Acechados por la dictadura cívico-militar, muchos militantes argentinos tuvieron que exiliarse. Lejos de anclarse en la nostalgia, canalizaron sus sueños en un proceso revolucionario nuevo, naciente, esperanzador: Nicaragua. Sudestada charló con dos documentalistas que plasmaron, en un proyecto audiovisual, la Revolución Sandinista a través de los ojos de los argentinos que fueron a colaborar con […]
Acechados por la dictadura cívico-militar, muchos militantes argentinos tuvieron que exiliarse. Lejos de anclarse en la nostalgia, canalizaron sus sueños en un proceso revolucionario nuevo, naciente, esperanzador: Nicaragua. Sudestada charló con dos documentalistas que plasmaron, en un proyecto audiovisual, la Revolución Sandinista a través de los ojos de los argentinos que fueron a colaborar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
«La revolución es siempre un gran sueño».
Una foto de Augusto César Sandino.
«Hizo confluir a generaciones que habían participado de otros procesos de intentos revolucionarios».
Otra foto.
«Nicaragua era el comienzo del sueño de la revolución».
Y otra.
«Para nosotros, los argentinos que caímos ahí y fuimos ahí porque había una revolución o porque sabíamos que estaba pasando algo, fue una experiencia que nos marcó».
Una caravana triunfante.
«Lo de nosotros fue un sueño, lo de los nicaragüenses fue una realidad».
Y banderas negras y rojas, con las sonrisas de la juventud sandinista
«No me quedaría en el sueño de una generación, ojalá fuera el sueño de todas».
Luego, una radio sintoniza Radio Sandino, que transmite desde «algún lugar de Nicaragua», mientras los revolucionarios corren por la selva y alguien grita: «Patria libre».
1. El lugar en el que había que estar
Nicaragua, el sueño de una generación, es un documental guionado y dirigido por Roberto Persano y Santiago Nacif Cabrera, con Daniel Burak como director consultante, con producción de Juan Andrés Martínez Cantó y ADART Producciones y con un material de archivo impecable.
Durante más de 70 minutos, el proyecto audiovisual recorre la Revolución Sandinista que, el 19 de julio de 1979, venció a la dictadura de Anastacio Somoza, hijo del viejo dictador del mismo nombre; aquel que en 1934 fue el asesino de Augusto César Sandino, héroe de la resistencia nicaragüense frente a los Estados Unidos. El documental fue estrenado, precisamente, el 19 de julio en el cine Gaumont, y en agosto se exhibirá en los espacios INCAA del país.
El hilo del relato son las voces de los militantes argentinos que, exiliados durante la última dictadura cívico-militar, recalaron en Nicaragua, frente al nacimiento de un nuevo proceso revolucionario. Si bien muchos colaboraron militarmente en la revolución, otros depositaron sus sueños frente a un país nuevo, literalmente en ruinas, en el que más de la mitad de su población no sabía leer ni escribir. Así, las voces de los cineastas Jorge Denti y Nerio Barberis (documentaron el proceso revolucionario), la epidemióloga Felisa Lemos (dirigió el Centro de Salud Cuá Bocay), Pola Augier (coordinó la Policía Sandinista), el economista Néstor Napal (asesoró a cooperativistas), el periodista Jorge Luis Pampa Ubertalli (entrenó milicias populares), la politóloga María Luisa Licha Babini (trabajó en el agro y la industria láctea), entre otros, reflejan los sueños de una generación, que colaboraron con el Frente Sandinista de Liberación Nacional desde las campañas de alfabetización hasta la recolección de café.
Sin embargo, en el documental hubo una postura clara sobre cuál iba a ser el eje narrativo.
-No se dice si los militantes fueron Montoneros o del PRT, por ejemplo, sino lo que hicieron en Nicaragua.
Santiago: – No quisimos centrarnos en el pasado militante de cada uno. Nunca fue objetivo de la película centrarnos en sus militancias en Argentina, sino directamente sobre cómo fueron sus llegadas a Nicaragua. En todo caso, a un modo más de introducción, se cuenta cómo llegaron a Nicaragua, cómo se habían escapado de acá y en qué circunstancias tuvieron que escapar de Argentina por su grado de militancia.
