Esta primavera tendrán lugar unas elecciones europeas clave para el devenir inmediato de Europa. Una contienda electoral donde el ascenso de la extrema derecha populista amenaza de asaltar las instituciones europeas y de profundizar en un retroceso en derechos y libertades. El proyecto neoliberal de la UE, su gestión del drama de los refugiados, la […]
Esta primavera tendrán lugar unas elecciones europeas clave para el devenir inmediato de Europa. Una contienda electoral donde el ascenso de la extrema derecha populista amenaza de asaltar las instituciones europeas y de profundizar en un retroceso en derechos y libertades.
El proyecto neoliberal de la UE, su gestión del drama de los refugiados, la involución democrática de algunos de sus estados miembros, las consecuencias de la crisis económica para las clases populares y trabajadoras, las tensiones por la no resolución del Brexit y las intervenciones militares en África siembran un terreno abonado para el crecimiento de la ultraderecha. Una UE conformada como un club de intereses, que mira hacia otro lado cuando se vulneran derechos fundamentales -como en el caso español en el juicio del Procés; o que da lecciones de democracia y libertad mientras negocia con regímenes totalitarios.
En este contexto, la socialdemocracia europea se hunde como consecuencia de su deriva neoliberal allá donde gobierna y por su servilismo como muleta de la derecha conservadora. Así mismo, las fuerzas de izquierdas no son capaces de articularse -ni en las calles ni en las instituciones- en un frente común antiausteridad que aborde el problema de la deuda y del euro, y que articule las bases para construir una Europa de los pueblos: favorable a la mayoría social y que rompa con la Europa de las finanzas y los muros. En este sentido, el drama de los refugiados muestra de forma reiterada la cara más cruda de una UE que incumple las normativas sobre refugio y asilo, abandonando a su suerte a miles de personas que huyen de la guerra y la miseria. Una Europa fortaleza donde el cierre de fronteras y la externalización de la gestión migratoria a países terceros son la vanguardia de unas políticas migratorias xenófobas. Por otro lado, las medidas de la Europa de los mercaderes, favorables a las grandes corporaciones, a sus tratados comerciales y a la banca privada, solo hacen que agravar las desigualdades sociales y la precarización de la vida. Por todo ello, la revuelta anti-establishment se está expresando a través de terremotos electorales liderados por una extrema derecha que hegemoniza el discurso y marca los temas centrales de la agenda pública. Al respecto, la anomalía española se ha desvanecido, rompiéndose el dique de contención que fueron el movimiento del 15-M y Podemos frente a esta deriva extrema que ahora lidera Vox gracias al discurso ultra nacionalista y del odio que han propagado PP y Ciudadanos.
En una UE donde la austeridad es dogma y la xenofobia institucional insignia, y donde la deriva de la socialdemocracia y el naufragio de la izquierda antiausteridad no tocan fin, el tsunami electoral contra las élites y el voto protesta lo continuará liderando una extrema derecha -reaccionaría, euroescéptica y islamófoba, que avanza posiciones por todo el continente en un siniestro cambio social hacia el abismo.
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