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Perú

¡Se mueren de miedo…!

Fuentes: Rebelión

A tan solo 27 días para la votación prevista para el 5 de junio, la derecha peruana vive aterrada. Virtualmente, se muere de miedo ante la sola posibilidad de una victoria electoral de Ollanta Humala. En el contexto concreto, da miles de muestras del pánico que la domina, y que la ciega brutalmente impidiéndole ver […]

A tan solo 27 días para la votación prevista para el 5 de junio, la derecha peruana vive aterrada. Virtualmente, se muere de miedo ante la sola posibilidad de una victoria electoral de Ollanta Humala. En el contexto concreto, da miles de muestras del pánico que la domina, y que la ciega brutalmente impidiéndole ver objetivamente la realidad. Confunde entonces unos hechos con otros, y se imagina estar ante una definición que la coloca al borde del colapso.

No es, ciertamente, para tanto. Los resultados de la consulta electoral que se avecinan, nos dirán apenas qué persona habrá de administrar la crisis nacional en los próximos cinco años. Y tendrá que hacerlo con un Parlamento dividido en el que nadie tendrá mayoría para aprobar disposiciones de orden legal.

Y lo hará, además, maniatada por un tinglado seudolegal cuidadosamente montado por la Clase Dominante a lo largos de varias décadas. Ella, hoy, se empeña sin embargo en aprobar «nuevos candados» que custodien sus privilegios y no permitan modificar un ápice del «modelo» en marcha, responsable de la abismal crisis que corroe las bases mismas de la sociedad.

Dos veces, antes de ahora, la derecha en el Perú tuvo realmente miedo. La primera fue cuando surgió, a fines de los años sesenta del siglo pasado, un movimiento militar progresista; y la voz ronca y tronante del general Juan Velasco Alvarado anunció el inicio de un proceso de cambios de corte democrático y antiimperialista. Cuando ellos vinieron, al unísono con el Imperio, la oligarquía hizo sonar las campanas a rébato en señala de inusitada alarma.

El segundo gran miedo ocurrió casi veinte años más tarde, a comienzo de los años 80. Y eso fue cuando el movimiento popular logró construir un proceso unitario, y amagó el Poder tras las banderas de la Izquierda Unida. También en esa circunstancia el pánico se apoderó de la abominable casta dominante que, en su momento, prefirió jugársela por Alan García y su Partido

El tercer miedo, se dibuja ahora; cuando tras las banderas de un movimiento levemente progresista -«Gana Perú»- se perfila la candidatura presidencial de un oficial retirado de la Fuerza Armada que habla en voz alta de la miseria en la que viven los hogares peruanos y propone algunas medidas orientadas a aliviar los demoledores efectos de la crisis que se abate sobre los escuálidos hombros de la población.

En torno al tema, la derecha no tiene razón alguna. Humala no es un candidato «comunista» ni profesa ideas «revolucionarias». Es, apenas, un nacionalista que enarbola un programa de corte patriótico. Un hombre que, conociendo la realidad del país, se ha sentido profundamente tocado por la lacerante realidad que nos agobia. Y, para cambiarla, ha buscado sumar gente con una elemental trayectoria, que le ha aportado ideas y propuestas.

Pero ese hecho, pareciera ser más que suficiente para alarmar a una clase que no tiene sensibilidad, que carece de emoción social y que vive completamente al margen de la verdad y de la justicia.

«Te confieso que no duermo, que a veces me despierto como a las tres de la mañana y me quedo mirando al techo, con la cabeza volando en preocupaciones. Muchos no tienen idea de la quiebra en la confianza que se va a dar, de los despidos, de cómo el 6 de junio en adelante va a ser una pesadilla económica si gana Ollanta Humala«, dice un amigo del director y editorialista del diario «Correo», uno de los voceros más empeñados en sembrar el pánico en el electorado peruano.

Es clara la naturaleza de sus preocupaciones: la estabilidad de la banca, la corrida de capitales, el desconcierto financiero, el destino de los depósitos en dólares, el alza de las tasas de interés, el pago de la deuda. Todos eso le preocupa muchísimo, pero nunca le interesó el que millones de peruanos no pudieran llevar un pan a sus hijos, ni educarlos, ni vestirlos, ni atender sus requerimientos de salud. Después de todo, esas son «plagas normales» inherentes a la sociedad en la que vivimos. Hay que acostumbrarse a ellas.

