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La lectura real de los resultados electorales

Mayoría de población peruana dijo ya no más a sistema neoliberal

Fuentes: Rebelión

Los más importantes medios de prensa peruana y del exterior adictos al sistema, han venido emitiendo opiniones imaginativas y manipuladoras, sobre las razones que habrían propiciado la debacle electoral del sistema neoliberal en el Perú y el de sus candidaturas políticas -Toledo, Fujimori y Kuczinsky- el 10 de Abril último. Las causas que han esgrimido […]

Los más importantes medios de prensa peruana y del exterior adictos al sistema, han venido emitiendo opiniones imaginativas y manipuladoras, sobre las razones que habrían propiciado la debacle electoral del sistema neoliberal en el Perú y el de sus candidaturas políticas -Toledo, Fujimori y Kuczinsky- el 10 de Abril último.

Las causas que han esgrimido para referirse al rechazo mostrado durante el sufragio por los electores peruanos en contra del neoliberalismo y sus candidatos, han pretendido soslayar en todo momento, los verdaderos motivos que indujeron a los votantes a no otorgar su opción preferencial a esa corriente político-económica.

Muy por el contrario, esos medios de prensa han insistido -antes y después- en tratar de seguir empujando al sistema a través del manejo de la opinión pública, para infundir en ella la creencia que si la decisión del electorado peruano se orientaba -ú orienta en la segunda vuelta- electoralmente a «lo nacional» -por Ollanta Humala-, ello sería un equívoco garrafal en comparación con las hipotéticas bonanzas «proporcionadas» por el sistema.

Pero tal como lo preveían las encuestas electorales y la decisión ciudadana del Perú, los ganadores indiscutibles en la primera ronda fueron tanto el candidato nacionalista como su agrupación política «Gana Perú», arrasando en todos los ámbitos de la contienda (presidencial, congresal y del parlamentarismo latinoamericano).

Fue un tercio -casi 32 %- de la preferencia del total de la población electoral -de casi 20 millones-, la que se inclinó por Humala, por el nacionalismo, por la soberanía y contra la rapacidad del neoliberalismo, obteniendo la mayor votación -y a la vez un compromiso ineludible con la nación-.

Empero cerca de un 24 % del electorado -también avasallado por el saqueo y la corrupción del sistema-, optó por preferir otra vía de representatividad -de apariencia no tan democrática- basada en el asistencialismo dictatorial, populista, caudillista y militarista -de interés personal- que ofrecía la imagen del ex presidente y dictador Alberto Fujimori, proyectada en la candidatura de su hija Keiko Fujimori.

La diferencia restante del electorado -casi el 44 %- fue aquél cuyas preferencias oscilaron entre el radicalismo neoliberal de derecha y las corrientes honestas de derecha y de centro -la porción menor-, y el gran núcleo poblacional -la porción mayor- absorbido por la «telecracia» neoliberal mediática, constituido por el bloque de ciudadanos temerosos de los cambios bruscos, el electorado susceptible a la emotividad diversa, el público elector atraído por las razones estéticas de las candidaturas, las del elector indeciso que opta por votar por cualquier candidato, y finalmente, por aquél elector impresionado é intimidado por el tema de terror propagandístico «Chávez y Humala la llegada del Apocalipsis» del aparato de guerra psicológica de los EE.UU., que diversificaron su voto por la derecha.

Pero lo sustantivo que se debe resaltar es que a pesar de todo ello, estos resultados electorales establecieron en forma meridiana y en esencia que la población peruana con voz fuerte y clara, expresó «ya no más neoliberalismo depredador», «retorno de la soberanía arrebatada».

Esto se denota solamente con el hecho del otorgar una menor importancia a las opciones de los tres candidatos del neoliberalismo Toledo, Fujimori y Kuczinsky y la priorización en la opción de la candidatura de Humala.