Roberto: – Más allá del partido político o del movimiento al que pertenecían, lo importante que queríamos rescatar era la historia de esta gente como representantes de una generación que, debiéndose haber exiliado del país y consecuentes con su filosofía y construcciones políticas, van a Nicaragua y fomentan y apoyan una revolución que acá no se pudo dar. Inclusive en un país donde la contrarrevolución estuvo muchas veces apoyada por los militares argentinos.
S: – También cuentan los mismos protagonistas que, más allá de sus diferencias políticas en Argentina, en Nicaragua las hacían a un lado y combatían todos por el sandinismo.
-Si tuvieran que establecer un denominador común entre los protagonistas, ¿cuál sería?
S: – Básicamente, esto que contaban todos: una alegría, una emoción de sentir realmente que estaban construyendo un país desde cero. Era realmente edificar un país de la nada, porque el somocismo había dejado en ruinas a Nicaragua. Nunca se había desarrollado como país.
R: – Eso sí lo quisimos reflejar en la película: la alegría, más allá del dolor de una guerra primero, para tomar el poder, y después peleando contra la Contra. La cantidad de muertos que tuvo Nicaragua, 50 mil a lo largo de la revolución y la contrarrevolución. Sin embargo, esto de rescatar la alegría del pueblo nica y la alegría para trabajar a diario para construir esta revolución
-¿Y por qué Nicaragua? ¿Era el lugar en el que había que estar o casualidad?
R: – Nadie llega de casualidad a Nicaragua. En ese momento, es el ojo del huracán revolucionario: todo por lo cual se peleaba en todo el continente y no se podía conseguir, y todas las derrotas en Latinoamérica. El único lugar que vislumbraba un horizonte diferente era Nicaragua. Y van llegando de distintas maneras: del exilio en Europa algunos, otros de México, otros subiendo por Perú. Indudablemente, hasta el 78, cuando se empieza a dar el proceso revolucionario, no había mucha noción de lo que era Nicaragua. Ya después, en el 78 y 79, empieza a conocerse lo que es el movimiento. Cuando triunfa la revolución, Nicaragua era el lugar en el que había que estar.
-¿Qué significó para ellos?
R: – Era el lugar en el mundo, la posibilidad de llevar adelante todo lo que esta generación había soñado y que, en Nicaragua, se podía concretar: enfrentarte a las dictaduras, al imperio norteamericano y hasta por momentos derrotarlos. Formar parte de una revolución.
2. La última revolución triunfante
En medio de una lluvia densa, el equipo técnico había llegado a Peñas Blancas, uno de los puntos en los que se puede cruzar la frontera de Costa Rica a Nicaragua. Las cámaras, mochilas y los trípodes no eran una buena carga en medio del barro. Encima, todavía tenían que sortear al oficial de la aduana:
-¿De dónde vienen? -les preguntó.
-De la Argentina.
-¿Qué vienen a hacer?
-Un documental sobre la revolución sandinista.
-¡Compañeros, por favor! ¡Dejen pasar a los compañeros cinematógrafos argentinos!
Detrás de ellos, había un gringo que venía de hacer surf en Centroamérica. Todavía, dicen, lo están revisando.
Los directores señalan que los nicas tienen una solidaridad y cariño especial con los argentinos y otros visitantes extranjeros, en recuerdo de la colaboración que los internacionalistas brindaron en tiempos de revolución. Pero Nacif Cabrera señala un dato que no debe pasar desapercibido: «Si bien reconocen la ayuda, la revolución es netamente nicaragüense. La hicieron ellos, y lo saben».
Nicaragua es un país pobre. «Una revolución pobre en un país pobre», señaló alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano. En tierra nica, los directores pudieron percibirlo, pero la alegría los avasalló. «¡Cómo conocen la historia! Pibes de la calle, de los que hacen malabares en los semáforos, descalzos y sucios, agarran la cámara y te hablan de Sandino o te recitan un poema de Rubén Darío», cuenta, sorprendido, Roberto Persano.
