Bajo este título -sin los signos de interrogación que me he permitido insertar- un diario de circulación nacional se refirió a los problemas surgidos en las filas del Partido Nacionalista y Gana Perú para el efecto de la integración de las listas parlamentarias para los comicios del 10 de abril. Dos hechos alimentan la preocupación […]
Bajo este título -sin los signos de interrogación que me he permitido insertar- un diario de circulación nacional se refirió a los problemas surgidos en las filas del Partido Nacionalista y Gana Perú para el efecto de la integración de las listas parlamentarias para los comicios del 10 de abril.
Dos hechos alimentan la preocupación natural de los peruanos en torno a la materia: la declaración -hecha ayer en la sede de la CONACO- del líder amazónico Alberto Pizango, de apartarse de la fórmula presidencial de Ollanta Humala arguyendo «malos tratos» respecto a él y a su movimiento; y el retraso que registra el PNP-GP de dar a conocer la composición de sus listas congresales, en relación a todos los otros partidos y fuerzas.
Y es que ya el país conoce la nómina de propuestas de Perú Posible, Solidaridad Nacional, el APRA, Fuerza Social, el fujimorato y la alianza de Kuczynski. Incluso, sabe cuál es la relación de candidatos que eleva a conocimiento ciudadano el movimiento de Rafael Belaúnde. Solo falta, para cubrir el universo electoral, la «plancha» parlamentaria de Humala.
En ese marco es que crece la especulación periodística a la que ciertamente no nos vamos a sumar porque de lo que se trata no es de debilitar a las fuerzas del cambio, sino fortalecerlas. En ese ánimo es que pueden formularse algunas precisiones. Veamos.
El Partido Nacionalista es un movimiento nuevo en el país. Y Gana Perú, es un segmento adicional a partir del cual se busca ampliar el radio de acción de la colectividad humalista para asegurar una votación mayor, pero también una más afinada orientación programática.
Fueron esas las razones que llevaron -hace algunas semanas- a concertar un acuerdo electoral entre el PNP y los colectivos de la Izquierda formal que, aunque muy poco representativos en la circunstancia concreta, tienen por lo menos un nombre que indica una cierta voluntad política.
Ollanta Humala fue consciente de esta realidad. Y por eso aceptó este acuerdo dejando constancia que él, no implicaba ni condiciones, ni curules.
Pareciera, no obstante, no comprenderse la importancia de la elección parlamentaria que se avecina. Por eso en cada lista que se conoce, abundan objetables propuestas que involucran a personas que no reúnen las condiciones elementales para una adecuada función legislativa. Esto, no debiera ocurrir en la cantera del pueblo.
No se requiere un gran cacumen dialéctico para entender que el Perú necesita un parlamento mejor que los que, en los últimos años -mas precisamente a partir de 1990- han jugado un papel en la vida ciudadana.
Los últimos congresos -a cual peor- han estado integrados -con significativas y honrosas excepciones- por personas moralmente descalificadas que han hecho escarnio de su tarea legislativa y han dedicado su tiempo a la comisión de diversas tropelías.
De lo que se trata es de hacer un esfuerzo grande por cambiar radicalmente esta realidad procurando que el Parlamento de abril del 2011 sea mejor y más calificado que sus precedentes. Para eso urge congresistas que reúnan dos requisitos esenciales: calidad personal y conducta proba.
Que los hay en el país, es cierto. Lo que ocurre es que en muchos casos se ven forzados a competir con personas que creen tener «derecho» a alcanzar una representación alta apenas porque tienen un cargo partidista o institucional que suele servirles como una suerte de trampolín a la fama.
Y también con otras, de desmedidas ambiciones y pocos escrúpulos, que alborotan el cotarro con la idea de ganar puntos para su provecho personal o satisfacción de sus amigos.
Contra eso, debiera estar prevenida la estructura que, finalmente resuelva el tema de las propuestas congresales. Pareciera, sin embargo, que eso por lo menos hasta ahora, no ocurre.
Por lo pronto, actuales parlamentarios del PN se sienten dueños de la función que desempeñan, y se resisten a dejar sus plazas.
Aunque hay quienes, en efecto, han cumplido -aunque discreta- una aceptable función legislativa; eso no puede servir como argumento para que todos «repitan el plato» o aspiren a ello. Una renovación elemental y razonable se impide por exigencia de la realidad.
Ocurre también en los organismos de base -en Lima y el interior del país- hay un marcado rechazo a «la cúpula» que tiene en sus manos la conducción de la organización partidista. Cono consecuencia de eso, «las bases» buscan imponer sus candidatos, sin aceptar «decisiones de arriba».
Esto tiene que ver con la inmadurez del movimiento, pero también con la falta de confianza en una dirección que no ha sido capaz de confirmar su liderazgo.
De ahí que se hayan presentado denuncias en la capital, pero también en ciudades del interior del país. Quizá si la expresión más caracterizada de ello haya sido la denuncia presentada, por vía notarial, ante la Dirección Nacional de Fiscalización y Procesos Electorales del JNE.
Ahí han asomado los «grillos» a los que alude la prensa ahora. Para superarlos urge recurrir a figuras que, objetivamente, han cumplido un honroso papel. Es lamentable que Alberto Pizango -que simboliza una lucha verdaderamente legítima- se sienta marginado y opte por retirar su apoyo a Humala. Pero es también deplorable que Javier Diez Canseco o Manuel Dammert no sean considerados; como lo es el hecho que al más calificado representante de la Central Sindical más importante del país, se le maltrate.
Es claro que no debe aceptarse a quienes, sin mérito alguno, buscan integrar una lista para «recuperarse» de estrepitosas derrotas en procesos anteriores y conservar privilegios mal ganados. Pero no debe marginarse, sin dañar severamente el proyecto previsto, a los que -incluso con debilidades y deformaciones- pueden representar dignamente una alternativa de cambio en el país.
Adicionalmente hay que subrayar una opinión: nada se gana haciendo concesiones al enemigo.
Un gobierno progresista en el Perú no tiene por qué «copiar» estilos y formas de otras experiencias, pero tampoco tiene por qué tomar «distancia de ellas» para contentar a la galería.
Cuando para evitar los ataques de la derecha buscamos decir lo que la derecha quiere, corremos dos riesgos absolutamente tangibles: que nuestros enemigos no nos crean; y que nuestros amigos, nos pierdan la confianza.
Sería bueno que en los predios nacionalistas se enfrentara el reto con madurez y alta responsabilidad. Y no se permita que la olla de grillos, solace al enemigo.
Gustavo Espinoza M. Del colectivo de dirección de Nuestra Bandera
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