La realidad es que las decisiones políticas adoptadas por la población peruana en esta primera instancia electoral -así no se repitieran en la segunda-, determinan como hecho no discutible a futuro, que el peso específico de las aspiraciones que se hallan en la conciencia de la ciudadanía nacional, radican en ese deseo de cambio de sistema -del neoliberalismo camuflado con ropaje de «democracia», a la democracia verdadera-.

Sin embargo, en característica propia de las derechas latinoamericanas seguidoras de la dictadura del capital y de la hegemonía estadounidense, la peruana aduce, que su derrota ha sido causada por una «falta de concertación entre candidatos» y por una «inadecuada plataforma política de ofertas a la población».

Eso no resulta ser sino un embuste, para intentar engañar en primer lugar a la opinión pública, seguidamente a sus aún desconcertados seguidores, y finalmente, para mitigar su propia frustración.

La verdadera razón de la derrota del neoliberalismo en el Perú, sólo fue asumida y reconocida por uno de los candidatos representantes de esa corriente que compitió contra Ollanta Humala -el de más entereza-.

Ese fue el abatido candidato Alejandro Toledo, quien para despedirse de la contienda electoral el mismo 10 de Abril – después de haber conocido los resultados de «boca de urna»- hizo un pronunciamiento ante los medios de prensa , manifestando que, «el Perú ha expresado su enojo y su descontento por un crecimiento económico sin una verdadera distribución de los beneficios», añadiendo además que, «son diez años de un crecimiento económico, que no le está llegando a los más pobres, y ellos -los pobres- han encontrado un candidato -por Humala- que canaliza esa protesta».

Estas declaraciones, aunque expresadas con honestidad y sinceridad, tienen en el fondo sólo algunas verdades tímidamente enunciadas, bastantes medias verdades y varias falsedades no dichas.

La verdad es que el enojo y descontento de la población peruana ya era latente desde 1995, cuando Alberto Fujimori culminaba su primer mandato post golpe de Estado, fecha en que el neoliberalismo cumplía 3 años -desde 1992- de haberse apropiado del poder político en el Perú.

Los restantes años hasta completar 19 en la actualidad -2011-, han sido casi todos de una permanente rebelión de la población contra el sistema, evidenciada por las constantes protestas de ésta en contra de la arbitrariedad de los gobernantes títeres del sistema y contra la voracidad del neoliberalismo foráneo -impulsadas ambas por presión del gobierno de los EE.UU.-, y que han causado un conglomerado de muertes en la población, atribuidas a la necesidad de mantener el «orden público» -aún prosiguen con el gobierno saliente de Alan García-.

Uno de los mejores ejemplos, es precisamente el mandato presidencial de Toledo (2001-2006) que finalizó con sólo el 6% de aprobación en la población, y en el que inclusive, tuvo que hacer frente a una rebelión política armada -2005- liderada por el hermano del candidato Humala -Antauro-.

En este último proceso electoral lo que en realidad ha aflorado, no es otra cosa sino la forma de expresión democrática de la población, para protegerse adecuadamente de ese avasallamiento y sojuzgamiento, siguiendo su sentido común de conservación de la vida, de supervivencia y de hallar el respeto a la dignidad humana y a su mandato soberano, que a lo largo de estos 19 años de sistema los presidentes adláteres del sistema pretendieron ignorar.

En cuanto a lo económico Toledo no ha dicho las cosas, tal como lo son.

Una de ellas es que el aludido crecimiento económico «del Perú», que ha sido el caballito de batalla propagandístico y mediático del neoliberalismo peruano -y de los EE.UU.-, no es propiamente el «crecimiento» del país en sí.

Ha sido el «crecimiento económico» de las corporaciones transnacionales y de inversionistas golondrinos que se llevan la riqueza obtenida por el país al exterior -en forma casi integra-, y por tanto, no dejan nada de «ese supuesto crecimiento» para «poder distribuir» entre la población.