-¿Con qué país se encontraron?
S: – Yo me imaginaba un país pobre de Latinoamérica y lo que me encontré fue un país más pobre de lo que me imaginaba. Te diría, estructuralmente, en la calle.
R: – Es un país que después del terremoto del 72, nunca más se pudo recomponer. Por lo menos Managua, quedó destruida. Después vino toda la revolución y, al instante, la Contra. O sea que todas las divisas iban destinadas a frenar la contrarrevolución y el daño que ocasionaba Estados Unidos. Y, del 72 al 78, Somoza no hizo otra cosa que robarse todo.
S: – Después, el sandinismo no tenía recursos dedicados a defender la revolución. Esto es muy llamativo: estamos hablando de un terremoto del 72 y nosotros estuvimos en 2009 y 2010, y todavía había escombros y edificios derrumbados desde hacía ya 40 años. En general, es una sensación de pobreza. Y que lo poco que pudo lograr la revolución en esos primeros 10 u 11 primeros años de gobierno, como con el analfabetismo, por ejemplo, que se había reducido tanto, en los años de neoliberalismo volvió a crecer exponencialmente. Después volvió el sandinismo, con sus diferencias internas, con (el presidente hoy reelecto) Daniel cuenta, sorprendido, Roberto Persano.
-¿Y qué queda de aquellos viejos ideales sandinistas? ¿Se puede hablar de una continuidad o muchos han quedado anquilosados?
R: – Hay ciertas políticas que se continuaron, como, nuevamente, la campaña de alfabetización. Después de la década neoliberal, el índice de analfabetismo nuevamente creció un montón. Y hay políticas de hambre cero.
A: – La educación también se está revirtiendo. Cuando el sandinismo toma el poder en el 79 había más del 70% de analfabetismo y en el 90, lo deja con menos del 10%; después, el neoliberalismo lo dejó a más del 20%. Están volviendo a ser gratuitos un montón de servicios sanitarios que en la década neoliberal se había privatizado
-Entre los protagonistas, con este nuevo proceso democrático, ¿hay un reverdecer de aquellos ideales?
A- Está bastante dividido entre los que sí reconocen que hay un espíritu y otros que son completamente escépticos al orteguismo. Más que escépticos, te diría críticos. Pero, sin caer en un populismo, en las calles se ve que el pueblo es sandinista. En 2009, primero se hizo todo el festejo por los 30 años de la revolución y después, cuando empezó Ortega con su discurso, algunos decidieron irse. Eso te demuestra que, aun siendo críticos de Ortega, ese espíritu sandinista lo mantienen y todos se consideran realmente sandinistas.
-¿Y en las calles hay espíritu crítico, politizado, juventud: una nueva ola sandinista?
R- Si bien es un país pobre, también es muy rico en cuanto a concepción política, debate político y participación. En el 2009, cuando fue el aniversario de la revolución, estuvo muy presente eso. Se vivenciaba en las calles, el color rojo y negro, la participación de las calles, había comités en los barrios, desfiles. En el 2009 te sentías en la Nicaragua, supongo, de los 80, mucho joven en la Plaza de la Revolución. El sandinismo está presente: hay un rescate muy fuerte de la figura de Sandino, de Carlos Fonseca Amador, de Tomás Borge, que fue el último fundador vivo del Frente. En el 2009, además, estaba el tema del golpe en Honduras, que fue una pregunta que nos hicieron: «¿Por qué hacen un documental de la revolución sandinista? Ya fue, pasaron 30 años». Cuando fuimos, estaba el golpe de Honduras y cuando estrenamos, ya derrocaron a Lugo en Paraguay. Bueno, no es un hecho nostálgico la revolución sandinista, no es algo del pasado. Esa lucha por recuperar y defender la democracia y la autonomía de los pueblos en Latinoamérica está más vigente que nunca. Y la revolución sandinista tiene que ser un ejemplo. Uno quizá se queda con que el ícono de la revolución en América es la cubana. Está bien, pero no nos olvidemos de la sandinista: fue la última revolución triunfante en América. Es para tener en cuenta y valorarla.
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