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Que le puede deparar a Paraguay con el nuevo gobierno

Fuentes: Rebelión

A esta altura de esta etapa de nuestra historia a la que se dio en calificar de «transición democrática», se comprueba que los intentos de despegarnos del modelo clientelista prebendario para alguna inserción en un modelo capitalista de promoción de la inversión extranjera, no pueden prosperar. En esa etapa hubo dos intentos de instalar gobiernos […]

A esta altura de esta etapa de nuestra historia a la que se dio en calificar de «transición democrática», se comprueba que los intentos de despegarnos del modelo clientelista prebendario para alguna inserción en un modelo capitalista de promoción de la inversión extranjera, no pueden prosperar. En esa etapa hubo dos intentos de instalar gobiernos empresariales, el de Wasmosy y el de Cartes. Los dos intentos fracasaron. La obsesión de Cartes que incluso le hizo incurrir en poco gratas expresiones , sirvieron de poco.

Presupuestamos que Mario Abdo Benitez intentará devolver el Estado al Partido Colorado. De acuerdo a lo que reporta el diario Ultima Hora, el gabinete es más partidario que técnico, lo que le diferencia del gobierno saliente. Si esto es así, el modelo económico no puede cambiar. La concentración de la tierra persistirá con el riesgo de agravarse. Ya la ARP llamó la atención sobre la necesidad de prestar atención a la seguridad. La seguridad a la que se refiere, obviamente, es la de la tierra que, como todos sabemos, en su mayor parte es malhabida. La política tributaria será la misma tributación regresiva. El nuevo ministro de Hacienda, al hacerse cargo, ni siquiera insinuó un cambio en la política tributaria. Tuvo el mismo discurso de la administración saliente, consistente en buscar mecanismos para mejorar la recaudación combatiendo la evasión. Dicho así, está claro que el nuevo gobierno no va a gravar la exportación de soja ni la carne. El mayor empleador volverá a ser el Estado para volver a la vieja política clientelista del stronismo.

Las perspectivas de gobernabilidad son flacas sobre todo por el escenario internacional. El nuevo gobierno inicia su periodo con una deuda externa sin precedentes, llegando a más de 7.500 millones de dólares. Si bien la relación con el PIB, aun no es alarmante, al no tener una contrapartida en el ingreso y el porcentaje creciente de esa deuda que ya se está utilizando en el pago de los servicios de la deuda, podemos ir camino al peligroso precipicio del default.

Ese modelo (el de Stroessner) se sustentaba en la represión y un folklórico keynesianismo financiado con empréstitos externos. Y cuando esta fuente empezó a decrecer, se compensó con creces con la construcción de las represas hidroeléctricas binacionales.

La pregunta que surge es, en el periodo que se inicia, de dónde vendrán los ingresos para solventar el modelo. La crisis mundial y regional, como consecuencia de la ralentización del comercio internacional a causa de la guerra comercial en curso, hará -como ya está ocurriendo- bajar la demanda de soja y carne y consecuentemente sus precios en el deprimido mercado internacional. El recurso que se avizora, es la instalación de un neoliberalismo rampante basado entre otras cosas, en el cambio del sistema previsional de reparto al de capitalización individual, lo que significa la privatización de la gestión jubilatoria, y por otro lado, la flexibilización laboral. Esto se usaría como gancho para atraer inversiones. Lo primero que haría es incrementar la especulación financiera y lo segundo, la total desprotección laboral y la consecuente baja de la demanda efectiva. Por otro lado, el incremento de la deuda tendrá que llevarnos a recurrir a los organismos multilaterales como el FMI y a partir de ahí, el consabido ingrato destino: los planes de ajuste estructural. Los factores mencionados más arriba que posibilitaron ingresos para sostener el modelo clientelista, para desgracia del nuevo gobierno, hoy no están. Hasta tanto no se concrete una aceptable negociación del tratado de Itaipu que vence en el 2023, corremos el riesgo de padecer lo que está padeciendo la Argentina: una devaluación e inflación imparables, al mismo tiempo de recesión económica. Eso que los economistas llaman estanflación, con el alto costo social que conlleva. Ese escenario si se diera, para un país tan endeble como el nuestro, sería catastrófico. Me sentiría muy bien si me equivoco.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.