Es bastante común hoy en los últimos años leer notas en la prensa internacional que hablan sobre Uruguay, fundamentalmente a partir del gobierno de Pepe Mujica. El pequeño país en el mundo que aprobó el matrimonio igualitario, el que despenalizó el aborto, el que legalizó la marihuana, el que avanzó en derechos, el que aprobó […]
Es bastante común hoy en los últimos años leer notas en la prensa internacional que hablan sobre Uruguay, fundamentalmente a partir del gobierno de Pepe Mujica. El pequeño país en el mundo que aprobó el matrimonio igualitario, el que despenalizó el aborto, el que legalizó la marihuana, el que avanzó en derechos, el que aprobó la jornada de 8 horas para los trabajadores rurales y reguló el trabajo de las empleadas domésticas, entre otras cosas. Uruguay el ejemplo regional y el mito del paraíso terrenal.
Un amigo chileno me preguntó «¿por qué van a cambiar si son todo lo que queremos ser? Hasta educación pública y gratuita tienen». Pues bien, es difícil de explicar. No existe una única razón. El desgaste de quince años de gobierno, el relato que instaló la oposición de una presunta crisis que no es tal, la inseguridad ciudadana -que si bien no se compara con la situación delictiva de los demás países de la región, para los uruguayos es alta-, la falta de relato de gobierno y, desde mi punto de vista, algunos errores de campaña electoral, entre otros factores que pueden enumerarse.
Todos estos elementos y otros tantos seguramente formarán parte de la evaluación electoral que haga la dirigencia frenteamplista, así como también estará arriba de la mesa el crecimiento de votos inesperado de las últimas horas que llevó circunstancialmente a un empate técnico entre las fórmulas.
Este sorpresivo apoyo ciudadano posiblemente se dio producto del miedo infundido desde actores políticos vinculados a los ultraderechistas de Cabildo Abierto o al ruido de sables que desplegaron los nostálgicos gorilas de antaño. Pero también gracias a la militancia frenteamplista que salió a la calle a pelear, voto a voto, en defensa de los derechos y los logros alcanzados en las administraciones progresistas.
En la noche del domingo el Frente Amplio perdió el gobierno nacional, pero parafraseando al general Liber Seregni, es momento de pensar en la mañana siguiente. El período electoral uruguayo tiene una duración de casi un año. Comenzó en junio de 2019, con las elecciones internas, en octubre fueron las legislativas y presidenciales y en noviembre el balotaje. En mayo terminará el ciclo, con las elecciones departamentales.
La coalición multicolor ganó en 17 de los 19 departamentos en el balotaje. Solo en Montevideo y Canelones logró triunfar el Frente Amplio. En cambio, en la primera vuelta las fuerzas progresistas habían ganado en nueve, el Partido Nacional en otras nueve y la restante fue para los Colorados.
Las elecciones departamentales históricamente están en el debe para la coalición de izquierda, que mantiene desde hace 30 años su reducto en la capital, pero -más allá de Canelones-, no logra crecer en el interior del país. La mañana siguiente será mayo. La mañana siguiente es la oportunidad que nace en el horizonte electoral del Frente Amplio. Ya amanece la mañana siguiente.
Marcel Lhermitte es consultor en comunicación política y campañas electorales. Periodista, licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster en Comunicación Política y gestión de Campañas Electorales. Ha asesorado candidatos y colectivos progresistas en Uruguay, Chile, Francia y España.