorme respeto. Participaron de forma destacada en los levantamientos convocados por la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador).

El otro colectivo de mujeres que ya conocía, pero con el que no había estado presente, es Mujeres de Frente. Es un grupo feminista que nació en la cárcel de Quito entre mujeres condenadas por micro tráfico y pequeños robos, o simplemente por ser pobres y del color de la tierra.

Mujeres de Frente es el grupo feminista más potente que he conocido, integrado por vendedoras ambulantes, trabajadoras del hogar, todas con trabajos precarios. Casi todas son indígenas, negras y mestizas, son capaces de montar talleres productivos y escuelas de formación, con una tremenda potencia creativa.

-P: Por otra parte, ¿cómo está respondiendo el presidente progresista Gabriel Boric, que accedió al cargo en marzo de 2022, al movimiento por la recuperación de tierras desarrollado por el pueblo mapuche?

-R: De la peor manera posible. Militarizó Wall Mapu con más blindados y soldados que los gobiernos neoliberales y no ha procesado a los carabineros responsables de asesinatos y de más de 400 ojos estallados de manifestantes durante la revuelta iniciada en 2019.

El resultado es una derechización notable de la opinión pública que en gran medida ha sido impulsado por el fracaso del gobierno Boric, conservador, neoliberal y tremendamente ineficiente. Pero Boric comenzó traicionando la revuelta apenas unos días después de lanzada, en noviembre de 2019, al firmar un pacto por la “paz” con toda la derecha y ninguna fuerza ni personalidad de la izquierda.

Boric es un emergente más claro de esta nueva camada progresista, favorable al extractivismo y profundamente represiva, tanto que se distingue de la derecha sólo por el discurso.

-P: ¿Qué ejemplos de movimiento y organización alternativos destacarías en Bogotá, tras el Paro Nacional o estallido social en Colombia iniciado en abril de 2021?

-R: Durante el paro o revuelta surgieron los “puntos de resistencia” en las principales ciudades, sobre todo en Cali y bastante menos en Bogotá. En Cali hubo hasta 25 puntos, en Bogotá bastantes menos. Fueron espacios liberados por las multitudes donde pasaban día y noche, acampando, haciendo ollas comunes, debates, asambleas, crearon espacios de salud, educativos y deportivos. La policía no entraba porque había fuerte resistencia.

Cuando finaliza la revuelta esos espacios se disuelven, salvo Puerto Resistencia en Cali, donde el vecindario construyó un monumento que es un puño en alto y lo bautizaron Resiste. Pero de la revuelta no quedan sino los grafitis y una nueva autoestima, que es bien importante entre las mujeres y los jóvenes, aunque también se reforzaron algunos colectivos barriales ya existentes y nacieron otros nuevos.

Uno de los grandes problemas de las revueltas es la continuidad de las organizaciones que nacen durante la acción callejera, que tienden a disolverse cuando llega el reflujo. Esto sucede en casi todos los países.

-P: Por último, ¿cuáles consideras que son las claves para entender la represión actual en la provincia argentina de Jujuy, impulsada por el gobernador Gerardo Morales, de la Unión Cívica Radical (UCR)?

-R: La explotación de litio. Siempre dijimos que el extractivismo no funciona sino con militarización, y el caso de Jujuy lo muestra de forma transparente. El gobernador Morales reformó la constitución provincial con su mayoría parlamentaria, con el objetivo de extinguir las comunidades originarias porque sabe que son las que resisten el expolio en todo el continente. Se trata de 400 comunidades que en las rutas confluyeron con maestras y docentes de la enseñanza pública y con otros funcionarios por reclamos sectoriales.

Aunque Morales es un político de la derecha antipopular y represivo, no debería perderse de vista que la militarización avanza en toda Argentina y que el presidente Alberto Fernández decidió militarizar los principales emprendimientos extractivos, en particular Vaca Muerta, reservorio de hidrocarburos.

El último informe de Correpi (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional), que revela a la represión desde 1985 cuando retorna la democracia, muestra claramente los perfiles que va adquiriendo ahora la represión estatal.

Los dos datos más importantes son que con cada gobierno, independientemente del color político, los asesinatos policiales crecen. La segunda es que cada vez hay más muertos bajo custodia policial que por “gatillo fácil” (disparos en la calle a personas desarmadas).

Pero los muertos son siempre jóvenes pobres de piel oscura. Son los chicos que sobran en el modelo actual, los que no tienen un lugar estructural digno, ni empleo ni condiciones de vida adecuadas. Son las víctimas de la represión en Jujuy, por ejemplo, con la diferencia de que los sujetos de la protesta son allí los pueblos originarios y muy en particular son las mujeres originarias las que encabezan la protesta. Estamos ante una represión colonial y patriarcal que lubrica la cadena de la extracción de litio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.