Es que ese es el modo usual del neoliberalismo –su filosofía– para «generar riqueza», cuyo fin ulterior es el máximo lucro en provecho del sistema y que incluye no pagar rentas que producen los recursos explotados, todo ello en desmedro del país y su población.

En otras palabras el «crecimiento económico» mencionado por Toledo no viene a ser otra cosa sino, una ficticia «bonanza económica» solamente útil como cifras para inversionistas especuladores de Wall Street y para la banca acumuladora de capitales provenientes de la explotación mundial.

Adicionalmente sirvió hasta el 10 de Abril, como un excelente mito propagandístico é instrumento de convencimiento falaz para la prensa adicta al sistema.

En concepto de la población peruana, de mucho de ello es responsable Alejandro Toledo al promover en el 2005 -juntamente con George Bush- el «TLC Perú-EE.UU.», cuyos parágrafos de inequidad, contra la soberanía peruana, contra su economía, contra su desarrollo regional, contra sus pueblos originarios y de beneficio económico único para los EE.UU., son una afrenta para la nación.

En concepto del elector, esta deberá ser la primera tarea de salubridad nacional que deberá asumir el nuevo presidente del Perú -someter el TLC «Perú-EE.UU.» a consulta popular-, para establecer las rectificaciones pertinentes.

Y algo que Toledo no aclaró lo suficientemente es lo expresado en relación a «los pobres», a los cuales en mea culpa por el trato que propinó durante su gobierno, aludió recién en calidad de candidato presidencial perdedor.

El Perú es el contradictorio ejemplo -por su pobreza- de la bonanza ofrecida por el neoliberalismo.

A pesar de 19 años ininterrumpidos de sistema neoliberal, el 38% de su población «oficialmente» (INE) -47% verdaderamente- se halla en estado de pobreza.

Estas cifras en comparación con el crecimiento macro-económico sostenido y pregonado por el sistema del 7% al 8% anual, resultan realmente en algo ilógico.

A ello se agrega el índice de desigualdad en los ingresos -Gini- que enmarca a casi todo el campo social, que para el Perú es de 0.5 -PNUD, 2010-, y que de seguir aumentando hacia 1.0, significaría que las brechas entre ricos y pobres serían tan contrastantes como el día y la noche.

Pero todas estas paradojas son resuelta por el mismo fundamento ideológico del sistema y su propia razón de ser: el lucro exorbitante perseguido por sus creadores y seguidores.

Este se refleja en la concluyente evidencia, que durante ese período -19 años- de neoliberalismo en el Perú, «sólo unos pocos ricos se han enriquecido mucho más, a costa de muchos más pobres, que se han empobrecido mucho más aún».

Por eso el único camino a seguir por el Perú es el cambio de sistema, tal como lo ha establecido el mandato del soberano el 10 de Abril.

Quedarán además como recuerdos funestos para la derecha neoliberal peruana, aquellos elementos que en su derrota le causaron «daño colateral» adicional.

Estos fueron en especial su propaganda de guerra apelando al «tema Chávez» -que le rebotó como «bumerán» en la cabeza- y la cercana, intimidante, pero obligada presencia del «paradigma del sistema» Alan García, que por sí sola se encargaba de persuadir al elector sobre las razones por las cuales no se debía optar por el «neoliberalismo salvaje» -Papa Juan Pablo II, dixit– .

Finalmente, el otro elemento que habría coadyuvado en contra del neoliberalismo fue su normal ausencia de soporte ideológico -excepto inmoralidad y crematística- y su carencia de líderes -jefes no es lo mismo-, características usuales de las corrientes impuestas -imperiales- que sólo poseen seguidores obsecuentes y tareas que cumplir.

No sabemos si coincidirán con nosotros en todo esto, los fundamentalistas y actores peruanos del sistema, Vargas Llosa, Fujimori, Toledo, García, Kuczinsky, Hurtado Miller, Del Castillo, Castañeda, y otros tantos más.

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