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Piratas del Caribe

Fuentes: Rebelión

Antes de finalizar el año, el buque hospital USNS Comfort de la Marina de Guerra de EE.UU regresó a su país, luego de haber completado su misión de once semanas en las costas de los países aliados a la administración Trump (Ecuador, Perú, Colombia y Honduras) para repartir vacunas, entregar lentes y examinar dentaduras como […]

Antes de finalizar el año, el buque hospital USNS Comfort de la Marina de Guerra de EE.UU regresó a su país, luego de haber completado su misión de once semanas en las costas de los países aliados a la administración Trump (Ecuador, Perú, Colombia y Honduras) para repartir vacunas, entregar lentes y examinar dentaduras como parte del programa Promesa Duradera. El envío de dicha «misión humanitaria», según consignaron los portales continentales más influyentes, tuvo un objetivo oficial: contener a los desplazados venezolanos que huyen de la dictadura bolivariana. Justo en las semanas previas a la asunción del nuevo mandato de Nicolás Maduro, cuya legitimidad es resistida por el Grupo de Lima, formado por las naciones políticamente aliadas a EE.UU.

La presencia del buque del Comando Sur patrullando el Caribe despertó suspicacias pero, sobre todo, confirmó una certeza: «la batalla por la tierra comenzará en el mar«, tal como consignaba el flyer publicitario del filme Battleship (2012), la odisea bélica que recrea una batalla entre la U. S. Navy y una flota alienígena.

Semejante despliegue no pudo menos que generar reticencias por estas latitudes latinoamericanas, acostumbradas a vivir bajo la tutela hegemónica estadounidense a lo largo de décadas. La estrategia amigable no suena mal, por tratarse de una potencia militar habituada a allanar territorios y bombardear con retórica y balas a sus enemigos. Para decirlo de una vez: nadie en su sano juicio creerá que la incursión marina se agota en la mera filantropía. «Los marines del siglo XXI portan vacunas y barbijos -asegura el periodista Emiliano Guido, del portal «Nuestras Voces»-; no entran a las barriadas tirando puertas para detener a líderes sociales. Su tarea es más sigilosa: ahora vienen por nuestra información«. Claro que su estrategia siempre será facilitada por la reverencial pleitesía de los gobiernos satélites al poder hegemónico americano.

En verdad, no es la primera misión del USNS Comfort en aguas sudamericanas: según la periodista Telma Luzzani, la nave ya participó de otros operativos similares, y es parte de un dispositivo de doble función: cumplir objetivos médicos a la vez que misiones de vigilancia, recolección de información, control y espionaje para futuras operaciones. Con el argumento de la supuesta crisis humanitaria y la también supuesta violación de los derechos humanos en Venezuela, Estados Unidos mantiene a su Cuarta Flota frente a la frontera norte de la nación bolivariana. Como los animales carroñeros, el Pentágono suele rodear a su presa cuando ésta huele a petróleo.

Se podría también hablar de crisis humanitaria en Honduras. Heide Fulton, la encargada de negocios de la Embajada estadounidense en Tegucigalpa, afirmó que «esta misión (del USNS Comfort) refleja una colaboración muy estrecha y constante entre las fuerzas armadas de los Estados Unidos y Honduras«. Sin embargo, a los compatriotas hondureños de la caravana migrante hacia Estados Unidos no les espera la misma suerte: sólo un ejército de insultos, hostigamientos y deportaciones en su arribo a destino.

Contrariamente a los objetivos proclamados, los marines buscan hacer inteligencia militar y propaganda ideológica, y tejer relaciones con las fuerzas armadas de cada nación. El Comando Sur tiene como meta central «establecer un dateo de nuestros países para poder determinar con más precisión su agenda de intervención -afirmó el antropólogo Gilberto López y Rivas al portal «Nuestras Voces»- (…) A su vez, para el mapeo de datos demográficos, o de recursos naturales, financia un proyecto llamado Minerva Initiative (…) Recordemos que financió y utilizó equipos de antropólogos en las 26 brigadas de combate que desplegó en Irak y Afganistán. Esos equipos componen los oídos culturales del Pentágono a través de las ciencias sociales«. Entre sus funciones «humanitarias» figura también la de recolectar datos que les sirvan para una eventual intervención militar o corporativa. Y recoger creencias religiosas y políticas.

