Cuando oscuros nubarrones presagiaban un fatal desenlace en la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia se ha producido un milagro revolucionario. Las fuerzas de la izquierda republicana gracias a una gran movilización de todos los sectores populares como nunca se había visto desde hacía décadas (casi el 70% del electorado) ha logrado vencer a la ultraderecha ganadora de la primera vuelta. Sorpresivamente el Nuevo Frente Popular y los partidos de centro derecha y derecha moderada (unidos en un Frente Republicano) dieron un vuelco a las malas expectativas que anunciaban las encuestadoras. Porque no se sabía si los electores anti lepenistas cumplirían las consignas del Frente Republicano de votar a los partidos ideológicamente contrarios a sus preferencias. Así se consiguió que el NFP y Ensemble de Macron obtuvieran los diputados necesarios para situarse en primer y segundo lugar neutralizando las aspiraciones del Reagrupamiento Nacional.
Ya desde las 4 de la tarde del domingo los simpatizantes del Nuevo Frente Popular y facciones anarco-comunistas estaban decididos a desatar una violenta insurrección popular si triunfaba Le Pen. Todos en guardia y listos a montar barricadas y armados con bates de beisbol, barras de hierro y cócteles molotov. Se distinguía en primera fila una gran cantidad de encapuchados que portaban banderas comunistas, LGBTI y palestinas. Para intimidarlos y desmovilizarlos se hicieron presentes las fuerzas del orden; cientos y cientos de policías bien pertrechados con equipos antidisturbios y escopetas de gases lacrimógenos que tomaron las posiciones estratégicas de las principales calles y avenidas del centro de la ciudad. Si en las primeras de cambio se confirma la peligrosa ascensión del Reagrupamiento Nacional una temible Intifada antifascista incendiaría París. La juventud indignada e insumisa recitaba las estrofas más inspiradoras de la Marsellesa “a las armas ciudadanos, a formar el batallón…Marchemos! Marchemos!…” Los Impulsaba el odio y de rabia contra la burguesía, los oligarcas, aristócratas, la iglesia, militares, banqueros, o sea, los poderes fácticos.
Mientras en el cuartel general de La France Insoumise instalado en la rotonda Stalingrad se reunían los adeptos del Nuevo Frente Popular listos para recibir el veredicto final de las urnas. A Mélenchon se le notaba profundamente preocupado ante el intrigante desenlace. Su círculo más cercano lo rodeaba para darle ánimos y exorcizar el tremendo trance. Él había apostado al todo o nada a este desafío y su reputación estaba en juego. Eran momentos de gran angustia e incertidumbre y es que por primera vez un partido de izquierda de corte comunista pretendía conquistar el poder en unas elecciones legislativas. Solo el histórico Partido Socialista moderado y conservador logró ocupar el palacio del Elíseo en varias ocasiones. Pero ahora ellos planteaban un programa muy radical; antisistema, pro islamista, anti sionista, anti patriarcal, anti neoliberal, antieuropeo, anti OTAN, pro inmigrantes, feminista, pro LGBTI y solidario con Palestina y los pueblos oprimidos del Tercer Mundo.
La rotonda Stalingrad de Paris se encontraba totalmente abarrotada de militantes que agitaban banderolas de Francia Insumisa y Palestina que impacientes esperaban el reporte de los resultados que se iban a transmitir a través de la televisión nacional en una pantalla gigante instalada en el escenario. Justo a las 8 de la tarde se anunciaron las primeras proyecciones de voto que situaba al NFP con el mayor número de diputados. Inmediatamente estalló una algarabía incontenible, especialmente celebrada por los inmigrantes de origen árabe y africano y los activistas pro palestinos. Nos abrumaba la histeria colectiva y los gritos de dicha y de júbilo imposibles de reprimir; muchos lloraban desconsolados pues no se lo podían creer porque se había producido un auténtico milagro. Entramos en el túnel del tiempo que nos conduce al Mayo del 68: “Haz el amor y no la guerra”, “debajo de los adoquines está la playa” “asaltar los cielos” abrazos, besos y lluvia de cerveza y vino como un brindis en honor a los triunfadores. Y es que durante toda la semana las encuestas vaticinaban un resultado favorable a Reagrupamiento Nacional de le Pen. Que realmente ha sido el partido ganador de la contienda con 10. 121.000 millones de votos pero ateniéndose a la ley electoral francesa, y tras el acuerdo a que llegaron Macron y Mélenchon en aquellas provincias que habían quedado terceros favorecieron el candidato del Frente Republicano boicoteando a la ultraderecha.
Mélenchon rebosante de alegría y en olor a multitudes y con la voz quebrada pronunció el parte de victoria: “el FP ha vencido y la ultraderecha ha sido derrotada. Hemos salvado Francia. Estamos listos para gobernar, que dimita Macron. Vamos a reconocer al estado palestino y condenar rotundamente el genocidio sionista en Gaza”.
Mélenchon no puede disimular su euforia y después de tanta tensión llora emocionado pues su carrera de luchador político no han sido en vano. Todos sus camaradas lo abrazan, lo besan y felicitan al padre fundador de la Francia Insumisa y líder indiscutible de la izquierda altermundialista. 150 años después la Comuna de Paris resucita. Por los altavoces suena la mítica canción del “pueblo unido jamás será vencido” que miles de incondicionales corean con el puño en alto reafirmando así su fe y compromiso en la revolución socialista.
Tras la resaca ahora llega el momento de los pactos y combinaciones empeñados en formar un hipotético gobierno de unidad. Para empezar el centro, la derecha moderada y la izquierda civilizada rechazan cualquier pacto con la Francia Insumisa y solo aceptan dialogar con los mas que lamentablemente Mélenchon está fuera de juego pues ha sido demonizado y estigmatizado por los medios de comunicación más reaccionarios. A pesar de que el NFP es el partido ganador de las elecciones, pues ha conseguido el mayor número de diputados, el presidente Macron ni siquiera los tiene en cuenta para conformar un gobierno de unidad o para que asuman el cargo de Primer Ministro. Definitivamente han sido traicionados.
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