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Procesos de cambio y el llamado ‘fin de ciclo’

Fuentes: Rebelión

1. PROCESOS DE CAMBIO Desde la llegada al poder del gobierno nacional-popular venezolano (1999), especialmente desde el giro al socialismo de Hugo Chávez en el Foro Social Mundial (2005) y hasta la lamentable muerte del caudillo y revolucionario (2013), América Latina pasó por un período de disputa de correlación de fuerzas y de proyecto inédito […]

1. PROCESOS DE CAMBIO

Desde la llegada al poder del gobierno nacional-popular venezolano (1999), especialmente desde el giro al socialismo de Hugo Chávez en el Foro Social Mundial (2005) y hasta la lamentable muerte del caudillo y revolucionario (2013), América Latina pasó por un período de disputa de correlación de fuerzas y de proyecto inédito tras muchos años de hegemonía neoliberal.

El buen precio de las materias primas permitió a los gobiernos progresistas la administración del excedente económico, orientada a satisfacer las necesidades postergadas de los sectores populares y a generar una autonomía relativa respecto a la influencia norteamericana.

Incluso Cuba se vio potenciada por sus relaciones con Venezuela, pasando la isla a ocupar un rol valórico y social muy importante, por medio de apoyos a las distintas Misiones no sólo a Venezuela, sino también a Bolivia, Ecuador, Argentina y otros países. E incluso a cumplir un rol fundamental en las negociaciones del proceso de paz en Colombia.

De este modo, de sociedades neoliberales, donde el mercado y sus actores fueron protagonistas y beneficiados del modelo, el giro tomó la dirección de potenciar a los Estados y sus roles públicos y sociales, pero también hacia el fortalecimiento de la sociedad civil, organizada principalmente en grupos de interés y movimientos sociales, como los indígenas, estudiantiles, territoriales, feministas, asamblearios y regionales. También los sectores trabajadores fueron recuperando el protagonismo, aunque no bajo la misma identidad obrera industrial del siglo XX, sino ligada a sectores populares, territoriales, empresas de servicios y subcontratados.

La respuesta de las derechas políticas tradicionales de los distintos países fue fortalecer la crítica comunicacional a los procesos de cambio en curso. Y en el caso de Venezuela, Ecuador, Bolivia, pero también Paraguay, con reacciones golpistas a los gobiernos democráticamente electos.

Pero a pesar de los intentos de la derecha golpista de desestabilizar a los gobiernos, estos siguieron potenciándose. Una de las razones de la legitimidad que fueron logrando, además de generar mayor empleabilidad, servicios, bienes, derechos y organización social, es porque pudieron sortear la crisis económica que inició con la burbuja inmobiliaria de 2008. Estos países lograron generar un nivel sustantivo de autonomía respecto a los mercados mundiales, aumentando la producción y consumo interno.

Otro elemento cardinal en los procesos de cambio, fue la profundización de la democracia. De una democracia puramente representativa y anclada en las instituciones estatales, se dio paso a una diversificación de los actores del sistema político. Ya no sólo eran los partidos políticos, los grandes empresarios y las fuerzas armadas quienes tomaban las decisiones de los países. Se sumarán los estudiantes, los indígenas, campesinos, asambleas ciudadanas y regionales. Se introdujeron elementos de democracia directa, como plebiscitos revocatorios, presupuestos participativos y asambleas constituyentes. Y, principalmente, esos procesos de democratización fueron derivando en una mayor diversificación del poder hacia la sociedad civil.

No obstante, la derecha tradicional fue aprendiendo de sus errores e incorporando repertorios de acción colectiva ajenos, como marchas y protestas. La disputa comunicacional se agudizó, así como el intervencionismo norteamericano se profundizó. A esto se sumó el hecho de que si bien América Latina en general había podido resguardarse de forma relativa de la crisis financiera, ésta ha terminado ya por instalarse en todos los países, lo que ha producido un retroceso en la región.

A este retroceso económico, se suman una serie de errores políticos, especialmente en el hecho de que los procesos de cambio fueron institucionalizándose o estatalizándose sin lograr fortalecer las capacidades autonómicas de la sociedad, lo que ha derivado en procesos de burocratización, inmovilismo e incluso de corrupción.

La muerte del comandante Chávez en 2013 y la crisis financiera, vinieron a congelar los avances regionales antineoliberales que se habían estado gestando.

Se expresaron entonces una serie de tensiones irresueltas por los procesos de cambio. El extractivismo, el machismo, la persistencia de economías de servicio y financieras, los problemas de la tierra y los territorios, los oligopolios comunicacionales, entre otros, se agudizaron.

Por otra parte, los movimientos sociales, los sectores populares y las organizaciones de izquierda no tuvieron la capacidad de generar durante este periodo una mayor autonomía y un proyecto propio que fuera más allá de las capacidades de los gobiernos.

Sobrevino entonces las crisis de deslegitimidad que pesaron sobre Brasil y Argentina especialmente, respecto a la burocratización y corrupción de sus gobiernos e instituciones, un retroceso del proceso ecuatoriano, un cierto estancamiento del proceso boliviano y la actual crisis económica y política en Venezuela.