Por supuesto que esta información no aparece en los portales y medios hegemónicos del continente, alineados como están con el Departamento de Estado a través de las embajadas norteamericanas en Latinoamérica. En Argentina, por ejemplo, el diario «Clarín» ya había publicado un artículo sobre el buque hospital en febrero de 2016, con un título candoroso: «El inmenso barco hospital que les devuelve la sonrisa a los chicos«. En agosto pasado otro matutino, «La Nación», tituló: «Buque hospital de EEUU atenderá refugiados venezolanos a partir de septiembre«. Y el portal digital «Infobae», el más visitado de Argentina, hizo lo propio: «El buque hospital de EEUU zarpará el próximo 11 de octubre para llevar asistencia médica a refugiados venezolanos«. Ninguno de los artículos menciona la contingencia de espionaje que llevó la misión en sus entrañas.

¿Cuántos medios latinoamericanos reportaron la noticia, y de qué manera la presentaron? ¿Cuántos ciudadanos están informados de ésta u otras operaciones similares? ¿Qué vinculaciones tiene la misión del USNS Comfort con «la transformación silenciosa que el Pentágono lleva a cabo de todo el sistema de bases militares fuera de su territorio«, como afirmó en el diario mexicano «La Jornada» el mismo Gilberto López y Rivas?

En efecto, en el artículo de 2012 titulado «Cambios en la estrategia militar de Estados Unidos«, López y Rivas afirma que el Pentágono aumentó la creación de bases militares a las que denominan nenúfares -como esas plantas que flotan en la superficie de las aguas y que sirven a las ranas para saltar hacia su presa- y que son pequeñas instalaciones secretas e inaccesibles con una cantidad restringida de soldados, comodidades limitadas y armamento y suministros previamente asegurados. Pequeñas cabeceras de playa que permiten la capacidad de reaccionar con notable rapidez ante eventos imprevistos en cualquier parte del mundo. «Hace algún tiempo -cita el autor palabras del historiador Chalmers Johnson- se podía trazar la expansión del imperialismo contando las colonias. La versión estadounidense de la colonia es la base militar. Siguiendo la política de cambio global de bases, se puede aprender mucho acerca de la cada vez mayor posición imperial y del militarismo que crece en su vértice. El militarismo y el imperialismo son hermanos siameses unidos por la cadera«.

Buques hospitales, equipos de antropólogos y científicos sociales, bases nenúfares: todo recurso es válido para saciar las apetencias contrainsurgentes de Estados Unidos. En esto consiste el «descomunal esfuerzo imperialista por mantener su hegemonía militar para salvaguardar sus intereses económicos, corporativos y geoestratégicos«, concluye López y Rivas. La llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil no hace sino facilitarle los planes a Estados Unidos: para el politólogo Atilio Borón, su proyecto es «convertir al país en el lacayo favorito de Washington en América Latina y el Caribe, desplazando a Colombia del deshonroso lugar de la Israel sudamericana«. A propósito, por estos días el nuevo mandatario brasileño le ofreció a la administración Trump instalar una base militar en su territorio.

Las nuevas estrategias del Comando Sur intentan ser más sutiles: a diferencia del viejo ciclo injerencista, en el que Washington promovió golpes de estado en toda la región, los teóricos del Pentágono edificaron una doctrina pretendidamente más amigable. Y es probable que para esto se hayan valido de los recursos de la ficción. ¿Acaso el Pentágono no convocó, tras la caída de las Torres Gemelas, a guionistas cinematográficos de Hollywood como asesores en la lucha contra el terrorismo, tras reconocer que sintonizaban mejor con las estrategias que proponía la escalada mundial de violencia?

En tiempos en que los límites entre la realidad y la ficción quedaron desdibujados, los acontecimientos del mundo real han adquirido tics y estereotipos propios de la ficción. No otra cosa parece el despliegue de semejante estrategia de espionaje. La sintonía de Hollywood con el Pentágono permanece intacta: ataviados de piratas o de marines, atacando naves alienígenas o territorios «rebeldes», acechan al mundo para «salvarlo» de las amenazas del mal.

Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista y escritor. Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.