El espectacular miedo que se ha apoderado de «los de arriba», los está llevando a extremos que sorprenden a muchos. Sobre todo, a las nuevas generaciones de peruanos que no han conocido la dureza de la confrontación de clases registrada en el pasado porque han vivido bajo el influjo mágico de una prédica engañosa que les ha hecho concebir como «natural» la explotación humana, el hambre de los pobres, la enfermedad de los niños, el abandono de los ancianos, los salarios paupérrimos y el desempleo crónico.

Por lo que dice su Programa de Gobierno y su Compromiso con el Perú -documentos ambos expuestos a lo largo de su campaña- Humala busca salir de esta dura realidad con algunas medidas simples: impuesto a la sobre ganancias mineras, pensión a los adultos mayores de 65 años, atención prioritaria a la salud, a la educación, a la ciencia y a la cultura, y el crédito en provecho de la pequeña y mediana empresa. Todo esto le ha parecido demoniaco a quienes siempre tuvieron en sus manos los resortes del Poder y acumularon fortunas en base al robo descarado y al uso de los fondos públicos en provecho de unos cuantos.

Por eso han iniciado contra Humala una descomunal campaña de miedo valiéndose de todos los ardides posibles. Buscan disminuir su presencia en el escenario electoral, al tiempo de «levantar» con el mayor desparpajo a su contrincante Keiko Fujimori, la indiscutida abanderada de la Mafia. Eso, los coloca sin embargo, en un callejón sin salida: si le niegan espacios en la Tele, al candidato de Gana Perú, lo victimizan, lo que le favorece. Y si se los dan, lo ayudan, porque le permiten explicar sus propuestas. ¿Qué hacer entonces?

Algo han logrado, sin embargo. Han conseguido que una encuesta hecha a pedido de la banca exclusiva -la Stanley Morgan- registre un «empate técnico» entre ambos candidatos a los que separaban casi 8 puntos en las últimas semanas. Han buscado así crear una situación insólita. Dar la impresión que «todo puede pasar», que «están iguales», que «cualquiera de los dos» puede ganar. Eso les permitirá un fraude descarado. Y la tarde del 5 de junio podrán decir: «ganó Keiko». Pero si eso ocurriera, el 75% de las regiones del país desconocerán ese resultado y un abismo insondable dividirá a los peruanos

Pero además, quienes obran de este modo, no han reparado en dos hechos:

Si la Fujimori ha «subido» en las encuestas es porque ha tenido la desfachatez de asumir el Programa de Humala. Ella ahora anuncia que pondrá impuestos a las sobre ganancias mineras, que creará una Pensión para los adultos mayores de 65 años, que dará prioridad a los programas de educación y de salud y que se preocupará de los «pequeños y medianos empresarios». En el extremo del descaro, ha dicho que atenderá en primer lugar a estos, «y no a los grandes» -vinculados a la Confiep- que ellos «esperen», ha asegurado, despectiva.

Millones de dólares está gastando la derecha en esta campaña. Pero no sólo en canastas de víveres que distribuye a cambio de votos, como lo denunciara documentadamente Beatriz Jiménez en la prensa española. También ha contratado a un mercenario del capital -Hernando de Soto- asesor en materia de titulaciones del dictador Suharto, del derrocado Mubarak, del libio Gadafi, y el propio Alberto Fujimori quien ocupa el séptimo lugar en la relación de los mandatarios más corruptos del mundo. Y además, a un conductor televisivo que -desde Miami- hace programas que se trasmiten en Lima. Pura plata. Debieran admitir, si obraran honradamente, que asumir las propuestas de Gana Perú, equivale a convalidarlas. Y aceptar, en consecuencia que no responden a ningún programa «extremista» ni «disociador».

Y lo segundo, es que no parecen reparar en algo muy grave: descalificar a Humala, como lo hacen, equivale a «blanquear» una opción que se les ha de ir de las manos. Porque tras las banderas de Keiko no está una derecha honorable preocupada por el destino del Perú; sino una Mafia que busca obsesivamente el Poder, que retorna con hambre de venganza, y que, como ocurriera en otros tiempos y en otras latitudes con los desterrados a Coblenza, nada ha aprendido, y nada ha olvidado.

Porque así lo percibe el peruano de la calle, los voceros de la Mafia: Althaus, Cecilia Valenzuela, Rosa María Palacios y otros, pierden día a día credibilidad.

Porque lo entiende de esa manera, gente que no es de «izquierda» y que incluso incuba reservas referidas al escenario nacional y regional, opta por confirmar su rechazo a la propuesta de Fujimori y su decisión categórica de no votar por Keiko.

Quienes, dejando de lado escrúpulos de dignidad, ética, y elemental decencia, opten por la candidata de la Mafia, no solamente escupen su conciencia, sino que consuman un alevoso crimen contra el pueblo.

Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.