Por su parte, en los países neoliberales y continuistas, como Chile, Perú y México, no se ha visto de parte de la izquierda política ni de los movimientos sociales capacidades de construir una alternativa al neoliberalismo. Aunque estos países pasan hoy por la deslegitimidad y corrupción que abre una estructura de oportunidades políticas para el resquebrajamiento del modelo.

2. EL LLAMADO FIN DE CICLO PROGRESISTA

En los últimos años, a la par que se ha ido consolidando un mundo multipolar, también ha avanzado la crisis del capitalismo financiero a escala global. La multipolaridad reclama mayor integración a los países Latinoamericanos, mientras que la crisis demanda diversificar nuestra producción y cuestionar la matriz extractivista. Si bien es cierto que desde la emergencia de liderazgo de Hugo Chávez se avanzó significativamente en la integración, la diversificación productiva quedó pendiente.

Ya antes de la crisis, cuando el precio de las materias primas era alto, las capacidades de diversificar la producción fueron limitadas, en algunos casos por voluntad política y en otros por limitaciones estructurales, puesto que un proceso de industrialización requiere de plazos significativos de tiempo. Pero al momento de llegar la crisis, esos plazos no fueron alcanzados y se ha mantenido de forma generalizada un sistema extractivista de producción de la riqueza.

Es cierto que se ha avanzado en algunos países en creación de cooperativas y soberanía alimentaria, pero sólo a nivel local o municipal. Los países siguen dependiendo de las exportaciones de productos alimentarios y tecnológicos. Y es por esto que el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) como estrategia de intervención y control de la región por parte de Estados Unidos tiene posibilidades de avance y consolidación.

Por su parte, la derecha ha retomado la iniciativa e incluso ha vuelto a conquistar gobiernos, de forma democrática en algunos casos como el argentino, y por medio de golpes como en Brasil. Pero sin duda, en ambos casos, producto también de la burocratización y niveles de corrupción desbordados.

Lo cierto es que si bien se avanzó significativamente en la lucha contra la pobreza, el aumento de los servicios y bienes públicos, mayor protagonismo del Estado y profundización de la democracia, parece haber llegado un momento de estancamiento respecto a la transformación del modelo neoliberal en la región. Los gobiernos y las instituciones del Estado no han podido delegar sus capacidades y funciones a la sociedad misma, salvo en algunos casos como las Comunas en Venezuela, las Autonomías en Bolivia y las Cooperativas en Cuba, pero en la mayoría de los casos cuando se intentó que fuese la sociedad que asumiera mayor protagonismo ante el Estado, se encontraron profundas limitaciones tanto estructurales como culturales, por ejemplo en el movimiento de Fabricas Recuperadas en Argentina.

Suele responsabilizarse a los gobiernos llamados progresistas de cierto institucionalismo en los procesos de cambios y ciertamente si se considera que son los gobiernos los que manejan mayor parte del excedente económico en comparación a los movimientos sociales, además de ocupar espacios de mando y gestión, es efectivo. Pero no es menos cierto que los movimientos sociales mismos no han tenido la capacidad de generar y fortalecer sus propias capacidades soberanas y autónomas.

A esto se suma que la izquierda o se ha integrado a los gobiernos progresistas, poniendo así sus capacidades de la militancia y sus cuadros políticos en el aparato estatal o se ha marginado en experiencias autonomistas que no tienen, al menos hoy, la capacidad de construir un proyecto nacional y plantear una alternativa ni política ni económica.

Por otro lado, es necesario recordar cómo la hegemonía neoliberal se instaló en América Latina desplegando no sólo sus políticas económicas y sus sistemas de gobiernos, sino también una serie de valores como el individualismo, el consumismo, el chauvinismo y el militarismo. Y es que ninguna sociedad nueva nace de la nada, sino de la que le precede. Y a nosotros nos preceden décadas de dictaduras y neoliberalismo, de fragmentación social y de democracias limitadas, de pobreza y castas político-empresariales que no han perdido el poder.

Es fundamental dejar de reproducir un discurso que responsabilice a los proyectos progresistas de las serias limitaciones con las que hoy los pueblos se están encontrando, y entender que la política avanza, se estanca o retrocede, a partir de fundamentos históricos y económicos independiente a las voluntades o conciencias políticas colectivas. Pero nada de esto significa que no debamos ver con claridad los errores propiamente políticos que han llevado a procesos de burocratización y corrupción, así como falta de renovación de liderazgos, especialmente colectivos.

 

3. DEUDAS Y DESAFÍOS

Ante el proyecto neoliberal de delimitación de la soberanía nacional y regional, los procesos de cambio en América Latina actuaron por medio del empoderamiento y luego la defensa de los Estados puestos al servicio de sectores más amplios de la sociedad e incluso de un bloque popular, además de procesos de integración latinoamericana. Para lograrlo, contaron con una serie de reivindicaciones y movilizaciones sociales, además de un contexto económico internacional óptimo para el aumento del excedente por medio de la comercialización de las materias primas.

Ante esto, se modificó la asimetría existente entre el poder del Mercado, protagonista del modelo neoliberal privatizador; el poder de los Estados, que permitieron la distribución de la riqueza y el aumento de los derechos sociales; y el poder de las sociedades, que construyeron nuevas identidades políticas colectivas y la base social que reclamaba y legitimaba los procesos de cambio.

Políticamente, esto fue posible por medio de alianzas de clases que pasaron de la resistencia a la configuración de proyectos nacional-populares. Emergieron también nuevos actores e identidades colectivas, entre los jóvenes, los pueblos originarios, trabajadores y campesinos, pequeños y medianos comerciantes, intelectuales y organizaciones políticas.

No obstante, junto a la desaceleración económica mundial, sobrevino también una pérdida del impulso de cambio, lo que fue acompañado de la expresión de una serie de limitaciones tales como la desindustrialización, el patriarcado, el colonialismo, los oligopolios comunicaciones, la desigualdad económica, la asimetría de poder entre las castas político-económicas y los sectores populares. Todo esto ha derivado en un desgaste y retroceso de los procesos de cambio que han llevado a hablar de un fin del ciclo progresista.

De este modo, así como la historia y la política no se detuvieron como lo presagiaba el mito liberal del fin de la historia, tampoco sucedió con el progresismo latinoamericano. Y tras algunos años donde la derecha pareció derrotada, comenzó a reconfigurarse y retomar la iniciativa en la contienda política, cuestión posibilitada por el resguardo de las transformaciones institucionales neoliberales que habían dispersado el poder hacia espacios blindados de la gestión gubernamental.

Se ha expresado de este modo un hecho histórico innegable: ni los Estados ni los modos de producción se han modificado en el continente más allá de unas reformas muchas veces profundas pero insuficientes. Lo que ha sucedido durante los procesos de cambio puede ser descrito como la conquista de la autonomía relativa del Estado a partir de gobiernos populares, nacionales o locales. Es decir, más que una transformación del poder, nuevos actores han ocupado los espacios del antiguo poder, modificándolos en parte pero no sustantivamente.

La lucha por la utilización del excedente económico ha hecho que la derecha regional, apoyada por el gobierno norteamericano, busque hacer retroceder todas aquellas medidas que habían sacado a millones de latinoamericanos de la pobreza, así como detener el pensamiento de identidad continental y las relaciones regionales que iban a contrapelo a la política norteamericana. De este modo, las derechas no sólo se toman los gobiernos sino que también quieren intervenir en los procesos de integración, para volver a priorizar en las iniciativas como el TTP y la Alianza del Pacifico.

Para esto se ha iniciado rápidamente una serie de políticas agresivas como las realizadas por los nuevos gobiernos argentino y brasileño, con el objetivo de restaurar el orden neoliberal. Sin embargo, la restauración completa se hace, por lo menos, difícil, puesto que hay ciertas transformaciones impulsadas por los procesos de cambio que se han asentado en la sociedad civil.

Es así como la derecha que comienza a retomar la iniciativa y en algunos casos ganar disputas políticas, no es ya la misma derecha de los años noventa, tanto en el sentido de que ha aprendido una serie de nuevos repertorios de movilización, como en el hecho de que también ella tendrá que buscar cierta centralidad ante los logros populares tales como por ejemplo la importancia de los Estados y las instituciones públicas. Y es que se ha configurado un cierto sentido común que los intentos dogmáticos de restauración neoliberal no podrán subyugar.

Por parte de la izquierda, al parecer ésta ha tenido mayor capacidad de crear alianzas políticas para enfrentar cierto periodo histórico, antes que crear un proyecto alternativo de transformación estructural. Y del mismo modo ha estado fallando en la creación de nuevas instituciones estatales que permitan esas transformaciones, así como transformaciones culturales que puedan soportar incluso la llegada eventual de los adversarios de derecha a los gobiernos.

Los gobiernos de la región que han protagonizado los procesos de cambio, hasta ahora no han tenido la capacidad de crear un nuevo tipo de Estado funcional a los intereses de las clases trabajadoras y populares. En los próximos años veremos hasta qué punto se ha construido un sentido común y una capacidad institucional para blindar ciertos derechos y valores como los del bien público por sobre el interés del Mercado y los Privados.

También se ha fallado en una reforma sustantiva tanto de las instituciones, la administración, gestión y la ética pública, presentándose hoy la burocratización y la corrupción como hechos desbordados.

Por último, más allá de los cambios estructurales que hoy se muestran nulos o por lo menos restringidos, también se ha manifestado un límite sustantivo en el cambio cultural, puesto que el consumo, el individualismo, el aumento de las expectativas y deseos de las nuevas clases medias, pareciera no modificarse más allá de ciertas experiencias comunitarias.

Y es que además de una contienda política y social por las transformaciones estructurales en nuestra América Latina, el desafío de crear un nuevo sentido común también parece estar en deuda. Crear nuevos valores colectivos, así como nuevas instituciones democráticas y comunitarias, sigue siendo la tarea pendiente en nuestra región.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.